REBELDE SIN PAUSA por EKELEDUDU

Portada de 86 DISPAROS

Guillermo "Quito" Mariani es un ex cura cordobés, que renunció a su puesto de párroco -según tengo entendido- a los 79 años, tiempo después de la publicación de un libro suyo, SIN TAPUJOS, que causó revuelo entre algunos sectores del clero, por tratarse de una autobiografía en la que reconocía haber vivido -supongo que ya ordenado sacerdote- ciertas experiencias sexuales. Lamentablemente, lo mismo ése que otros libros de Mariani se encuentran actualmente agotados, de modo que no he podido leerlos. Siete años después de su renuncia, Mariani parece decidido a seguir sacando libros incómodos, como lo prueba este 86 disparos, que contó con la colaboración de un conocido dibujante e historieta de la misma provincia, "Agite". Empecemos diciendo que quien espere contar, merced a este libro, con lectura interesante para unos cuantos días será un iluso, porque en ese sentido, alcanza apenas para unas horas, al menos si no se hace más que leer de corrido. los disparos a los que se refiere el título son otros tantos pensamientos sobre distintos temas (la vida, la libertad, la verdad, la sociedad), uno por cada año que cumplía el autor en ese año (2013); y si cualquier idea, provenga de quien provenga, amerita que se medite sobre ella, cuánto más si el autor es semejante personaje que debe tener tantos admiradores como detractores.. No es necesario coincidir siempre con él; creo que hasta el propio Mariani desconfiaría si hallara total aprobación de sus lectores. Pero sí diría que es casi obligatorio reflexionar EN SERIO sobre lo que él dice. Porque con franqueza, seguramente nos encantará leer cómo fustiga a los políticos, a la Iglesia, a la policía, a los poderosos en general; pero ¿cómo andaremos por casa, cuando las frases de Mariani nos atañan de manera más íntima? ¿Miraremos para otro lado, haciéndonos los giles? Pero entonces estaríamos haciendo de esta obra un simple libro de frases bonitas o supuestamente profundas, algo que, me temo, disgustaría considerablemente a su autor. Más inteligente sería meditar detenidamente sobre cada una de sus sentencias; resistir a la tentación de insistir en que se equivoca, si en el fondo sabemos que es así; y luego, una vez que asumimos que el pensamiento de turno se refiere a nosotros mucho más de lo que querríamos admitir, enderezar todo aquello en nuestra vida y/o nuestra conducta que deba ser interesado. Es, en efecto, muy fácil despotricar contra los poderosos o culparlos de todo lo que hacen o dejan de hacer; pero quizás alguna vez esos poderosos fueron hombres tan cualunques como nosotros, que a su vez despotricaban contra quienes les precedieron en el poder y, por la costumbre de nunca ver la viga en el propio ojo, cuando les tocó el turno a ellos, no fueron mejores.

Para leer este libro, entonces, debemos sobre todo estar dispuestos a notar la viga en el ojo propio, algo que nunca es lindo, y a estar dispuestos a quitárnosla, lo que nunca, jamás es fácil. Dependemos demasiado de los libros de autoayuda para regular nuestras vidas y de la TV o los juguetes sofisticados para mantener entretenidos a nuestros hijos; estamos demasiados resignados a la rutina y demasiado asustados ante la idea de salir de ella (esto es para mí, lamento decirlo) para aceptar una aventura o un desafío; estamos más acostumbrados de lo que creemos a considerar nuestras ideas como verdad absoluta, para admitir otros puntos de vista. Y no obstante, hay que tirar a la basura por lo menos las tres cuartas partes de nuestros libros de autoayuda (reconozcamos que también los hay muy buenos), posiblemente la misma proporción de chiches electrónicos, nuestras ideas de universalización de nuestras presuntas verdades y, maldito ex cura, sí, la rutina. De lo que Mariani piense y diga de los poderosos, que se encarguen los poderosos; nosotros ocupémonos de lo nuestro. Personalmente, y ya que decíamos que no siempre tenemos por qué estar de acuerdo con lo que él dice, disiento un poco con él sobre ese tema, porque cuando presuntos oprimidos adquieren cierto poder, suelen ser tan ruines como las instituciones establecidas, o peores incluso con ellas; por ejemplo, durante los saqueos en épocas de crisis, cuando masas embrutecidas dejaban en la ruina a humildes trabajadores, así que ya no me conmueven tanto los abusos de los políticos, de la Iglesia o de la policía. Pero es sólo mi opinión.

También debo confesar que las ilustraciones de "Agite" no me convencen demasiado. Tiene momentos de innegable genialidad, incluido el arte de tapa, pero en general su estilo no me va. También esto es subjetivo, y de todas maneras, no tiene mayor importancia: en este caso, los dibujos seguirían siendo un complemento incluso si fueran de Durero.

Como cierre, vale la pena destacar dos frases de Marianni. Una es dolorosamente cierta: cuando el amor muere, es casi imposible resucitarlo. Duele, mierda, ya lo creo que duele. Pero la otra, sobre el final del libro, es decididamente conmovedora: Recuerda, en el dolor de la noche, que hay aurora. No me gustó lo que dijo al principio del libro respecto a la rutina, señor Marianni, pero gracias a ese hermoso final, ego te absolvo a pecattis tuis.

Escrita hace 10 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

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