“¡MADRE MÍA, QUÉ DESESPERACIÓN! ¡MADRE! por Tharl

Portada de TIO VANIA

Debe ser terrible. Pasarse décadas trabajando para otros, viviendo la vida de otros y, un buen día, forzado a la ociosidad, tomar conciencia de que se ha desperdiciado la vida..

No es para menos la rebelión furiosa de Voinitski. Otro hombre pequeño que languidece lentamente. Como Astrov, el médico. Ambos contemplan cómo, en palabras de Astrov, “esta vida rutinaria, esta vida deleznable nos ha absorbido, ha emponzoñado nuestra sangre”. Pero Astrov es más sofisticado y, sin la ingenuidad trágica de Voinitski, reacciona con ironía, serenidad y burla. “Con los sentimientos como embotados, no quiero nada, no necesito nada, no amo a nadie.”

“En medio de este tedio abrumador, rodeados de personas que más se asemejan a manchas grises, que sólo dicen banalidades, que se limitan a comer, beber y dormir” es difícil no sentirse atraído por alguien distinto a los demás, bien parecido, interesante, atractivo. Esa persona que llega como un rayo de luz en las tinieblas se convierte en el cuerpo de la esperanza de una nueva vida. Ese amor adultero es el acto rebelión que rompe con la vida que nos ha sido impuesta y nos promete apoderarnos de ella. Eso es Elena Andréievna para los dos amigos, y Astrov para Elena y Sonia. Astrov y Sonia. La única pareja que pudiera haber funcionado y que es frustrada de raíz por la mediación, inicialmente bien intencionada, de Helène. Qué terrible asentimiento con la cabeza. Hay algo fatal en la lánguida Elena. Un vacío autoimpuesto, no se sabe muy bien por qué, que capta y devora todas las esperanzas. Empezando por las suyas.

Todos estos seres están atrapados, y desde el primer acto contemplamos sus esperanzas y motivaciones, que serán frustradas en el magnífico tercer acto. Pero tanto o más patéticos que ellos resultan los ociosos Serebriakov (el herr profesor) y María Vasílievna. Voinitski les reprocha haberle robado la vida, haberse desvivido por ellos para nada, engañado. Pero ambos están igual de engañados con sus libros siempre en la mano. Ninguno de ellos vive realmente una vida propia, pues, al contrario que el resto, ni si quiera han tomado conciencia de ella.

Pero “¡Qué se le va a hacer!... ¡Hay que vivir!”, y para ello, una vez han sido frustradas las esperanzas, todos los caminos conduce a un estado vegetativo. La resignación y la esperanza en el descanso después de la muerte, la huida, el ensimismamiento en el trabajo o la copita de vodka que se acepta con vacilación. Siempre un alejamiento con lo ocurrido y con uno mismo, y con el resto.

“El tío Vania” primero es una advertencia, y otra, después una sacudida, y, finalmente, una lágrima de resignación.

“Día y noche, lo mismo que un trasgo, me corroe la idea de que mi vida está perdida sin remedio.”

Escrita hace 10 años · 5 puntos con 4 votos · @Tharl le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Nastenka hace 10 años

Algún día tendré que empezar con Chéjov...
Apuntado queda éste.