POR UN SIMPLE DETALLITO... por EKELEDUDU

Portada de EL LIBRO DE LOS TRES

Leí este libro dos veces en mi vida, y la segunda hace ya tiempo Debo reconocer que lo que me indujo a leerlo la primera vez fue que se trataba del primero de los cinco libros de las Crónicas de Prydain, los cuales habían sido adaptados por la Disney en una sensacional película de dibujos animados de la que hoy esa compañía parece avergonzarse mucho , no obstante ser, en mi opinión, una de sus obras más descollantes de todos los tiempos: EL CALDERO MÁGICO (1985). Ninguno de los personajes de la película dejaba de hacer lo que estaba haciendo para ponerse a cantar y a bailar, y el villano, el Rey del Mal, era sencillamente terrorífico: andaba a la búsqueda del caldero del título con miras a usarlo para revivir un ejército de esqueletos. La resurrección de este ejército se producía en cierto punto de la película, y se ve que el Instituto Nacional de Cinematografía consideró que ese pasaje era tremendo de veras, ya que cuando el filme se estrenó en cines lo hizo sin unas cuantas escenas que sí pudieron apreciarse cuando EL CALDERO MÁGICO pasó al video.

La primera vez que leí este libro, por lo tanto, yo esperaba encontrar en él el mismo impacto que me había producido la película, y me resultó sumamente decepcionante. Desde ya que fue culpa mía, porque evidentemente los estudios Disney tenían que haber mutilado la saga hasta la exageración, si de cinco libros de extensión media habían hecho hora y media de película. Por lo tanto, en EL LIBRO DE LOS TRES aparece un gran número de personajes que en EL CALDERO MÁGICO, hablamos siempre de la película (vale la aclaración, porque uno de los libros de la saga se llama también así), no figuraban para nada, caso por ejemplo de un tal Gwydion, un príncipe guerrero. El Rey del Mal es aquí el Rey con Cuernos (traducción indudablemente más fiel al original, Horned King) y no es "EL" villano, sino sólo uno de tres. Además, según se infería de conversaciones de los personajes, el Rey con Cuernos sólo tenía una máscara que le confería un aspecto cadavérico, mientras que en el filme así lucía su verdadero rostro, no había máscara alguna. Que el terrorífico Rey del Mal quedara de esta manera degradado a segundón de opereta, me parecía un crimen; y aunque terminé el libro, lo leí sin ganas y apurándome para llegar al final y pasar a otra cosa. Evidentemente, no es la mejor forma de leer un libro.

Años más tarde le di una nueva oportunidad, y esta vez la lectura fue hecha ignorando la película de Disney, como si no existiera. Partiendo de esta premisa, el libro resultaba mucho más agradable y simpático. El argumento de EL LIBRO DE LOS TRES gira en torno a Taran, un simple aprendiz de porquerizo que, no adelantamos nada diciéndolo, terminará siendo el héroe de la saga. Digo que no adelantamos nada, porque el propio Lloyd Alexander de alguna manera lo anuncia en una nota previa donde además comenta que algunos personajes, como Gwydion, se han tomado de la mitología galesa, mientras que otros (Taran entre ellos) son de la propia cosecha del autor. Taran vive en Caer Dallben, donde cuida de una peculiar cerda llamada Hen Wen (definitivamente no una cerda cualquiera, ya que provoca visiones oraculares), pero soñando con convertirse en un gran guerrero. Durante un caótico episodio (los animales de la granja parecen volverse locos ante una vaga e invisible amenaza) Hen Wen escapa de la granja y se interna en el bosque, seguida por Taran, quien sin embargo acaba perdiendo el rastro del animal, para casi en seguida verse forzado a ocultarse de un grupo enemigo liderado, parece, por el propio Rey con Cuernos, aquí, ya lo dijimos, un mero lacayo del villano principal, que se llama Arawn. Es el puntapié inicial de una serie de aventuras, más de las que Taran, tal vez, desearía.

Y sinceramente, esta segunda lectura venía muy bien; el libro me resultaba entretenido y me dejaba con ganas de conseguir los cuatro siguientes para ver cómo seguía la cosa... Hasta que un simple detallito viene a arruinarlo todo. Decimos detallito, porque se trata de un solo párrafo, y sin embargo, lo que se dice en el mismo resulta tan descolgado, inconexo y sin sentido, que arruina la obra entera, o al menos me la arruinó a mí. Ubiquémonos argumentalmente: Taran ha caído prisionero de la Reina Achren, otra villana, pero está fugándose de las mazmorras junto con una chica, una princesa llamada Eilonwy, que oficia de guía en esa evasión. De golpe y porrazo, en el párrafo del que hablamos, el castillo se viene abajo, a pesar de que no parecía particularmente en peligro de inminente derrumbe. Eso es lo de menos, porque podría haber una explicación lógica para el incidente (y de hecho, la explicación aparece en las últimas páginas), pero lo que no tiene pies ni cabeza es que Taran y Eilonwy observen el hecho con absoluta abulia, sin sobresaltarse (después de todo, ¡podían haber quedado sepultados bajo esos escombros!) ni preguntarse qué diablos ocurrió allí; como si formase parte de la rutina diaria que en algún momento de la jornada se viniese abajo un castillo, y bueno, justo ese día le tocaba a ése, así es la vida, alguna vez tenía que suceder, ya se había salvado del derrumbe demasiado tiempo. Uno, que hasta ese momento seguía el relato con mucho interés y reprochándose la tal vez injusta comparación con la película de Disney, en ese momento, superado por las pocas palabras con que el autor despacha un incidente que merecía un tratamiento un poco más largo y detallado, no puede menos que hacer el libro a un lado y quedarse preguntado si al tener que escribir el párrafo en cuestión, el señor Alexander no estaría completamente ebrio.

Y es triste, pero ese simple, ridículamente minúsculo detallito, a mí me arruinó la lectura entera. Por supuesto, no necesariamente tiene que ocurrirles lo mismo a todos los lectores.

Escrita hace 10 años · 4 puntos con 1 voto · @EKELEDUDU le ha puesto un 6 ·

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