HORROR EN LOS ALPES SUIZOS por EKELEDUDU

Portada de VIA MALA

Es curioso que las dos únicas novelas que leí de John Knittel -un escritor suizo un tanto polémico por haber tenido ciertas aparentemente ambiguas vinculaciones con el nazismo- las haya leído, ambas, a los once años. De una, TERRA MAGNA, apenas si recuerdo mucho. Era buena pero, tal vez, demasiado exótica, protagonizada por aristócratas ingleses en el norte de Africa, con carreras de caballos y cosas por el estilo; algo agradable de leer, pero no demasiado trascendente. En cambio, veo difícil que alguien pueda leer la otra, la que ahora nos ocupa, y relegarla al olvido. VIA MALA pone realmente los pelos de punta desde su mismo inicio en un tiempo impreciso, pero casi con seguridad la década de 1930-1940, habida cuenta de que el libro apareció en 1938; puede que más adelante se mencione alguna fecha concreta, pero si es así, no la tengo presente. En las bellas pero agrestes e inhóspitas cumbres de los Alpes suizos hay un sendero, la Vía Mala, que lleva al aserradero de los Lauretz. El cabeza de familia, Jonas Lauretz, es un hombre gigantesco, brutal e implacable, que intimida a sus vecinos de Andruss y directamente aterra a su propia prole. Frau Martha Lauretz, su sufrida esposa, no es capaz de hacerle frente debidamente, y se ve obligada a apoyarse en sus propios hijos, en vez de ser una protección para éstos. En alguna ocasión, su marido la atacó con un hacha; el hijo mayor, Niklaus, evitó que lograra hacerle daño, pero sin salvarse él mismo de la terrible ira de su padre, recibiendo un hachazo en la rodilla izquierda que nunca curó del todo, por lo que ahora cojea. Otras dos hijas, las mellizas Gritli y Ursuli, habían muerto por su culpa: el viejo había abierto las ventanas de su cuarto cierta noche en que el termómetro marcaba 25 grados bajo cero.Al perro de la familia, "Waldi", el viejo Lauretz le rompió una vez una pata a golpes. Jöry Wagner, el jornalero, le tiene terror, y no osa enfrentarlo a pesar de que el hijo que lleva su apellido en realidad lo engendró el viejo. La descripción de tantas atrocidades, sumadas al relativo aislamiento del aserradero, contribuyen a crear una atmósfera de opresivo horror.

La familia se completa con dos hijas, Hanna y Silvelie, y un extraño niño medio retrasado llamado Seppli (abreviatura de Sebastian) pero apodado Mannli, "hombrecito", de quien hablaremos más adelante, y cuyo padecimiento lo vuelve ajeno a la tragedia. De todos los mentados, sólo Silvelie guarda una cierta compasión hacia el viejo Lauretz. Por temporadas, éste se ausenta de su hogar, brindando un bienvenido respiro a su mujer e hijos; respiro del que también gozarán cuando el temible Jonas sea llamado a comparecer ante la justicia y arrestado, pero bajo unos cargos que casi dan risa: "Conducta irreverente y escandalosa en público; Falta de decoro; Embriaguez (cuarta vez); Adulterio y concubinato que excitan la indignación pública". Se reprocha al viejo haber ultrajado el crucifijo de Nauders, "arrojando pellas de barro a la cabeza de la imagen de Jesús y lanzando espantosas blasfemias contra el Salvador"; y por creyente que uno sea, uno no puede menos que darle la razón al viejo Lauretz cuando replica: "Yo no creo en un leño": allá arriba se están jugando vidas humanas, señaladas como sagradas por la misma Biblia, y estos asnos están preocupados por una ofensa contra un símbolo de fe que, a su modo, podría ser tomado como un vulgar objeto de idolatría.

Como sea, el viejo Lauretz irá a la cárcel, pero por breve tiempo, y cuando salga, volverá más siniestro que nunca; por lo que la familia, en ausencia de Silvelie (quien no aprobaría el plan) empieza a tramar, en salvaguarda de su integridad física y su cordura, el asesinato del viejo. Y tan brutal y espeluznante como todo lo anterior resulta dicho asesinato cuando tiene lugar con la complicidad activa de Jöry. Mejor final espantoso, que espanto sin fin, podría aducirse, no sin razón; pero la pesadilla en este caso no ha terminado. El viejo Lauretz prácticamente carecía de conciencia, pero no ocurre lo mismo con su familia. La complicidad de Jöry fue comprada merced a la promesa de una generosa suma de dinero; de no poder pagarla -o de exigir el secuaz siempre más dinero, a cambio de no hablar- los Lauretz estarán en problemas. Y no es agradable eso de tener que mentirle a Silvelie, a quien se le dice que el viejo, simplemente, se fue y no volvió. Y lo más grave: se abrirá una investigación por la desaparición del viejo Lauretz, y paradójicamente, un juez de instrucción, Andreas Von Richenau, se pondrá de novio con Silvelie y se casará con ella tras romper con una tonta e insoportable novia anterior. Inevitablemente, acabará enterándose tanto del espeluznante crimen como de los comprensibles móviles del mismo, y en sus manos quedará entonces el destino de la familia.

El misterioso Mannli termina de crear una atmósfera alucinante. Este niño, sobre cuyo retraso los médicos no logran ponerse de acuerdo, posee un inexplicable don que le permite intuir ciertos acontecimientos antes de que se produzcan, y de anunciarlos por medio de curiosos sonidos. No participa activamente de la tragedia de VÍA MALA, y sin embargo, se arraiga en la memoria con más fuerza que otros personajes.

Personalmente opino que los excesos cinematográficos (de los literarios no puedo opinar) de Hannibal Lecter distan mucho del auténtico horror. Lo que él hace es horrendo, no hay duda, pero la mayoría de los espectadores no se impresiona por sus morbosos crímenes, y más bien está fascinada por ellos. La tétrica violencia de VÍA MALA, en cambio, golpea sin piedad pese a ser menos gráfica, con la salvedad del asesinato del viejo, descrito en todo detalle; y golpea todavía más fuerte, porque hoy en día el aserradero de los Lauretz podemos encontrarlo en plena ciudad, donde legislaciones ineficaces, funcionarios corruptos y desinformación a menudo siguen dejando desamparados a quienes más protección necesitan, y protegiendo al culpable. Eso es, para mí genuino horror: el que nos estremece hasta la médula, no el que, igual que una droga, genera adictos a la violencia y deja pidiendo más.

La novela conoció distintas adaptaciones para cine y televisión. Tengo entendido que la que se realizó en formato de miniserie televisiva en 1985 con dirección de Tom Toelle era excelente, aunque sinceramente no me imagino a la sensual Maruschka Detmers, quien protagonizó en 1983 CARMEN, PASIÓN Y MUERTE, de Jean-Luc Godard, y en 1986 EL DIABLO EN EL CUERPO, de Marco Bellocchio, en el rol de la dulce Silvelie. Lamentablemente, esa miniserie nunca se estrenó en Argentina, donde curiosamente se rodó, en 1944, la primera adaptación cinematográfica de VÍA MALA, bajo el nombre de SE ABRE EL ABISMO y con dirección de Pierre Chenal. Tampoco ésta pude verla, pero aunque también tuvo buenas críticas, debo admitir que ya el hecho de saber que la familia Lauretz aparece convertida en la familia Ferry no contribuye a que me lamente por ello. También es dable preguntarse si se rodó en un escenario que al menos se parezca al ambiente alpino, o si la acción tuvo que trasladarse al llano. No concibo VIA MALA en otro ambiente que no sean los majestuosos y ásperos Alpes.

VÍA MALA es un estremecedor recordatorio de que lo que nuestra civilización con frecuencia se acerca más a la barbarie que la misma barbarie.

Escrita hace 10 años · 5 puntos con 2 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 3 años

Esta reseña no la había visto en su día. Gracias, Ekeledudu, por hacerme recordar una novela que aáun debe andar por casa de mis padres, en una edición del Círculo de Lectores, y que leí, yo también... a los once o doce años. ¡Qué casualidad! Para entonces las lecturas infantiles era bastante escasas, pero nos las apañábamos. Y si no nos enterábamos, pues mejor.

@EKELEDUDU hace 3 años

sopadelibros. sí, cuando me uní a Sopa de Libros uno de mis propósitos era difundir libros no tan conocidos, entre ellos los que están de oferta y nadie lleva por no haber oído siquiera mencionarlos, pero que son muy buenos. No sólo es que en ese entonces la literatura infantil era escasa, sino que no tenía difusión. De EL HOBBITT, por ejemplo, yo no supe hasta que tuve unos dieciséis años. No había en ese entonces un libro infantil con la fama que hoy tiene, por ejemplo, la saga de Harry Potter. Y como bien decís, teníamos que arreglárnoslas con lo que hubiera a mano.

@EKELEDUDU hace 3 años

No sé por qué cité a Sopa de Libros si quería responderle a Faulkneriano.