MEMORIA HISTÓRICA PALESTINA POR UN REPORTERO por Tharl

Portada de NOTAS AL PIE DE GAZA

La memoria no pertenece al reino del pasado, sino del presente. Es la memoria -tanto autobiográfica como pública- la que da sentido al presente, la que dirige la acción. Y por tanto sin recuerdo -la reconstrucción presente de eventos y narraciones personales e históricas pasadas- no es posible ninguna identidad, ni para los individuos ni para la comunidad. Por ello el relato histórico no se limita a exponer cómo fueron las cosas del pasado, sino que es una reconstrucción con fuertes efectos identitarios y que señala un curso de acción futura. O sea, que una determinada justificación de nuestro pasado afecta, a la conceptualización de nuestro propio ser. Por eso la imagen de nosotros mismos que transmiten las construcciones históricas no nos son indiferentes, por eso también su carga política.
Suelto esta parrafada porque la considero importante para comprender un poco mejor la situación en la que se encuentra el pueblo palestino y sobretodo, para comprender a qué se debe -o eso quiero pensar- la tarea de memoria histórica en que se sumerge Joe Sacco y la edición en formato comic de su investigación. El sionismo ha construido un discurso sobre la verdad y sus derechos sobre el territorio de Israel muy, muy elaborado que mezcla religión, nacionalismo e Historia a partes iguales. No soy la persona ni es el lugar para entrar a juzgar la verosimilitud de este discurso, y al fin y al cabo, algo es real en tanto lo son sus consecuencias; pero el problema llega cuando los palestinos tienen su propio discurso sobre el conflicto, los derechos a esa tierra y su derecho a la vida. Evidentemente la posición de Israel en lo que denominaríamos mercado simbólico, es mucho más ventajosa. Gracias a su mayor tecnología, capacidad mediática e impacto -al menos hacia occidente-, son capaces de negar, no solo los derechos de los palestinos, o los hechos históricos (como estas dos pequeñas notas a pie de página), sino la propia identidad palestina y su propia existencia. Es aterrorizante escuchar al Ex Primer Ministro de Israel, Golda Meir diciendo: “¿Palestinos? No sé lo que es eso”. No en balde decía el desaparecido argentino Rodolfo Walsh que “Desde hace un cuarto de siglo la política oficial del Estado de Israel consiste en simular que los palestinos son jordanos, egipcios, sirios o libaneses que se han vuelto locos y dicen que son palestinos, pero además pretenden volver a las tierras de las que se fueron “voluntariamente’ en 1948 o que les fueron quitadas no tan voluntariamente en las guerras de 1956 y 1967. Como no pueden, se vuelcan al terrorismo. Son en definitiva, “terroristas árabes”. El problema, entonces, no es solo la destrucción sistemática de hogares y vidas palestinas por parte del estado de Israel, y la expulsión y colonización del territorio, sino la negación de la propia identidad palestina. La simple posibilidad de existir.

Es aquí donde entra Joe Sacco, y el porqué de ponerse a remover el pasado ante las quejas y réplicas de los propios palestinos. Le dirán, “¿de qué sirve ocuparse del pasado cuando en el presente están siendo atacados y perdiendo sus hogares?”, de mucho: permite comprender un poco mejor el presente, darle sentido, y evitar que caiga en el olvido y que la “versión oficial de Israel” acalle el recuerdo palestino ahogándolo en un océano de notas a pie de página.
Aparentemente Sacco es consciente de todo esto, e incluso dedicará algún capítulo a reflexionar sobre los efectos de la memoria (la autobiográfica), pues ante la falta de documentos oficiales y la imposibilidad de acceder a algunos, decide basarse sobre todo en testimonios. Es consciente de que está reconstruyendo un discurso y la imposible objetividad. Ya lo advierte en la introducción a este cómic de más de 400 páginas, y lo deja patente por su presencia en cada viñeta, o, en caso de ser un recuerdo, del entrevistado. Por ello, no se limita a contarnos los “hechos” históricos, sino el proceso de construcción de la historia, su propia investigación. Así, presente y pasado forman un continuum inseparable donde se dan sentido mutuamente.
En lo que se refiere al pasado, Sacco reconstruye desde el montaje de testimonios dos notas a pie de página de 1956: una terrible matanza en Khan Younis y una humillación, apaleamiento y matanza (esta vez con supervivientes para contarla) en Rafah. Además de alguna necesaria contextualización.
Ya en el presente, nos presenta la destrucción de hogares en la franja de Gaza, el odio palestino hacia Israel, su desesperación y sus sueños y esperanzas; reflexiona brevemente sobre la solución de los dos estados, nos acerca a militantes palestinos con diversas opiniones: unos a favor de la muerte de todo israelí, otros solo de objetivos militares; unos partidarios de todo tipo de resistencia, otros solo de actos inteligentes y no del despilfarramiento de vidas, etc.
A destacar es el papel de niños y adolescentes, omnipresentes vaya a donde vaya nuestro reportero. Se entretienen y sacian su curiosidad persiguiendo a los occidentales; muestran su valor con bravatas contra Israelís o sosteniéndose de pie sobre montículos de una casa destruida a la vista del terrible bulldozer; les tiran piedras cuando pueden, algo que a veces les cuesta la vida; celebran cada atentado en Israel, cada asesinato. Unos se refugian en el terrorismo como única salida, otros en el Islam y en el capítulo en que Sacco intima más con ellos, tras todo esto, le preguntan: “¿nos aprecias?”.

Bien, todo esto es cierto, pero, sin querer negar los méritos ni la honestidad del reportero, también lo es su decisión voluntaria de centrarse casi exclusivamente en fuentes palestinas mostrando solo una visión del conflicto. También es cierto que tuve la sensación de que ha occidentalizado a los palestinos para facilitar la empatía hacia ellos. Y no me refiero a que digan “Alabado sea el Señor” o “Alabado sea Dios”, en lugar de “Alabado sea Alá”, una cuestión de traducción; sino, por ejemplo, a la visión tan progresista del papel de la mujer delos personajes y algún que otro asunto cultural. Desconozco como deberíab ser y pensar quienes pueblan el libro, pero imagino que no exactamente igual a cómo cualquier occidental. Tal vez se deba a que aquellos con quienes se rodea el autor son hombres que han viajado a Europa, a veces estudiados ahí (Abed), con acceso a ordenador y la CNN en su televisión. Y, tampoco olvidemos que al reportero le importan más los “hechos”, el acontecer, que lo que le subyace, la cultura. De todas formas no hace falta dudar de su sinceridad para comprender que ha debido de realizar una tarea de selección y montaje ardua y complicada, y, evidentemente, no iba a tirar piedras contra su propio tejado. Bastante tiene con que lo vayan a derruir los bulldozers blindados de Israel. Joe Sacco pretende que occidente se acerque al problema desde una visión palestina, empatizando con ellos, y lo consigue, vaya si lo consigue.

Lo consigue por la aparente honestidad del cómic, pero sobre todo por su dibujo. No dudo en admitir que me ha gustado más como dibujante que como guionista. Como dibujante emplea todas las herramientas del comic en aras de una imagen efectiva -que no efectista-, capaz de golpear al lector con toda la crudeza de los acontecimientos, de mostrar el horror y el sufrimiento de los personajes evitando caer en lo morboso o la manipulación emocional. Son imágenes expresivas, crudas, pero no más que la realidad. Como reportero cree en la necesidad de mostrar el horror vivido por los habitantes de Rafah y Khan Yhounis en el 56’, pero es consciente de que el buen o mal gusto está en el tratamiento que se le dé, y sabe salir bien parado. Aunque alargue demasiado algunos aspectos.

¿Entonces por qué un seis? Bueno pues porque a pesar de todo Joe está priorizando una única visión del problema, porque dedica 400 páginas a estancarse en dos notas a pie de página y sobre todo, porque al fin y al cabo sigue siendo periodista y escribe como tal.
Digamos que en la literatura hay tres niveles de profundidad: el del acontecer: los sucesos relacionados casualmente; el representativo: el significado más allá de ellos, alcanzado mediante figuras literarias, forma y símbolos donde el lector construye su lectura; y el metarrepresentativo, todo el contexto de la obra, el por qué una figura u otra, etc. Según profundizas en uno se restructura el resto cobrando nuevos significados (descubres algo que no se ha afirmado claramente, el acontecimiento resulta irónico, el contenido es una sátira política a cierto personaje u época histórica, etc.). Pues bien, la obra de Joe Sacco -o mi lectura sobre ella- tiene mucho de lo primero y de lo último, pero no de lo segundo, aquello que yo más disfruto. Me explico, tiene muchos datos y acontecimientos que se empeña en dejar claros y tiene una gran conciencia de su actividad como escritor, observador e investigador, pero me da la impresión de que empobrece en el nivel representacional. Puede ser una decisión consciente, pues es en este nivel donde el lector pone más de su parte y a base de inferencias co-construye con el libro una nueva lectura, dándola un nuevo sentido que atraviesa el significado. El autor, como buen periodista, quiere dejar claras las cosas, no quiere que el lector pueda poner nada de su parte en este sentido, sino que comprenda lo que le están contando. Una relación unidireccional. De esta forma la lectura se queda inevitablemente en la superficie y cuando profundiza es en horizontal, es decir, en más y más páginas, en lugar de decir y sugerir mucho en pocas. No irá más allá del conflicto, sin conectarlo con las dinámicas neocolonialistas de occidente y la reacción de oriente, sin explorar las consecuencias de los sucesos narrados en las vidas de los personajes, etc. Lo que salva a Sacco es tan solo lo bien que acompaña este artículo periodístico alargado con el proceso de construcción del relato, con eso que he denominado nivel metarrepresentacional. Mi impresión ha sido la de estar leyendo un artículo periodístico novelado en cómic en demasiadas páginas. A esto me refiero cuando digo que NOTAS AL PIE DE GAZA es un cómic superficial.
Y para colmo, el libro trata, como su propio nombre indica, de dos notas a pie de página, se aferra mucho a ellas, y… son 400 páginas. Imaginaos, tras todo lo que llevo dicho -superficialidad, detalle, exposición del proceso de investigación, etc-- lo alargadas que deben de estar las dichosas notas… El efecto que me causó durante la primera parte (Khan Yhounis), que ocupa un tercio del libro, fue de entusiasmo, con algún reparo; pero la segunda (Rafah), viene a ser lo mismo durante el doble de espacio: son los mismos temas indagando un pelín más, y cansan. La narración se atasca en esa nota sin avanzar en ningún momento dejando de ser enriquecedor ni didáctico y agotando al lector. Al final, estás deseando que acabe.

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 2 votos · @Tharl le ha puesto un 6 ·

Comentarios

@_567_ hace 11 años

Muy buena reseña, Tharl. Coincido contigo en muchos de los puntos que expones, también me pareció mejor el dibujo que el guion (confuso para un occidental como yo mismo, o como el propio autor nacido en Malta y criado en Australia), y por otro lado, me pareció bastante más interesante la parte de Khan Younis que la de Rafah que es la que acarrea con el lastre de resultar harto repetitiva y hacer de la lectura de esta novela gráfica un ejercicio sumamente cansino. Eso sí, a mí me sirvió para entender un poco mejor la historia antigua de Palestina, al menos hacerme una idea, algo que muchos jóvenes israelíes de la actualidad no parecen conocer de nada a tenor de un reportaje que vi el otro día en TV sobre la juventud de Tel Aviv, 2ª ciudad del país creo, (desfase playero de 3ª categoría, música basura, nenas prefabricadas y nenes musculito, un rollo yanqui Miami sumamente vomitivo para que te hagas una idea…); vaya, que ni puta idea sobre Palestina, ¿o les tergiversan las clases de historia en las escuelas?, puede que hasta los lectores de este cómic sepamos más que ellos mismos, un país de pandereta (Israel) títere que baile al son que les marcan los EEUU; pero eso sí: servicio militar obligatorio para que no olviden quién es el enemigo a combatir…

Sacco podría haber dedicado algunas de las 400 páginas al análisis de la ciudad de Jerusalén, al menos a mí me hubiera gustado que así fuera. Capital oficial de Israel y también de Palestina, o al menos ellos reclaman una parte o quieren que así sea. ¿Puede ser una de las ciudades más antiguas del mundo capital de dos estados a la vez… y no estar locos?, menudo lío y más si tenemos en cuenta que aquello es un crisol de islámicos, cristianos y judíos.

@Tharl hace 11 años

Me alegra ver que estamos de acuerdo Krust. Yo también coincido contigo en lo que comentas. Salvo en lo de que Israel es un títere de EEUU… pero bueno, mis conocimientos sobre el complicadísimo conflicto árabe-israelí, son bastante limitados para su vastedad. Sacco aquí tampoco me fue de mucha utilidad en la parte de Rafah, no así con Khan Yhounis.
Toda Historia, como trato de sugerir en mi reseña, pero más la educativa que ninguna, tiene una carga ideológica y política bestial, generalmente para lograr un sentimiento de comunidad y pertenencia nacional. Es la lógica romántica frente la ilustrada. Toda Historia en las escuelas está pues tergiversada. En libros de nuestra educación, por ejemplo, son corriente las personificaciones, presentismos, narraciones de gestas heroicas, y el uso de la entidad España mucho antes de su creación (visigodos, reconquista, etc.). Cosas de la trasposición didáctica, ya ves tú. En Cataluña y el país vasco creo que varias de estas cosas cambian. Imaginarte entonces como debe ser en Israel, un país donde hasta las carreteras están segregadas para que los israelíes no se topen con palestinos, aunque esto suponga hacerles dar rodeos inmensos. No creo que sus medios de comunicación tengan mucha más libertad.
El compañero de piso de mi novia es geógrafo y fue a Israel a hacer un trabajo (creo que la tesis) y le avisaron -y así ocurrió- de que en el avión se le acercaría una chica con cuerpazo a flirtear con él y de paso preguntarle qué le traía a Israel. Esa chica es del Mossad. Y así ocurrió, él, evidentemente, no dijo que quería hacer un trabajo sobre la situación de Palestina. No creo por tanto que sea del todo justo juzgar a la población civil, salvo por su pasividad y falta de criterio. Que ya es bastante (quien esté libre de pecado…). La violencia de Israel en todos los niveles es puramente institucional.

Sobre Jerusalén creo que habla exhaustivamente GUY DELISLE en su cómic al respecto. No lo he leído asique no puedo opinar.

Lo dicho, 400 páginas mal aprovechadas… Con lo que disfruté de la primera parte, si hubiera acabado ahí, le pondría un 7-8 sin dudarlo.

Abrazos!