LA LUCHA POR SOBREVIVIR por FAUSTO

Portada de LA BUSCA

“La busca” es la primera novela de la trilogía “La lucha por la vida”, y personalmente es la segunda novela del escritor vasco que tengo a bien “echarme al coleto”, tras la magnífica “El árbol de la ciencia”. Una trama con claroscuros donde la existencia es una cruenta lucha, como señala el título “darwiniano” de la saga. Conseguir comida y poder alimentarse (bien o mal, mucho o poco) y lo que ello conlleva o arrastra es “el pan nuestro de cada día” de una muchedumbre variopinta.

Antes de seguir comentando el escrito glosaré la edición que he elegido: el volumen de la editorial, hasta ahora desconocida por mí, Caro Raggio. Un tomo realmente curioso que se puede tildar de “familiar”. La editorial fue fundada en los años 20 por su cuñado, y el libro se compone del texto de Pío ilustrado con una serie de dibujos realizada ex profeso por su hermano, el pintor Ricardo Baroja, y como proemio una breve e interesante introducción del sobrino de ambos, el antropólogo y ensayista Julio Caro Baroja. El prólogo nos pone en antecedentes sobre la vida madrileña del autor, conocedor de la capital, de sus gentes más desfavorecidas e incluso las cuestiones laborales de la época, no en vano regentó una panadería (unos de los escenarios de la novela). Se comenta sus gustos literarios, como los folletines de Sue o lecturas más ilustres como las novelas de Balzac. Además de otros aspectos, Julio Caro Baroja subraya que “La busca” no es la novela típica de escritores sociales al estilo de Gorki, es más bien una narración “documental” con características de objetividad, frialdad y sin caer en sentimentalismos (esta frialdad, casualidad o causalidad, ya lo lleva en el apellido: Baroja en eusquera significa rio frío o valle frío). Reflexión acertada y que, a priori, me suscitó buenas premoniciones lectoras; sin embargo, después de la lectura, lo que con antelación parece una virtud ahí reside uno de sus defectos.

“La busca” es una obra realista divida en 3 partes con desigualdad en extensión y capítulos. En la breve primera parte, posiblemente la mejor ya que consigue atrapar la atención del lector, se hace un detallado retrato del Madrid de principios de siglo, básicamente sobre ambientes humildes que se acentuarán en las 2 siguientes etapas. Manuel, el joven protagonista, será los ojos del autor y se convertirá en una especie de crónica-documento de la ciudad. La acción comienza en la típica pensión donde conviven las más dispares personalidades: estudiantes, curas, prostitutas, buscavidas, fisgonas, maledicentes, etc. Singular lugar (tan bien aprovechado literariamente) donde se dan un sinfín de intereses, amoríos, intrigas y confabulaciones.
Tras este corto periodo, entra en el mundo laboral o, mejor dicho, consigue un “curro precario”. Una zapatería, propiedad de unos parientes, donde trabará conocimiento con su primo que será la llave para el descubrimiento de los barrios bajos, la criminalidad y las tascas con personajes estrafalarios y de baja estofa. El novelista refleja perfectamente esta chusma, no sólo físicamente (taras, enfermedades y maneras), sino también el lenguaje o jerga que los identifica. El humor, presente en la primera parte y al inicio de ésta, se va diluyendo conforme avanzan las aventuras (o desventuras) de Miguel; una actitud más acorde con el tono trágico y pesimista de la historia. Lo que si continúa, de forma exhaustiva y excelente, son las variadas descripciones, desde edificios deteriorados hasta atmósferas saturadas de podredumbre y miseria. Es un Madrid destartalado, sucio y con espacios malolientes, incluyendo los yermos cuadros campestres.
En la última parte el foco se centra en esta clase de microcosmos con sus estrambóticas figuras. Se ponen de manifiesto la moral laxa, los móviles egoístas, las acciones vulgares y la maldad acompañada con la omnipresente y atroz violencia. La hegemonía de la fuerza bruta y su “razón” (instintos bajos y básicos) anteponiéndose a otro tipo de consideración, es el principio por el cual se rige esta vida: es barato morir, trabajando o no; las relaciones de pareja o las pasiones son tortuosas, pues el amor es indisoluble con los celos y amargura; la mujer es siempre menospreciada y ella se reafirma con perversidad; el sexo es precoz y la prostitución una cosa cotidiana; el alcohol y los vicios son los elementos comunes a todos; la amistad se mide por el interés; y el compañerismo se ve con recelo.
Baroja ha dividido la vida (existencia-subsistencia) madrileña en 2 mundos paralelos (casi igual de míseros) pero interrelacionados: de un lado habitan la vida diurna, la sociedad urbana, la actividad serena y el esfuerzo de los trabajadores; y de la otra parte están la vida nocturna, los suburbios, la brusquedad y la actividad febril de los delincuentes. El protagonista, desde el inicio hasta el mismo final, se encuentra en un dilema moral entre elegir un camino u otro.

Novela escrita con un estilo sencillo, claro, ritmo ágil con abundantes diálogos y, como apunto al principio, de una forma atractiva. Configurado con un diseño “aséptico” dibuja la difícil situación de la capital de los primeros años del siglo XX, sin detenerse en buscar o indicar las causas (sociales o políticas) y culpables de la realidad. Baroja no cae en el error de tomar partido e inculpar (como el ínclito Galdós), ni siquiera se ampara en fórmulas naturalistas y maniqueas. En este sentido la narración es perfecta, no obstante, y según mi impresión, la novela adolece de varios momentos lánguidos y esa falta de vigor en expresar emociones pasa factura; todo ello debido a la pasividad y la apatía de carácter de la figura principal que está en perfecta sintonía y concordancia con la imparcialidad de la historia.
La trilogía fue escrita en el mismo año, 1904, y “La busca” tiene el suficiente aliciente para seguir con la serie. Continúa el ojo crítico de Baroja narrando las peripecias de Manuel que se adentra más en los mismos ambientes sórdidos e indigentes (“Mala hierba”) para culminar en el mundo obrero y entornos anarquistas (“Aurora roja”).

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 5 votos · @FAUSTO le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@lucero hace 11 años

Tu reseña me recuerda los libros de Emile Zola, ambientes sórdidos y una realidad que aplasta. No tengo leìdo nada de Pío Baroja, revolveré, creo que en la biblio de mis padres había... Y donde trabajo ...está La busca...a la Whish! Excelente reseña, da gusto porque uno sabe lo que le espera, y en el caso de este libro no son sonrisas!
Saludos Fausto

@FAUSTO hace 11 años

Hola, lucero. En cuanto a los ambientes y situaciones sí que deben parecerse, aunque Zola es más contundente y visceral en sus narraciones.
Creo que “La busca” puede ser una buena novela para iniciarse en este escritor ya que se lee con mucha fluidez, y lo mismo digo con la otra novela: “El árbol de la ciencia”, que le guardo un grato recuerdo.

Saludos.