INGLESES Y PROVINCIANOS por sedacala

Portada de MIDDLEMARCH

Hace tiempo que tenía ganas de leer “Middlemarch”; más o menos, desde que terminé la excelente novela de trasfondo feminista que es “El molino del Floss”, con la que, a su vez, confirmé el buen sabor de boca que me había dejado el primer libro de Eliot que leí: “Silas Marner”, un encantador, y maravilloso cuento. La extensión de estas tres novelas, crecía según pasaba de un libro a otro hasta las 950 páginas de “Middlemarch”, lo que pone en evidencia la complejidad y las aspiraciones, en todos los sentidos que su autora puso en ésta su obra más extensa y elaborada.
Las novelas más largas de esta época, suelen tener un argumento y unos personajes principales, rodeados de otros secundarios con pequeñas tramas vinculadas a la principal que le hacen de coro; si la novela es muy larga, puede que la trama se desdoble en dos o más grupos de personajes principales, que según avanza la novela van vinculándose entre ellos para llegar al final con las distintas tramas bastante relacionadas entre sí (tengo en mente Guerra y Paz). En Middlemarch, aún se va más lejos, por que hay tres historias iniciales que, además, se mantienen prácticamente independientes entre sí hasta el final; hay algunos puntos de conexión entre personajes, pero los vínculos no dejan de ser mínimos; de hecho, es difícil dar una respuesta tajante a la pregunta de quien es el protagonista principal. Y si he destacado en primer lugar los tres caminos paralelos que sigue la historia, es por ser un dato muy representativo del interés de la autora por abarcar mucho y crear así una panorámica global del mundo rural inglés; Middlemarch representa una comunidad ficticia, situada en el medio físico y social provinciano, en el que George Eliot, se desenvolvía como pez en el agua, en oposición, por ejemplo, a Dickens, que colocó casi todas sus obras en el medio urbano representado por Londres. De ahí también, el significativo subtítulo de la obra: “un estudio de la vida en provincias”.
En los libros de Marian Evans (George Eliot, era un seudónimo) aprecio características que, yo supongo, serán comunes a todas sus obras, o por lo menos, a las que yo he leído. Hablamos de una escritora que, a pesar de la presión social de la época en la que vive, dispone de un criterio INDEPENDIENTE sobre todo lo que juzga. Esto significa que hace su propio análisis personal de la mayoría de las cuestiones que trata, sin dejarse para ello influir demasiado por las ideas vigentes en la sociedad victoriana en la que vive; por esta razón, sus opiniones sobre cualquier asunto, tienen un sentido común mucho más homologable con el del siglo XX, que con el del último tercio del siglo XIX y, como una consecuencia directa de ese carácter avanzado, podría interpretarse, tal vez, su inserción en la novela de algunos personajes de carácter bonachón o benevolente con los que estaría anteponiendo un parapeto humorístico, con el que suavizar el efecto corrosivo y escandaloso de sus ideas, sobre una opinión pública de claro predominio conservador.
Otra característica principal suya, es la CRÍTICA a las normas sociales vigentes, empezando por poner en evidencia los problemas que sus personajes femeninos soportan por el mero hecho de serlo. Este carácter está siempre presente en su obra, pero quizá, en esta novela en concreto, su referencia a las penalidades de las mujeres, esté matizada por un intento de entender y acomodarse de manera pragmática a las circunstancias del entorno social, mucho más que por planteamientos propios del feminismo militante. En oposición a esto, recuerdo muy bien como en “El molino del Floss”, llamaba la atención el talante decidido en el logro de sus objetivos de Maggie Tulliver, la rebelde muchacha protagonista, que no se para a pensar en las dramáticas consecuencias que puede acarrearle su impulsiva actitud. En “Middlemarch”, no se llega a esos extremos; Dorothea, que es el personaje con más opciones de sostener un comportamiento feminista, no llega en ningún momento a entrar en una dinámica tan radical.
Otro de los temas sometidos a su CRÍTICA, es la implantación de la Iglesia en el medio rural británico. Hay unos cuantos datos curiosos para el lector español, como es el hecho sorprendente de que muchos jóvenes decidan dedicarse a ese ministerio espiritual como podrían dedicarse a cualquier otra cosa, o que su vocación, consecuentemente, sea muy escasa, o que su imagen pública sea razonablemente buena, pero, en cambio, su retribución sea muy poca; lo cierto es, que la autora adjudica un papel muy activo a los clérigos en la trama, poniendo en evidencia que el rol, supuestamente social, que la sociedad les adjudica, plantea más problemas de los que resuelve, tendiendo a desprestigiar su tarea más que a dignificarla. Hay que decir también, que aunque la autora había sido educada en el escrupuloso cumplimiento de la religión, al llegar a cierta edad abandonó sus creencias, aunque, no así los preceptos éticos y morales asumidos a través de su educación.
Un tercer aspecto reseñable como parte de la visión CRÍTICA, se refiere a una constante denuncia de la actitud negativa de la opinión pública del medio rural, contra cualquier avance del tipo que fuere, social, técnico, sanitario, etc. Esta actitud, firmemente arraigada, consistía en recelar de cualquier posible cambio potencial, por el temor sistemático de que acabara empeorando sus problemas; y daba igual que los cambios fueran políticos, como una inminente ley de Reforma en el Parlamento, la progresiva implantación del ferrocarril, o los avances en medicina predicados por Lydgate, uno de los protagonistas, que es médico y partidario del progreso.
Y ya por último, y en lógica sintonía con todo lo anterior, está su CRÍTICA a la tremenda importancia que la gente del lugar concede al disfrute de una buena posición social; cada uno a su nivel, todos se afanan por subir su escalón correspondiente, da igual que sea el último trabajador del campo, que los miembros más conspicuos de la aristocracia local. En este asunto, Eliot trata de posicionarse muy claramente contra la presión que semejante estructura crea en muchas personas, que fácilmente pueden confundir su escala de valores, en una búsqueda incontrolada del ascenso social, convirtiendo lo que es un vano deseo fútil, en el objetivo de su existencia, como le ocurre a Rosamond, otra de las protagonistas
La tercera característica fundamental de la obra de Eliot, es su habilidad para gestionar el MUNDO INTERIOR de los personajes. Como decía al principio hay seis personajes fundamentales, tres hombres y tres mujeres, y, al menos, otros tantos también de mucha importancia; todos ellos tienen una personalidad compleja que les hace agitarse y forcejear interiormente entre sus vocaciones, sus aspiraciones, sus afectos, su sentido de la responsabilidad o del egoísmo (según el caso), su grado de asimilación de los convencionalismos sociales, y su concepción del matrimonio, o del amor en el matrimonio. Estas batallas internas, son en algunos momentos tan fuertes que afectan a la capacidad expresiva de los personajes, que tienen que hacer esfuerzos ímprobos para comunicar a su interlocutor lo que sienten, evitando, en lo posible, ser malinterpretados. Hay un tête a tête impresionante Dorothea-Rosamond, en el último tramo de la novela, que considero, sin la más mínima duda, como uno de los momentos más espectaculares y tensos que recuerdo haber leído en cualquier libro, de cualquier época o de cualquier autor.
La última característica a que me quería referir, hace referencia a la TÉCNICA literaria que utiliza Eliot para contar su historia. Yo dividiría su texto, en dos apartados muy definidos; de un lado, capítulos puramente narrativos del desarrollo de la trama; y de otro, capítulos en los que la narradora, basándose en los hechos ya narrados, comenta, analiza, juzga, y reconviene, o amonesta si es preciso, y todo ello adoptando un tono que oscila entre didáctico y admonitorio.
La narración de los acontecimientos viene normalmente encajada en capítulos que contienen los diálogos entre personajes, intercalando leves comentarios de la autora, que puntualiza los detalles de la trama con su característico estilo lúcido, amable y hasta humorístico, en algunos casos. Tras uno o varios capítulos así planteados, la narradora cambia el paso y decide que conviene recapitular y extraer, en provecho del lector, las consecuencias de esos acontecimientos que la narración va deparando, lo que le lleva a dedicar otros tantos capítulos a contarnos sus puntos de vista y sus conclusiones sobre la marcha de la trama. Este, es un planteamiento impecable que hace la historia muy amena, a condición de que asimilemos bien estos capítulos dedicados a análisis o reconvenciones; y eso, no resulta siempre ser tan fácil. El texto con el que Eliot narra la historia y sus diálogos, es muy accesible para cualquier lector, independientemente de sus capacidades, pero el texto de los capítulos en los que expone, analiza, juzga o extrae sus conclusiones, no lo es tanto; ahí utiliza un lenguaje excelente, sin duda, pero muy exigente para su comprensión por su frecuente tendencia a encadenar, a través de frases muy largas, razonamientos basados cada uno en el anterior, y a introducir metáforas enlazadas una detrás de otra, que complican su entendimiento. Esto se agudiza en el momento en que la narradora presenta a algunos personajes, para luego pasar a otros y después a otros diferentes (recuérdese la división en tres historias paralelas). Esta presentación conduce a que, a lo largo del primer tercio del libro la trama no contenga demasiada actividad, pero en cambio, haya mucho contenido que explicar para poner al lector en antecedentes; en consecuencia, los pasajes propiamente narrativos son menos y más ligeros, mientras que los pasajes explicatorios o analíticos son muchos y densos. En este crítico punto, es en el que algunos lectores pueden pasar por dificultades para seguir el texto con comodidad. Cuando iba por la página trescientos, y me faltaban otras seiscientas, pensaba yo en lo que podrían decirme algunos lectores que conozco sobre la complejidad de estas páginas en caso de que se lo leyesen. Pero esa tendencia, enseguida se va modificando según avanza la trama y los análisis son cada vez menos necesarios, por que al final son los acontecimientos los que acaparan el protagonismo, y los capítulos que recogen las conclusiones últimas, se leen ya sin el menor esfuerzo por que su hipotética dificultad queda totalmente allanada por el aluvión de intensas emociones que disfruta el lector en su tramo final.
No me resisto a la tentación de hacer una pequeña semblanza de los personajes importantes, para que la atracción que pueda ejercer la novela sobre un lector potencial tenga nombres, rasgos y caracteres concretos.
Dorothea es, presuntamente, el personaje clave; y eso, a pesar de que durante una buena parte de la novela brilla más por su ausencia que por su presencia; ella, que forma parte de la aristocracia de Middlemarch, es una joven muy especial que comparte una serena, pero apabullante, belleza, con inquietudes que están muy por encima de lo material, hasta tal punto, que la propia autora, la compara en el prefacio de la novela con Teresa de Ávila. Esas inquietudes la llevan a tomar decisiones, obviamente discutibles, que condicionan todo el resto del argumento.
Lydgate, que quizá es el siguiente en importancia, es un médico educado en las más modernas tendencias de la medicina, que es bien recibido por provenir de una buena familia, aunque, por no disponer de fortuna ha de confiar en el éxito en su profesión para salir adelante; hombre joven, apuesto, orgulloso y dotado de plena confianza en si mismo, pronto entra en el juego de intereses de la pequeña política local y se compromete con Rosamond.
Fred Vincy, el hermano de Rosamond, es un jovencito, hijo del alcalde, convencido de pertenecer a una de las mejores familias del lugar, lo que le lleva a vivir como un irresponsable dandy, a pesar de que los negocios de su padre no den para tanto lustre. Sufre, para salir de sus apuros pecuniarios, y también para mejorar su imagen, de cara a merecer el amor de Mary.
Will Ladislaw, joven agraciado de origen incierto y, tal vez, turbio, dotado de sensibilidad y dotes de palabra, pero sin oficio ni beneficio, va tirando con ocupaciones periodísticas mientras simultáneamente, se labra una interesante amistad con Dorothea.
Rosamond Vincy, hermana de Fred, joven de educación enfocada al matrimonio, es una rubia muy hermosa, pero un tanto banal, que se casa con Lydgate pensando en el previsible éxito profesional de éste y en su consiguiente éxito social; es mujer, sin aspiraciones intelectuales, y de una cierta superficialidad.
Mary Garth, muchacha que no destaca por su belleza exterior, pero sí por la interior, gracias a un carácter dulce pero integro heredado de sus padres. Ama a Fred Vincy, pero no quiere comprometerse con él sin antes impulsar su regeneración.
Hay otros personajes de importancia también muy significativa, pero estos seis forman las parejas predecibles y configuran el núcleo duro de la novela. Solo cabe añadir que tal como apunté antes, es una novela que da la máxima importancia a los sentimientos; en ella cada personaje se debate por llevar a cabo su vocación o sus aspiraciones; Dorothea y Lydgate, sobre todo, pero también los otros, aún siendo sus anhelos más convencionales. Son luchas por adaptarse a los convencionalismos sociales, o por aferrarse a ellos como le ocurre, sobre todo, a Rosamond; o también, por la regeneración moral que intenta Fred Vincy; o por conseguir aquello que da sentido a su vida, caso de Will Ladislaw y así muchas más cosas, que si explicase ahora podría acabar destripando la novela.
No es, dentro de la obra de su autora, la que contiene una mayor carga de reivindicación femenina, pero, es curioso que leyendo las páginas de introducción previas, haya sabido que su reputación actual, muy aumentada desde los años setenta del siglo XX, sufre también de alguna crítica de origen feminista por considerar insatisfactorio el comportamiento de Dorothea, al no haberle insuflado en la ficción, un aliento que la llevase a actuar como la propia autora actuó en su vida particular, trabajando en el negocio editorial, o viviendo con un hombre casado al margen de las convenciones sociales. Esta crítica, salvando las obvias distancias, me recordó aquella otra que se le hizo a Harriet Beecher Stowe, por un exceso de debilidad, o por falta de convicción de sus ideas abolicionistas, expresadas a través de La cabaña del tío Tom; en ambos casos, me doy cuenta de lo fácil que es para un crítico de otra época posterior, dárselas de listo, y pasarse de duro con el autor.
Por tanto, acabo diciendo que, por su complicada estructura y por la explosión de sentimientos que se desata con su lectura, es una de las novelas más impresionantes que he leído, destacando por un aporte de cualidades, específicamente literarias, como es el caso, sobre todo, de la creación de unos extraordinarios personajes, que inducen a meditar, y en buena medida a compartir, las intensas emociones que ellos mismos soportan en el desarrollo de su interesantísima trama.

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 3 votos · @sedacala le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 11 años

Exahustiva reseña, sedacala, pero es lo menos que puede decirse de una novela de casi mil páginas, ambiciosa y totalizadora como pocas. Descifras bien su complejidad, porque la tiene: el narrador, como bien dices, pone orden en esa verdadera babel de sentimientos, actitudes y distintas formas de encarar la vida en pareja que constituyen el meollo de la novela. Esta obra tiene materia, por lo menos, para tres, pero de la confrontación de las historias se deducen, creo, provechosas sugerencias: Eliot, que muestra una vez más su inteligencia creadora, su infinita comprensión ante las pasiones humanas y su actitud crítica ante una sociedad que está lejos de aprobar, monta aquí una verdadera enciclopedia de sentimientos, sin parangón en la novela decimonónica, sujetada con una técnica verdaderamente prodigiosa en una estructura tan libre en la formulación de tramas como férrea en su estructura y resolución final. Algo, muy, muy dificil de hacer sin que te desmanden los personajes y la novela se te vaya de las manos. Eliot no sólo era una mujer adelantada a su tiempo sino una fina novelista, a la altura de los mejores.