CREA DEPENDENCIA por Guille

Portada de EL DIABLO A TODAS HORAS

Brutal. Realmente el diablo no abandonó ni un segundo a Donald Ray Pollock mientras escribía este libro (seguramente ya le había vendido su alma cuando escribió Knockemstiff).

Una gran novela, con grandes personajes; tan buenos los principales como los secundarios, que también tienen sus dos o tres hojitas de gloria.

Como diría Murphy, todo lo que es susceptible de ser corrompido será corrompido, solo hay que esperar el tiempo suficiente. En esta tierra donde Dios hace tiempo que no dirige su mirada, el tiempo ha pasado ya y muy pocos son los que se salvan de la podredumbre, aunque, y esto es lo que lo hace más tremendo, en estos pobres "diablos a casi todas horas" permanecen unas pocas gotas de conciencia que les hace ser impotentes y, a veces, no siempre, horrorizados espectadores de ellos mismos.

Pero no estamos ante una historia de perdedores; nos encontramos en un escalón más abajo, el de aquellos que nunca han tenido nada que perder y viven en la desesperanza de los que nacieron con muy pocos números de la tómbola y en el entorno equivocado… podríamos ser nosotros mismos. Y esta es la gran fuerza de los relatos de Pollock (porque esta novela podría entenderse como un libro de relatos de igual forma que su anterior obra –Knockemstiff, el mismo pueblo que volvemos a visitar en este libro y que es el lugar de nacimiento del autor- podía leerse como una novela). Por mucha que sea la podredumbre, y es mucha, los personajes y sus acciones se nos hacen muy reales por verosímiles: su estupidez, su depravación, su amargura, su degeneración, incluso su inocencia, su candidez, que también la hay, todo se nos antoja desconcertantemente cercano.

Hay sexo, sí; hay violencia, mucha; hay perversiones, unas cuantas. El sexo puede ser algo muy retorcido; matar no es solo acabar con la vida de alguien. Pero nada es gratuito, el relato es sencillo, no se recrea en lo abyecto, y lo que es más perturbador, no todo está en lo leído. Como en el erotismo, también en la violencia es mucho más potente sugerir que enseñar. Una escena contada hasta el mínimo detalle es eso, una escena; una escena sugerida, si está bien sugerida, son miles de escenas, tan morbosas, retorcidas y malsanas como la imaginación de cada uno es capaz de elaborar.

“Cynthia era uno de sus mayores éxitos. No era más que una chica de quince años cuando él había ayudado a uno de sus profesores del Heavenly Reach a sumergirla bajo las aguas del Flash Fish Creek durante una ceremonia de bautismo. Aquella misma noche se había follado a aquella criatura delicada debajo de unos rosales, en los terrenos de la universidad, y al cabo de un año se había casado con ella para poder trabajársela sin que los padres fisgaran en sus asuntos. En los últimos tres años, Preston le había enseñado todas las cosas que se imaginaba que un hombre podía hacerle a una mujer. No quería ni pensar en cuántas horas de su vida le había costado, pero ahora la chica estaba tan bien entrenada como el mejor de los perros. Solamente tenía que chasquear los dedos y a ella se le empezaba a hacer la boca agua pensando en lo que a él le gustaba denominar su "cetro".”

“Al chaval de Iowa le costó más tiempo que a la mayoría darse cuenta de lo que estaba pasando, pero aún así no ofreció mucha resistencia. Carl se tomó su tiempo y sacó por lo menos una veintena de fotos de objetos saliéndole de varios lugares: bombillas, perchas y latas de sopa. Para cuando dejó la cámara y dio el asunto por acabado, ya empezaba a oscurecer. Se limpió las manos y la navaja en la camisa del chaval y luego se puso a caminar hasta que encontró una nevera Westinghouse entre la basura… las paredes estaban cubiertas de una fina capa de moho verde y en un rincón había un frasco roto de mermelada viscosa y gris. Joder, ¿vas a meterlo ahí dentro? – Me da la impresión de que ha dormido en sitios peores –dijo Carl.”

Una novela que crea dependencia, que se lee alternando las sonrisas – comprensivas o culpables- con las muecas de asco por esa inmundicia que nos degrada y nos agrada como ese picor que aliviamos hasta hacernos sangre.

P.D. Tiene pero, sí. Para mi gusto, el final de la novela es demasiado justiciero y, paradójicamente, no hace justicia al resto del libro.

Escrita hace 9 años · 4.7 puntos con 3 votos · @Guille le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 9 años

Buena reseña, Guille.

Parece que la complacencia en el moho, de la que das dos buenos ejemplos, no te molesta gran cosa. Apolíneos, abstenerse.

@Guille hace 9 años

Me imagino que quieres decir morbo. El libro se asienta en la violencia de todo tipo de unos personajes pertenecientes a un sitio concreto de EEUU. Presenciar esa violencia siempre tiene su morbo, pero sigo pensando lo que opinaba en la reseña: "no se recrea en lo abyecto", pero es imposible no mencionar lo abyecto cuando de eso se trata.

Nunca he considerado lo apolineo como lo opuesto a lo dionisiaco, así que yo llamo a todos a su lectura.

@Faulkneriano hace 9 años

Quería decir moho, por la podredumbre, física y moral.. Y sí, se puede ser apolíneo y dionisíaco a la vez. Es lo bueno que tiene esto de leer con mucha cintura...

Me gusta Malcolm Lowry, que es dionisíaco; y Thomas Mann, que no puede ser más apolíneo. Pollock, pues eso... capta mi interés.

@Guille hace 9 años

Ya, ya, me ha quedado claro :). Yo no creo que Pollock sea una cumbre de la literatura, pero pocas cumbres hay que no hayan tratado la podredumbre del ser humano en alguno de sus aspectos y los dos que citas son dos buenos ejemplos. La forma de hacerlo ya es otro cantar.