LOBO LONDON por sedacala

Portada de EL LOBO DE MAR

Todo comienza cuando nuestro protagonista navega por la bahía de San Francisco; hay niebla espesa, hace frío y la visibilidad es casi nula, Humphrey va en la cubierta de proa intentando ver algo; de repente oye un rumor y se intuye una sombra entre la espesura… y ocurre la catástrofe. Otro barco les ha envestido provocando una vía de agua, se oyen los gritos de las mujeres, su embarcación se va rápidamente a pique, y cuando se quiere dar cuenta está en el mar, el agua está helada, siente que no le han visto, está entumecido de frío, y comprende aterrado lo rápido que ha pasado de feliz pasajero a náufrago cuasi desahuciado. Entonces y con igual rapidez, aprecia que una masa enorme se dirige hacia él, le es imposible reaccionar, pero siente que le izan y le depositan en algún lugar de una cubierta, está salvado.
Todo esto que acabo de contar sucede en las primeras veinte páginas de un libro que tiene cuatrocientas, por tanto, no es nada más que su comienzo y por eso lo cuento. Pero a partir de aquí, ya no voy a contar nada más, porque hacerlo supondría perder gran parte del interés que genera su lectura. Sí diré que, a partir de ese punto, las cosas discurren de manera rápida e intensa. Humphrey es narrador y protagonista pero no el único, el otro es el patrón de la goleta que le ha salvado al que conoceremos en la novela como “Lobo Larsen”.
Un vistazo rápido en Internet me permite averiguar, que en 1941 se rodó una película basada en esta novela, dirigida por Michael Cúrtiz y con Edward G. Robinson en el papel de Lobo Larsen, pero la desaconsejo por dos razones: la primera, porque distorsiona radicalmente los personajes principales del libro, la segunda, y no es una cuestión menor, porque el perfil humano de Lobo Larsen es absolutamente incompatible con la imagen y con la personalidad del actor; ambos rasgos son básicos para el desarrollo de esta historia y que Edward G. Robinson no tenga nada del lobo de mar a que se refiere el título, modifica drásticamente la historia.
En la novela concurren dos circunstancias que actúan en paralelo pero convergen en sus resultados; una, es el lenguaje utilizado; la otra, la manera de organizar la historia. Su texto es apasionado, con garra, con frases cortas, contundentes, claras y directas, con todo lo necesario y prescindiendo de todo lo superfluo, lo que, en conjunto lleva a leer con cierto frenesí. Esto en lo referido a su estilo. Y en cuanto a su organización, los episodios se suceden a ritmo frenético en una secuencia incansable que lleva directamente al grano, sin dar descanso a la imaginación y pasando a lo siguiente antes de sospecharlo. Así que, un texto muy directo y una rápida secuencia narrativa, convergen y conducen a sentir el avance por sus páginas como una carrera al sprint en la que los datos pasan vertiginosamente por la mente de un lector que quiere siempre saber lo que viene a continuación, sin duda, una de las mejores cosas que se pueden decir de la clásica novela de aventuras. “Lobo de mar” es pues, un formidable exponente de dicho género.
Pero matizo, también hay que señalar que no es una sencilla e intrascendente novela de aventuras. Cuando se lee, no se percibe como algo ligero, salpicado de intrigas, engaños, carreras y peleas, al estilo de las novelas de Dumas, Verne, o Salgari, en las que lo importante es que el héroe salga finalmente victorioso de sus estresantes contratiempos. Con esto no quiero decir que estos autores sean endebles, porque no lo son, los admiro y nada más lejos de mi intención que criticarlos; si los menciono, es para precisar que “Lobo de mar” no pertenece a ese tipo de novelas más bien sencillas, sino que es otra cosa completamente diferente. Aquí, la percepción que se tiene es la de leer algo serio y trascendente, porque, a pesar de que el medio en que se desenvuelve la historia es el mar, con sus abrumadores espacios y con la permanente confrontación con los elementos, los problemas que van afectando a nuestros personajes no son sólo los logísticos, que los hay y muchos, sino que también están los psicológicos, muy en la línea de las novelas de Conrad que tanto se fijaron en los problemas humanos de convivencia que se dan dentro de los limitados espacios de los barcos. Con dos diferencias; una, que el texto de London es notablemente más accesible que el de Conrad, y otra, que la dosis de acción contenida en sus narraciones es mayor, lo que, en conjunto, las convierte en más agradecidas y menos ásperas que las del polaco.
El tema de la relación entre personajes en su faceta más humana y social, tiene también su tiempo en las páginas de “Lobo de mar”, sin que ello entre en contradicción con el énfasis que he puesto en resaltar el carácter dinámico de su lectura, porque es tal el ritmo con que se desarrolla la novela que los personajes, por duros que sean, hacen de vez en cuando unas pausas, en las que se dan a intercambios reflexivos, a encuentros dialécticos tensos o relajados según el momento, de carácter intelectual, filosófico, o a veces, incluso literario, que parecen necesitar como el bálsamo que protege su salud mental en tan duras circunstancias y en las que hablan de lo divino y lo humano con un sentido y lucidez excelente que no ralentizan lo más mínimo el ritmo de la novela.
Me resta hablar del ambiente marino, de ese gigantesco océano Pacífico en que se sitúa, para decir a quien guste del tema, que pocas novelas como esta habrán reflejado con tal brillantez la época en que los marinos habían de trazar su derrota ante un viento contrario e impredecible; o recoger precipitadamente el trapo al refrescar el viento; o jugarse el tipo, trepando por los obenques, haciendo arriesgados equilibrios en la jarcia y moviéndose por cubiertas barridas por las olas en los temporales; actividades arriesgadísimas, a las que los marinos se acababan por acostumbrar y que, llegado el tiempo del vapor y de la hélice, ellos mismos empezaron a ver con un aura de romanticismo que muchos escritores, como London o Conrad, supieron trasladar a las páginas de sus libros para satisfacción de aquellos lectores a los que todo esto nos entusiasma.
Prácticamente no he dicho nada sobre la propia trama de la novela, es obvio que se desarrolla en el mar y que el título destaca el carácter curtido de un capitán de barco, pero no he dicho casi nada más y es así como debe ser para disfrutarla. Sin embargo creo conveniente difundir algunos de los grandes o pequeños temas que están en el trasfondo del argumento de esta novela, para poder captar bien la amplitud que abarca. Así que enumero algunos de ellos:

1. El romántico atractivo de los libros de viajes
2. La dureza de la vida en el mar
3. La magia y la técnica de la navegación a vela
4. La cruel explotación del ser humano por sus semejantes
5. La despiadada aplicación de la ley del más fuerte
6. El sentido profundo de la vida
7. Los problemas de convivencia en espacios reducidos
8. El ínfimo valor que, para algunos, tiene la vida humana
9. La puesta en valor real del lujo y las comodidades
10. El sentido de la escala jerárquica de mando en un barco
11. La lucha robinsoniana por la supervivencia
12. La ética de los marinos en relación con los derechos de los náufragos

Y así, tantos y tantos debates humanos, psicológicos, personales y sociales, que se pueden suscitar en el mar. Son temas que van mucho más allá de lo que yo esperaba encontrar en una genuina novela de aventuras, pero he de resaltar que no modifican ni su esencia dinámica, ni el aliento romántico que tiene para muchos, entre los que me cuento, sino que, bien al contrario, las enriquecen y les aportan un valor añadido del que otras novelas más sencillas, de autores como los antes citados, carecen. En fin, un placer.

Escrita hace 9 años · 4.8 puntos con 4 votos · @sedacala le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 9 años

Pues sí que te ha gustado. Dan ganas de leerla, sin duda, y más cuando London me resulta siempre muy atrayente.

¿Es Lobo Larsen un personaje tan siniestro como dicen? La versión para el cine que citas no tiene, ni mucho menos, malas críticas. Seguro que Robinson está excelente, como siempre: era uno de los mejores actores de su generación. Otro caso es que fuera el más indicado para el papel, con el libro en la mano.

@Faulkneriano hace 9 años

Pues sí, es muy atrayente; esto me pasó con London y “Colmillo blanco” y, no sé por qué me ha venido a la cabeza, también con MacCullers y “Reflejos en un ojo dorado”; me refiero a novelas que las lees y no terminas de captar ese “algo” que tienen sus autores que, al fin, a posteriori acabas valorando. También me gustaron mucho, lo que es raro teniendo en cuenta mi aversión por las lecturas cortas, los “Relatos de los mares del Sur”. Precisamente, como Hamlet vio que me habían gustado los Relatos…, me recomendó el “Lobo de mar” con un acierto total, que le agradezco.

En cuanto al carácter siniestro del personaje, es verdaderamente así, lo que pasa es que yo, en mi afán por no desvelar demasiado, no lo mencioné. A pesar de ello, en mi opinión, el personaje está muy bien construido y es, al menos para mí, perfectamente creíble. Pero para ser así de creíble, London lo dota de unas características, físicas y anímicas, que son difícilmente compatibles con Edward G. Robinson; siempre me gustó mucho y lo consideré como un magnífico actor, pero eso no quita para que considere que no encaja con el personaje. Para empezar, en la novela, Larsen es danés, o sea rubio, alto y fuerte aunque no corpulento, además su talante es frío, como buen nórdico, cerebral, de una gran inteligencia, con una actitud vital marcada por su forma de ver la existencia, lo que, por momentos, le puede llevar a ser arbitrario, despótico y abusivo y, siempre, cruel. Claro, me dirás que sus rasgos físicos efectivamente no encajan con el actor, pero los anímicos, no está tan claro. Puede ser, lo cierto es que yo hubiera visto como perfectos a Robert Mitchum, o a Kirk Douglas, aunque el carácter de estrellas que éstos tenían, quizás les hubiese llevado a rechazar un papel, que por básico que sea en la novela, no dejaría de ser el malo de la película.

@sedacala hace 9 años

Soy yo que me despisté

@Hamlet hace 9 años

Estupenda y completísima reseña, Sedacala. Ya estaba impaciente esperándola. Y además, dejas la trama intacta para aquellos lectores que se aventuren a leerla.
La verdad es que London es un magnífico narrador y esta novela suya posee una garra, una fuerza, una vitalidad y una carga de trascendencia antropológica ( en un amplio sentido ) tan brutal como uno de sus personajes. Para aquellos que gustamos de las novelas de aventuras de entorno marítimo, como bien apuntas, es una joya a no dejar pasar. La verdad es que London realiza un trabajo increíble con la atmósfera de la misma, y ya ni hablemos del calado de los personajes, de su profundidad, y al tiempo enorme fuerza simbólica. Como a ti, me encanta London. Su pericía y fuerza narrativa, su capacidad para contar aventuras en absoluto intrascendentes, que van directas al hombre en un sentido de ente natural, y lo hace sin ignorar las pesadas capas de la civilización, de la cultura. Es fascinante como en London siempre se da esa lucha, esa desgarradora interacción, entre el hombre-animal, el hombre natural, instintivo, práctico, indomable y el hombre civilizado, tolerante, amigo de lo eidético. Salvando las enormes diferencias, en el "Lobo de Mar" encuentro parte de lo que los elementos que me hacen amar una novela como es "El arbol de la Ciencia" de Baroja. Ambas tienen un gran ritmo ( no confudir con acción), una precisión cirujana en la definición de ambientes y personajes; ambas son realistas, y no por ello dejan de apuntar a la trascendencia; ambas están plagadas de interesantes conversaciones, que calan en el lector y le invitan a pensar, cuando no le inquietan y sacuden su consciencia. Y tanta otras cosas. No obstante, las charlas acontecidas en esta novela están mejor colocadas o son introducidas de forma menos chirriante y/o hábil que en la del vasco.
De London tengo pensado leer proximamente "Martin Eden", que seguro que es otra de sus grandes.
Leyéndote Sedacala, y recordando la novela, no sé si me quede corto con mi 8, que pretendía ser un 8 muy alto, y que en realidad no fue un 9, por diferenciarla de mi novela favorita del autor que es "Colmillo Blanco". Le daré vueltas a ello y es probable que acabe poniéndole un 9, por aquello de ser justos, y por aquello de haber si así conseguimos que más se lancen a su lectura.
Sobre el tema cinematográfico, deciros que hay versiones más contemporáneas, aunque dudo que mejores que la clásica. Una de ellas es del 93 y Lobo Larsen es interpretado por Charles Bronson y Christopher Reeve a Humphrey. Vi un trozo en la tele, por casualidad, tras haber leído la novela y no me gusto. La otra es un telefilm canadiense de 2009 que no tiene un mal reparto, pero que aún no he visto.
Cuando leí la novela yo imaginaba a Larsen, teniendo en cuenta la descripción de London, como Daniel Graig que pienso que estaría estupendo en el papel.
...os dejo que me llaman para cenar y supongo que este hilo dará para muchos más comentarios, Sedacala!!

@sedacala hace 9 años

Sí señor, Daniel Craig sería un Larsen muy acertado.

@Hamlet hace 9 años

Me alegro te guste mi opción!!

@sedacala hace 9 años

Releyendo la reseña me voy dando cuenta de que no me he acercado, ni siquiera un poco, a esbozar la personalidad de los protagonistas, quizá, en mi afán por no hablar de más, que es algo que, en esta novela, me ha parecido importantísimo.

En ese sentido, me gusta lo que dices de la trascendencia antropológica del personaje de Lobo Larsen; efectivamente hay en toda la novela una pulsión latente, animal, irracional, e instintiva, que emana de este hombre que, como tú dices, interactúa continuamente con su otro yo, el del hombre civilizado, culto, que además lo es porque quiere, nadie le enseñó, es autodidacta, lee a Shakespeare, y no solo lo lee sino que también le gusta comentar su texto con su interlocutor, igual que hacemos nosotros aquí. Todo eso es lo que hace que le identifiquemos tan nítidamente, incluso en su físico, con un actor como Craig, que se corresponde casi exactamente con la descripción de London, y que, por la misma razón, sea muy difícil verle en alguien como E.G. Robinson.

Donde, en cambio, no me sitúo fácilmente es en tú cita barojiana. Precisamente me estoy dando últimamente un pequeño empacho con don Pío, porque acabo de terminar su “Aventuras, inventos y mistificaciones de Silvestre Paradox” a la vez que leo ”Pío Baroja a escena”, que es algo así como una biografía crítica. No veo por ningún lado la conexión con London, y menos con el Baroja de “El árbol de la ciencia”, novela que recuerdo que tiene toda la amargura que este hombre era capaz de imprimir, que era mucha. Quizá sea por el vínculo entre su amargura y la que se desprende del personaje de Lobo Larsen. Ahí sí puedo entenderlo. Lo cierto es que Baroja era un tío raro, raro, raro; contradictorio a tope, con grandes manías, una de ellas su afición por la aventura, soñaba con tirarse al monte con una partida carlista; no porque él tuviera vínculos con el carlismo, que puede ser, sino por su afición irracional por los viajes; porque luego resulta, que lo que más andaba era por las calles de un Madrid que se pateó concienzudamente. O sea alguien muy contradictorio.

Porque lo cierto es que de Lobo Larsen sí que desprendía una fuerza negativa que le corroía y le llevaba a actuar como lo hacía. Todo un personaje, sin duda.

@Faulkneriano hace 9 años

Cuidado con la "filosofía" subyacente en la obra de London: es uno de los aspectos menos atractivos del autor, al menos para mi gusto, porque estaba demasiado embebido en las teorías nacidas al calor del superhombre de Nietzsche. Como recordarás sus Cuentos de los mares del sur están plagados de referencias a la supremacía de los blancos. London, al menos, no era maximalista y no se trataba, ni mucho menos, de un ario descerebrado. Pero conviene no tomar muy en serio algunas cosas que dice. La lucha de Larsen con sus dos polos, animal y racional, puede tener que ver con ese neodarwinismo tan común en los primeros años del siglo XX. Ya el título, con esa referencia al lobo, es significativo.

Y no, no veo ninguna conexión con Baroja, hombre de despacho mal que le pesara y que gustaba más de Schopenhauer que de Nietzsche, ya puestos a citar filósofos.

@sedacala hace 9 años

No sé, qué pasa con otros, yo, por mi parte, lo tengo claro. London, me gusta por su escritura, y El Lobo de mar, por el estilo de novela que representa, y también, ¿por qué no? por la energía que se desprende del personaje del capitán, por su carisma, por su personalidad compleja, por la pugna interna que enfrenta a su lado civilizado con su lado salvaje. Esto es algo que, a mi modo de ver, enriquece una sencilla novela de aventuras y la convierte en algo más. Hasta ahí llegué en mi anterior comentario.

Pero, ¡cuidado! La filosofía que subyace en el discurso narrativo de London, está impregnada de las teorías de Nietzsche. Ese, dices tú Faulkneriano, es el lado menos atractivo de todos los que conforman su obra.

Así debe ser cuando lo dices, que veo que controlas bien el tema de la influencia nietzscheana, como también parecen hacerlo unos cuantos de nuestros contertulios habituales (he visto las reseñas y los comentarios en SdL de “Así habló Zaratustra”). Yo, por mi parte, reconozco que esa es una de mis lagunas, la filosofía, en general y Nietzsche, en particular. En mi época, en el colegio, nunca llegué a tratar esa materia, siempre se acababa el curso antes. Y cuando posteriormente y a la vista del notorio influjo de sus ideas trataba de profundizar en su conocimiento, me perdía en un mar de conceptos demasiado etéreos. El remate ya fue ojear las páginas de su icónico libro y convencerme inmediatamente de que yo de ahí no sacaría nada, de manera que lo coloqué inmediatamente en la estantería en la que tengo (en sentido figurado, claro) unas cuantas obras fundamentales de la Literatura, que yo no leeré jamás, allí estará junto a “El paraíso perdido”, “La divina comedia” o el “Fausto”.

Así que ignoro si estaré ya infectado con sus peligrosas teorías, si me falta poco, o si soy inmune a semejante virus; porque desconociendo sus síntomas, no estoy en condiciones de diagnosticarme a mí mismo. Yo solo sé que “El Lobo de mar” me gustó más, de lo que me hubiera gustado si en su lectura no hubiera detectado rastro alguno de complejidad en sus personajes, sobre todo en el principal.

P.D. No sabiendo nada de Nietzsche, imagínate de Schopenhauer.