¡WAKE UP NIGGER! por sedacala

Portada de LA CABAÑA DEL TIO TOM

Empezaré, diciendo que tenía dudas sobre la conveniencia de reseñar “La cabaña del tío Tom”, por el lastre en forma de prejuicios que arrastra esta novela; para añadir enseguida, que eso ocurría a poco de comenzar su lectura, y que después, una vez que la hube terminado, no tenía ni la menor sombra de duda, de que merece la pena escribir sobre ella. Y esto, por dos razones fundamentales; una, por que el libro me ha gustado, condición ésta que, hoy por hoy, considero indispensable, aunque no suficiente, para escribir sobre cualquier libro. Y la otra razón, y también la más importante, por que es un libro de una repercusión histórica brutal por todo lo que representó con relación a la esclavitud, y el devenir de los acontecimientos históricos de los Estados Unidos, a mitad del siglo XIX. De esa repercusión se derivó un enorme éxito de ventas (el libro más vendido hasta entonces en cualquier lugar del mundo), que hizo que en su país lo leyese “todo el mundo”, y también, que, durante al menos un siglo, su nombre se incluyese en las colecciones de literatura juvenil de muchas lenguas; o al menos, de la española.

Esa fue la vía por la que yo lo conocí, me lo debieron regalar allá por mis doce años junto con “Las aventuras de Tom Sawyer” y otros libros parecidos, y por alguna razón que no recuerdo (supongo que debió parecerme excesivamente arduo), no lo llegué a leer nunca. De todas formas hay diferencias, por que aquél ejemplar que anduvo por mi casa no debía tener mucho más de doscientas páginas, y eso incluyendo ilustraciones, en tanto qué, el que yo he leído ahora tiene unas quinientas cincuenta; por esa razón, su impacto para un chico de doce años de entonces, no es comparable con el análisis que puede, mucho mas fríamente, hacer el adulto que lo lea hoy sin extractar.

El libro, me ha gustado, no tengo dudas al respecto. Es, de esos libros que gustan porque se leen con absoluta facilidad, por que entretienen, por que se acaban fulgurantemente, porque sus personajes son sencillos y entrañables, por que la intención de su autora fue loable y bienintencionada, por que leyéndolo se le arruga a uno el corazón con las cosas que cuenta, y por algunas otras razones similares que hacen que su lectura sea realmente amable y que se pueda perfectamente calificar el libro, como recomendable. Claro, esto último según para quien, es recomendable para, lectores natos, de esos que lo absorben todo, que son sensibles a los temas sentimentales, que cualquier asunto les resulta interesante, en resumen, lectores con una gran capacidad de absorción de temas variados, sean actuales o no; este tipo de lector, sé que lo va a aceptar bien. En cambio, no es nada recomendable, para el lector exigente, aquél que gusta de lecturas de cierta complejidad, que desprecia la sensiblería y lo pasado de moda, que gusta de temas candentes o ásperos, que le apetecen autores más modernos o actuales…, este otro tipo de lector es más duro y no lo aceptará, y si lo leyese lo criticaría implacablemente, y, en todo caso, estoy convencido de que el olfato característico de ese último tipo de lector, le indicaría inmediatamente la inconveniencia de leerlo.

Todo lo dicho hasta ahora, viene a significar que desde el punto de vista de la calidad literaria la novela no impresiona. Sus personajes son más bien básicos, y muy arquetípicos; también, de rasgos muy definidos: fuertes o débiles, buenos o malos, violentos o mansos, pero, nunca complejos; por otro lado, las situaciones son, en buena medida, previsibles o excesivamente simples, y juega, un poco arteramente, a conmover los sentimientos del lector apoyándose en el recurrente tema de la esclavitud y los lazos familiares truncados. Creo que estos rasgos que acabo aquí de esbozar, permiten hacerse una idea, si es que aún no se tuviese ninguna, de cómo es la novela. Son, datos que indican claramente, que, aún siendo amable su lectura, el libro no impresiona por sus características literarias.

En cambio, a partir de aquí, hablaré de lo contrario, de lo que tiene de interesante, de lo que puede mover a alguien a leerlo. Decía antes, que desde el punto de vista de la calidad literaria no destaca, pero desde el punto de vista de la crítica social, política, moral, y religiosa sí que lo hace, y mucho. Se puede afirmar (de hecho, así lo confirma la propia autora en el último capítulo), que este libro fue escrito por H. B. Stowe, con la intención bien definida de criticar, satirizar, y en la medida de sus posibilidades, denunciar, todo lo relacionado con las imperfecciones de su país, no sólo en los Estados del Sur, también en los del Norte, y no sólo en lo relacionado con la esclavitud; también, con el racismo latente en ambas zonas, con las instituciones sociales, con la intransigencia religiosa, con las contradicciones del idealismo democrático y con todas las cuestiones relacionadas con el papel de la mujer en la sociedad, aspectos todos ellos, que, en las naciones de origen anglosajón de la época empezaban a ser foco constante de debate público.

El lector siente este cargamento crítico contenido en el libro, de dos formas diferenciadas: una, instructiva: adquirir y desarrollar el conocimiento de aquella exigente sociedad y de sus rígidos prejuicios. Con la información que se extrae del libro, el lector se puede empezar a formar un criterio razonado sobre el tema a pesar de su enorme complejidad y gracias, en parte, a estar expuesto con la serenidad y las dulces maneras de la escritora que, sin gritos ni aspavientos, intenta regenerar la sociedad a partir de un presente complicado e injusto, con plena conciencia de su difícil misión, pero con la vista puesta en la esperanzada venida de un futuro mejor. En esa tarea, su mirada es certera, clarividente, y plena de simbolismos, convirtiendo su lectura en un interesante ejercicio con el que identificar en cada personaje el rasgo simbólico que ella le ha querido transmitir y del que todos ellos disponen. Decía Faulkner, que los personajes de “La cabaña del tío Tom”, no son marionetas, yo añadiría que tampoco son personas normales, sino que tienen en el ideario de su autora un papel determinado que cada uno simboliza.

Como decía más arriba, su discurso instruye al lector; pero, y es igual de importante, además le conmueve; el lector de “La cabaña del tío Tom”, soporta una especie de mazazo emocional que deja un tanto aturdida su conciencia y no sólo por el zarandeo de los sentimientos, sino también por la clara percepción de que la compleja maraña de circunstancias que influyeron en aquella situación es, incluso hoy día, difícil de captar con una mirada global que tenga todo en cuenta, lo que produce un cierto sentimiento de pequeñez ante la magnitud del problema. En el argumento de la novela, intervienen personajes de sentimientos tremendamente humanos, bondadosos, entrañables, personas sometidas a todas la injusticias que uno pueda imaginar, que sufren tribulaciones y penalidades sin cuento, y también otros débiles, impíos, malvados, estúpidos o groseros. Las aventuras de unos y otros, dejan conmocionado al lector que, bajo esos efectos, se reconoce a si mismo como un puñetero sentimental, y ¿por qué no? llora un poco también.

Antes de continuar, me gustaría hacer una semblanza de H. B. Stowe, y de su mundo, para saber bien de qué estamos hablando. Esta mujer nace en 1.811 en el estado de Connecticut, es hija de un reverendo calvinista, queda pronto huérfana de madre, y escribe “Uncle Tom's Cabin”, sin haber viajado nunca al Sur. Tiene siete años menos que Nathaniel Hawthorne, ocho más que Herman Melville, y veinte más que Louise May Alcott; todos, como ella, oriundos de estados del Norte. El que haya leído a cualquiera de estos tres escritores, puede hacerse una idea cabal de cómo era la sociedad de aquellos estados en lo tocante a puritanismo religioso y rectitud moral. De allí, de aquel mundo frío, rígido y estirado, es de donde salió también nuestra autora.

Hay aspectos muy curiosos, que uno desvela leyendo el libro. Contaré tres, a modo de ejemplo: el primero es, el de la teoría “colonizacionista”, que se extendió en la época de preguerra y según la cual la forma más adecuada de resolver el problema del esclavismo en Estados Unidos era devolver a los negros a África. Aunque parezca mentira, esto fue tomado en consideración por muchos, que intentaron encontrarle vías de aplicación, pero la idea se desestimó tras constatar las insuperables dificultades de tipo económico y logístico que imposibilitaban ponerla en práctica (por aquél entonces y en esa misma línea, fue creado el Estado africano de Liberia, que hoy sigue existiendo en la costa occidental de África). En el segundo ejemplo; nos cuenta la autora, algunos razonamientos que deja caer subliminalmente para justificar la necesidad de poner fin al esclavismo; ella conocía perfectamente, las circunstancias históricas que por aquellos años se estaban dando en Europa; las revoluciones de París de 1.832 (la que describe Hugo en Los Miserables) y de 1.848 (descrita por Flaubert en La educación sentimental), fueron seguidas de otras en Italia, en Alemania, y en Hungría, ligadas también al auge de los nacionalismos emergentes; ninguna de estas revoluciones, cubrieron sus objetivos inmediatos, pero tuvieron una enorme repercusión que llegó a América, e hicieron pensar a H. B. Stowe, que sería conveniente dar solución al problema de la esclavitud, con el fin de evitar que sucesos tan graves como los que se habían dado en Europa, pudieran tener un efecto de contagio y extenderse en alguna medida a los Estados Unidos de la mano de unos hipotéticos esclavos sublevados. La verdad, me pareció un razonamiento sorprendente, y desde luego práctico y muy curioso. Y por último, un tercer ejemplo; no creo, que sus desvelos en este asunto estuvieran sólo ligados a una idea “interesada” de los blancos por evitarse disgustos con los negros, por que, en otro de los muchos pasajes del libro en que la autora pone en boca de sus personajes monólogos bastante largos sobre estos temas, toca el asunto de la comparación entre los esclavos negros americanos que trabajaban las plantaciones del Sur, y los obreros empleados en las fábricas inglesas con unas condiciones sociales y laborales terribles; explica como estos últimos, eran esclavos “de facto”, por llevar un tipo de vida, tan duro o más, que el de los esclavos americanos, a pesar de ser los obreros ingleses “nominalmente”, hombres libres. En ese pasaje del libro, no dejé de sentir admiración por el hecho de que en 1.852, una dama cristiana de Cincinnati pudiera transmitir mensajes tan, aparentemente, cargados de ideas de inspiración socialista.

Volviendo a lo de su repercusión. ¿Quiere todo esto decir que el noble mensaje abolicionista implícito en esta novela, hace que a día de hoy conserve fresca la influencia que su momento, sin duda, tuvo? Pues no, hoy ya es evidente que no; lo que yo querría decir, y es otra cosa bien distinta, es que su lectura es muy interesante por que permite conocer, el tránsito de ideas que se produjo con la llegada de los sistemas democráticos a los países anglosajones, su extensión a otras naciones, y el despertar simultaneo de movimientos como el feminismo, el marxismo, o la supresión de la esclavitud. La novela, es interesante, entre otras cosas, por poner de manifiesto claramente los nexos de conexión existentes entre todos esos procesos y su obligado desembarco en regímenes parlamentarios y democráticos. Por tanto, es indudable que pese a la buena voluntad que llevó a H. B. Stowe a escribir este libro en 1.852, la perspectiva del problema esclavista, en aquellos años, no podría haberse mantenido congelada durante un siglo y medio. De manera que, lo que entonces ella enfocó con un planteamiento claramente avanzado, hoy, ciento cincuenta años después, tendría otro enfoque bien distinto o, incluso, opuesto.

Y efectivamente, la crítica posterior vapuleó a la autora por la clara conciencia de que su aparente apología antirracista, era realmente, racismo solapado, denunciando la existencia en los mismos círculos abolicionistas de una clara conciencia de superioridad de la raza blanca. Según los críticos, se detectan muy bien estas convicciones de la autora, y probablemente tengan razón, en algunos rasgos de los personajes de la novela. Empezando por el principal: el tío Tom; este hombre, de raza negra pura, sin mezcla, tiene un carácter que es una mezcla de santo, por su inquebrantable fe en Díos; de apóstol de la “no violencia”, por su firme actitud de no responder con la fuerza a los castigos; y de niño, por su afable y delicado carácter rayano en lo infantil; de lo cual infieren, que su perfil es más femenino que masculino (piénsese en los conceptos sexistas del siglo XIX). En cambio, otros negros que aparecen en la novela son más activos o violentos, pero ¡ojo! no son negros del todo, tienen sangre blanca (mulatos, o cuarterones), detalle este con el que la autora querría simbolizar que el arrojo y la iniciativa son atributos propios de la raza blanca. Es decir, que la crítica de fin de siglo, o ya del siglo XX, ha venido a decir que quizá el ataque de Stowe contra la esclavitud fue, eficaz en la práctica, pero utilizó algunos argumentos que parecieron inadecuados y que nunca gustaron a los nuevos hombres libres. Por lo visto, en Estados Unidos decirle un negro a otro: “eres un tío Tom” era algo así como insultarle por traidor, por colaboracionista y por calzonazos, y lo digo en pretérito por que dudo que hoy día sigan vigentes estas cosas.

Dejando ahora al margen a sus críticos, tengo claro que una buena parte de las auténticas razones de la autora para escribir esta novela alegato, tienen mucho que ver con su visión sobre la familia y sobre el papel de la mujer en ella tal como se contempla en la religión evangelista. Para ella la esclavitud atentaba directamente contra la familia, y por tanto contra Díos al permitir de una manera cruel e injusta la separación forzada para siempre de los miembros de una misma familia, atentando así claramente contra cualquier idea cristiana de sociedad.

En fin, qué, poca gente se debe acordar hoy de “La cabaña del tío Tom”, incluso en los Estados Unidos. Esto, es quizás normal, y lo puedo entender por que los años no pasan en balde; pero no por ello, deja de parecerme injusto. Es como si, al que inventó la maquina de vapor, se le juzgase con dureza años después, por ser el primer responsable de la posterior contaminación del medio ambiente. Los avances tienen su mérito en su momento y en sus circunstancias, y las consecuencias futuras que se deriven de esos avances, no se deben, “a posteriori”, cargar en el debe de su descubridor. Pues esto es lo mismo, e igual pasa con el ejemplo literario; hoy, cualquiera que lea “Los Miserables”, no dejará de sentir emoción al observar en la novela una serie de mensajes reformistas que, en parte, gracias a la denuncia de Hugo o de otros como él, se fueron incorporando a una sociedad, paulatinamente, más avanzada. Algunas de esas ideas, quedaron prontamente superadas bien entrado el siglo XX; ¿debemos quitarle a su autor, por ello, el mérito de haberlos proclamado en su día? Claro que el mecanismo de divulgación de “Los Miserables” era la recia pluma de un Víctor Hugo pletórico, mientras que “La cabaña del tío Tom”, nos llega de la mano más modesta y un tanto artesanal de H. B. Stowe. Pero, en el sentido de una visión preclara y anticipada de las cosas, me parece que ambos exhiben méritos parejos.

Queda pues enumerada, una mínima parte del abultado número de razones por las que esta obra, en mi opinión, mantiene hoy el interés por su lectura. Posiblemente, desde un punto de vista literario las razones que la avalan son de menor alcance e importancia; pero desde una perspectiva social, la novela contiene muchos argumentos de fondo que hacen recomendable su lectura, y desde la perspectiva política e histórica, su repercusión fue impresionante, y su lectura es imprescindible como instrumento para el conocimiento de aquella época y de aquella sociedad americana.

Otra de las curiosidades asociadas a esta novela, es la constatación del gran número de escritoras en lengua inglesa que surgieron en una época en que estaba mal visto que la mujer se dedicase a cualquier cosa que no fuese estar en su casa y ocuparse de ella; y si no, véase la lista: Mary Shelley, Emily y Charlotte Bronté, Elisabeth Gaskell, Louise May Alcott, George Eliot y, por supuesto Harriet Beecher Stowe.
Por último, no me resisto a la tentación de incluir como colofón la celebre frase que le espetó el presidente Lincoln a H. B. Stowe, cuando la recibió durante la guerra civil:
"So you're the little woman who wrote the book that started this great war!" (es fácil de entender aun sabiendo poco inglés).

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 4 votos · @sedacala le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Tharl hace 11 años

Muy buena y ponderada reseña sedacala. Al igual que tú, y pese a la diferencia generacional, recibí el libro en una versión adaptada en mi infancia y no lo llegué a tocar. Pero las recomendaciones de mi madre aún permanecen en mi memoria.

Nunca he sabido si decidirme. Gracias a tu reseña me hago perfecta idea de lo que puedo encontrarme, y creo que lo apuntaré en mi whistlist. Pero lo dejaré por el final, entre Lincoln, Django y pretenciosos Atlas de las nubes, tengo bastante saturación abolicionista y racial por el momento. Me alegra saber que Stowe ofrecerá una perspectiva mucho más rica, compleja e interesante; y sobretodo, contextualizada en su época.