DEMOSTRACIONES DE UN TURISTA IMPERTINENTE por Tharl

Portada de PYONGYANG

Entre el antropólogo colonial que viaja a una civilización exótica con curiosidad pero la seguridad en la superioridad absoluta de su sociedad frente la de los seres primitivos que visita, y el turista impertinente, Guy Delisle viaja a Corea para demostrar a algún posible despistado que Corea del norte, también llamada, Norcorea, o mil novecientos corea y cuatro, es el infierno.
Razones, como el mismo DEmuestra, no le faltan. Corea del norte es un país paradójico, con uno de los mayores ejércitos del mundo y una población que se muere de hambre, con una falta absoluta de libertad y una deleznable política de fidelización al régimen; cerrado al exterior, absolutamente aislacionista y volcado en mostrar a los escasos extranjeros, mediante burdos engaños, la opulencia y prosperidad del país. En el cómic hay más críticas al totalitarismo coreano que le acercan a cualquier país tercermundista y que Delisle demuestra con insistencia, pero me parece más interesante la tecnología discursiva que emplea el estado. Delisle una vez más, se recrea en demostrar los más burdos actos de propaganda del régimen -altavoces, carteles, fotos, etc.- y el control de los medios de información, pero lamentablemente se le olvidan explorar (en caso de que los hayas), herramientas más sofisticadas como aquellas de que hablaba su adorado Orwell, o la sofisticación empleada por otros estados (Isr**l: importante exportador, por encima de Corea del norte, en equipos de vigilancia).
Tampoco presta especial atención a aquella pregunta que a mí más me interesa. Y que por algún milagro plantea a la mitad del libro (y la despacha en 7 viñetas). La pregunta, formulada por el autor es: “¿Creen ellos en todas esas CHORRADAS que tratan de hacerles TRAGAR?” Delisle lo tiene claro: los más pobres del régimen se tragan esas chorradas por ignorancia, los afortunados que han podido viajar al extranjero y saborear LA LIBERTAD, “viven en un estado de paradoja constante donde la Verdad es todo salvo inmutable”, y el motivo de esto es claro, el terror de ser ingresados, junto a su familia, en un campo de concentración, que oficialmente no existen pero todos conocen. Por supuesto, Guy Delisle ha llegado a semejantes conclusiones sin necesidad (ni posibilidad, admitámoslo), de hablar con ellos. Al canadiense le interesa tanto comprender la vida en Corea que prescinde de toda contextualización histórica tan común en el género.
Hay también, alguna crítica a aquellos países civilizados. Sobre todo la hipócrita actitud hacia Corea del Norte y, como manifestación de ello, la deslocalización de la producción de dibujos animados. Lo único interesante en este punto, es que en el aeropuerto, a la espera de embarcar hacia Corea, les ponen videos de accidentes.

Todo esto es presentado con un dibujo sencillísimo y eficaz, y unos diálogos que aunque hablan desde el púlpito de la verdad, son agradables, ligeros, irónicos y capaces de sacar alguna sonrisa. Y sobre todo, impertinentes. En Corea lo malo no solo es el régimen: el paisaje es mediocre, la comida asquerosa, los coreanos insoportables, sus trabajadores (en la mayoría y en lo referente a la animación) inútiles, y sus hábitos (como fumar en el coche), irrespetuosos y primitivos.

El cómic es curioso y se lee rápido, pero ni aporta nada que no pueda leerse en menos tiempo en internet, ni hay un mínimo intento de comprensión.
No me gusta el infierno, pero siempre he pensado que probablemente haga menos calor de lo que dicen, y que sus habitantes están más cómodos de lo que pensamos.
Un 5.5.

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 5 votos · @Tharl le ha puesto un 6 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 11 años

No es un mal comic... El dibujo tiene una austeridad inquietante, muy apropiada, dibujando paisajes desiertos y vastos edificios oficiales sin sentido. La mirada del turista es inevitable, pero no me pareció trivial, ni superficial, ni desdeñoso. Claro que poco sé de Corea del Norte...