BOLEN, EN EL LIBRO QUE LA HIZO MUNDIALMENTE FAMOSA por EKELEDUDU

Portada de LAS DIOSAS DE CADA MUJER: UNA NUEVA PSICOLOGÍA FEMENINA

"No entiendo a las mujeres"... Esta frase hecha es una constante entre los hombres, pero nos queda el consuelo de que quienes sí creían entenderlas en realidad las entendían menos que todos los demás juntos. ¿Qué pensar, si nó, de ese sexópata de Sigmund Freud que teorizaba -según leemos en este libro- que "el hecho de no tener penes convertía a las mujeres en lisiadas e inferiores" y que "las mujeres normales padecían el deseo de tener pene, eran masoquistas y narcisistas y tenían un superego poco desarrollado"?... ¿Y éste era un analista? El tipo estaba más loco que una cabra. Con lo avanzada que está ahora la cirugía, no sé por qué, si esto fuera cierto, no hay muchedumbres de mujeres agolpándose en sanatorios para implantarse penes y solucionar tan tremendos problemas sicológicos de una buena vez. Y por otra parte, los hombres, ¿qué?... Porque francamente, tanto ellos como las mujeres son igualmente incomprensibles e inescrutables. Y es que ni con los hombres ni con las mujeres están vistos todos los ejemplares con sólo ver uno de ellos. Si algo caracteriza a la especie humana es justamente la diversidad en todos sus aspectos, incluyendo el sicológico. Teniendo en cuenta eso, se puede evaluar independientemente a cada ser humano -hombre o mujer- guiándose por ciertas premisas o pautas de comportamiento. En la sicología junguiana, dichas pautas han sido denominadas arquetipos, según se dijo al comentar DIOSES INTERIORES, de Laura Winckler, y LOS DIOSES DE CADA HOMBRE, de Jean Shinoda Bolen, precisamente la autora que ahora nos ocupa y que antes de aquél había escrito éste del que hablamos ahora y que le granjeó inmensa fama entre el público no especializado.

La doctora Bolen sigue los pasos de Jung, por supuesto, pero eso no significa que esté de acuerdo en un cien por ciento con él o que carezca de opinión propia (si así fuera, por otra parte, no habría alcanzado esa fama de la que hoy goza). Según ella, Jung era sólo un poco más amable que Freud en sus conceptos sobre la mujer. Se regían, por lo visto, conforme a los antiguos conceptos, según los cuales las féminas morían por permanecer a la sombra del género masculino y por formar una familia y dedicarse a las tareas del hogar. Estos tipos por lo visto nunca habían oído hablar de las amazonas o las valquirias, figuras mitológicas, sí, pero que sin duda tenían que estar inspirados en actitudes más desafiantemente igualitaristas de las mujeres en sus respectivas sociedades. Y mejor no sigamos, porque vamos a terminar concluyendo que no se trata tanto de lo complicadas que ellas sean, como de lo estúpidos que somos al tratar de entenderlas.

Como sea, tras una lectura de este libro ya no habrá excusa válida. Bolen interpreta las personalidades femeninas tomando a figuras de la mitología grecorromana como arquetipos. Así transitan por sus páginas, en primer lugar, la combativa feminista Artemisa, la temible Atenea y la invisible (socialmente) Hestia, las "diosas vírgenes" que van a contramano de las tradicionales opiniones machistas de Freud, Jung y tantos otros. Algo que quiero destacar, porque me asombró a mí mismo, fue el dato de que algunas mujeres Artemisa se casan con homosexuales a sabiendas de que lo son, en contradicción con la noción popular, ciertamente chabacana, de que lo que quieren las mujeres de los hombres es sentir sus atributos sexuales en ellas (por decirlo con suavidad y rebusque). Siguen luego las diosas vulnerables: Hera, celosa señora del Olimpo, la maternal Deméter y la doncellesca Perséfone, concluyendo con la única diosa alquímica, la sentimental y bella Afrodita.

Pero Bolen no se detiene ahí. Compara el célebre juicio del príncipe troyano Paris con la elección del arquetipo a seguir por cada mujer. Cita una metáfora de un colega, también junguiano, para describir el interior de la mente humana, similar a un comité donde distintas y muy disímiles personas bregaran por imponer sus propios puntos de vista, hablando todos a la vez, explicando que está en cada uno de nosotros hacer hablar por turnos a nuestros arquetipos y dar curso, según lo amerite la ocasión, a uno o a otro. Y el capítulo final, si bien el libro entero carece de desperdicio, es decididamente hermoso, y un remate adecuado; es una exhortación a no darse por vencidas en la adversidad, a confiar más en ellas mismas, a no ver en cada obstáculo un castigo, sino una prueba. Conforme pasa el tiempo, cada vez más voy pensando exactamente eso, que nadie es nunca todo lo insignificante que cree ser, y que, pese a todas las imperfecciones que se tenga, vale la pena apostar por uno mismo. Afortunadamente, el así llamado sexo débil va descubriendo de a poco, y ya ha avanzado mucho en ese descubrimiento, que no es tan débil como suponía. Y si bien esta obra es recomendable para todo el mundo, mujeres u hombres, quizás aquéllas que no lo han descubierto su propia valía -tal vez por no entenderse ni ellas mismas, algo que en general nos sucede a todos en alguna etapa de la vida- sean las primeras a las que les convendría leerlo. Dudo que sigan siendo las mismas después de haberlo hecho.

Escrita hace 10 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

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