PRETENCIOSO ENSAYO NOVELADO por Tharl

Portada de VIEJO MUERE EL CISNE

El problema de las obras de arte es que no tienen un pensamiento coherente detrás (!). Pero lo peor, lo que las hace un gran error es que son creaciones del hombre, un ser mundano, temporal y como tal sometido a la decadencia y destrucción. Es más, el arte es tan peligroso porque siempre está equivocado –en tanto que no sostienen la única Verdad absoluta existente: la eternidad-, y además de equivocado emplea un estilo, unas formas tan seductoras que nos atraen haciéndonos perder el tiempo en un producto absolutamente profano y equivocado, creando mitos que serán siempre falsos y que solo nos harán alejarnos un poco más de la eternidad.
Está visión del arte es defendida por Aldous Huxley en este libro. Por supuesto, su obra sí tiene un pensamiento coherente detrás; por supuesto, este pensamiento es verdadero, es el que defiende la única Verdad absoluta para iluminarnos; y por supuestísimo, con semejantes virtudes únicas no requiere de un estilo y un genio desmesurado para atraernos, encandilarnos y hacernos disfrutar. Por ello su intención no es otra que colarnos un ensayo pedante en forma de novela. Espero que me disculpéis entonces si me centro más en el coherente pensamiento que sostiene la obra que en su estilo.
Para evitar desinformación diré que el estilo poco pictórico se basa en la acción, hasta el punto que al inicio de mi lectura –cuando lo leía con ganas- no podía evita imaginarme una potencial adaptación propia del cine clásico, capaz de reflejar la rocambolesca casa de Mr. Stoyte en una sobria y excelente fotografía en B/N. De ser así los continuos detalles enciclopédicos que muestran una enorme cultura personal en busca de reconocimiento, se diluirían en la fotografía sin parecer un catálogo pedante de datos. Y los monólogos internos –ya sean correctos para mostrar las autojusficaciones de los personajes, o insufribles en las largas retahílas de exposición del pensamiento del autor- se harían menos cargantes. Por supuesto, eso sí, la acción no obedece a fines dramáticos, sino a servir de ejemplos para ilustrar la tesis del autor. La única concesión que Huxley hace a los que disfrutamos con la literatura es el uso de una mordaz crítica y unas yuxtaposiciones irónicas, que en un principio divierten, estimulan y al final irritan.

Ahora, puedo ya centrarme en el pensamiento de Aldous sin sentirme culpable.
Aldous Huxley, a quien todos solemos conocer por UN MUNDO FELIZ, nació en el seno de una familia británica reconocida tanto en el campo de las ciencias –en especial la biología- y de las letras. Es curioso que sea en la cuna de un escritor que tantas veces se rebeló en su obra contra el determinismo de la vida, esa predestinación que nos priva de libertad aunque ni seamos conscientes de ello –véase el determinismo biológico al que ataca en esta obra, o en particular el previo al nacimiento del que habla en UN MUNDO FELIZ-, donde encontremos las claves para comprender su persona. Sin duda las claves del pensamiento de Huxley están en su educación en el pensamiento británico, su formación científica e intelectual.
En su persona coincidieron las habilidades e intereses científicos y la pasión por las letras y la palabra, haciendo de su persona un completo humanista, un gran caballero inglés obsesionado por el conflicto entre la Realidad y Verdad objetiva y su interpretación siempre subjetiva.
Así, Huxley se convirtió en una persona inteligente, de enormes intereses, muy cultivada, penetrante, metódica y algo estúpida.
Su inteligencia penetrante, junto con su conocimiento de la cultura, la sociedad, y los avances de una joven antropología, le hicieron percatarse de que todo lo que en el “plano humano” llamamos realidad, o verdad, no es más que un producto sociohistórico mediado por los productos culturales, destacando la importancia del lenguaje en ello, en concreto con el ejemplo muy de moda en la época de los esquimales. Esto le llevará a afirmar que las entidades cuya existencia juzgamos indudable, los ideales, los valores, TODO, son falsas, son meros mitos, engaños, construcciones del hombre, son “proyecciones de la personalidad de las personas”, a menudo de un solo rasgo, como en los ideales. Este descubrimiento repleto desde su inicio de juicios de valor provenientes de su positivismo científico tan inglés, le llevó a un desesperante e inaceptable (para él) relativismo de valores, a la imposibilidad de una verdad objetiva. Evidentemente su carácter no podía asimilar semejante incertidumbre, había que buscar un mundo objetivo, aunque fuera más allá del nivel humano.
Es aquí donde entra su profundo misticismo y estoicismo, de la mano de su enorme interés por la biología. En lugar de abrazar un materialismo dialéctico lógico partiendo de este punto, Huxley se arrima a una metafísica bastante dudosa. Engels decía “Las formas fundamentales de todo ser son el espacio y el tiempo, y un ser concebido fuera del tiempo es tan absurdo como lo sería un ser concebido fuera del espacio”, pues bien, la filosofía de Huxley podría decirse la perversión de esta cita. Lo que sorprende, es que con tantas citas, referencias y críticas que pueblan la obra, no haya ni una sola mención a esta forma de pensamiento.
Partiendo de unas premisas metafísicas estúpidas:
“El hombre es malo porque es un ser temporal y el tiempo es malo porque todo lo corrompe” premisa justificada por un delirante discurso donde partiendo de un suceso aparentemente bueno o noble se llega a sus inevitables consecuencias negativas, como si fueran las únicas e indudablemente malas (algo que contradice el punto de partida). De este argumento se pueden tomar joyas como: “La Rev. Francesa no fue buena porque dio lugar a Napoleón, quien insufló el espíritu nacionalista alemán permitiendo el ascenso de Hitler (!), ergo la Rev. Francesa es directa responsable del Nazismo y como tal intrínsecamente mala. “
“Debe haber una Verdad absoluta y si no puede ser en la esfera humana debe ser en una ajena al tiempo, la eternidad”, todo un acto de fe ciega para satisfacer sus ansías de una verdad objetiva.
“Ha de ser posible aunque muy difícil una experiencia inmediata no mediada” esta, que será una de las obsesiones de su vida, llevándole entre otras cosas a experimentar con las drogas, es igual que la premisa anterior un acto de fe solo justificado por la gran premisa subyacente a su pensamiento: “debe haber una verdad objetiva absoluta”, su educación científica y la ansiedad que le produce pensar que no la haya son una vez más el motor de su obra.
El resultado es una metafísica donde existen tres niveles:
El “Nivel Animal” que es todo harmonía y pura biología al que el hombre está negado porque todo en él está socioculturalmente mediado, incluido el sexo y el amor. Clara consecuencia de su formación como biólogo. Según él solo enfermamos porque lo humano (alimentación, vicios, placeres, etc.) deteriora este nivel, sino seríamos inmortales.
El “Nivel Humano” que está ligado al tiempo y por tanto es malo per se, donde todas las grandes causas no son más que proyecciones de la personalidad que es algo intrínsecamente malo.
El “Nivel de la Eternidad”, el único al que debe aspirar el hombre, donde está Dios, fuera del nivel humano.
De la búsqueda de la eternidad surgirá toda una ética donde el summum bonum es llegar a ella a cualquier precio: toda la actividad depende de esta meta. Por tanto la democracia y la libertad es buena en tanto que permiten esto, el arte es malo porque distrae de este objetivo tentando con una belleza estética, igual que el placer o los grandes ideales del hombre (ni que su teoría no fuera una construcción igual de humana…). Se justifica así un utilitarismo –de nuevo muy inglés-, donde el fin justifica los medios y donde se exalta una actitud pasiva de los temas humanos y un único compromiso con ellos solo para hacer propaganda y favorecer la llegada a la eternidad. Si todo lo humano (sentimientos y valores) solo lleva al mal en tanto que aleja a la persona del nivel de la eternidad, entonces más vale no hacer nada que hacer el mal. A no ser, que lo que hagas siempre repercuta en que otro abra los ojos a la estúpida teoría propuesta.

Y esto es el 80% del libro. A quien le interese la propuesta de Huxley como para zamparse 300 páginas donde la intención de novelar el ensayo hace que se diluya el pensamiento haciendo parecer toda la acción dramática pura “paja” necesaria para llegar al público, le puede gustar pero jamás entusiasmar. A quien le interese el argumento, le sobrarán todas las intromisiones de la voz del autor y esa atrocidad que es el personaje del Mr. Propter; no, no es Don Limpio, es un insufrible alter-ego del autor extenuantemente pedante, esforzado por parecer un sabio fuera de todo posible error. A quien le interese leer una obra de arte en la que no solo se nos expone una visión del mundo, sino que se nos permite vivir en ella, contemplar el mundo con los ojos del autor para luego al volver a ver con los nuestros notar que miramos ligeramente diferente, que nos hemos llevado algo, que la obra, el viaje a otro mundo de ficción distinto al de la ficción de nuestra vida, ha cambiado algo en nosotros, le decepcionará enormemente. ¿Por qué? Porque por ser un ensayo mal camuflado no vivimos el mundo que plantea, solo se nos expone. Parece que Aldous piensa que solo hay un pensamiento detrás de una obra cuando este no está latente en ella, sino inserto a la fuerza.

Yo comencé a leerlo con enorme interés, me encantaba esa mordaz crítica que hacía a la sociedad del consumo americana, y me reía con la ridiculización de Jeremy, un ejemplo del intelectual londinense encerrado en su torre de marfil. La presentación de Propter me pareció magnífica y deseaba oír de nuevo su voz. Antes de ello tuve el gusto de conocer al Señor Stoyte, un magnate capitalista como Dios manda, ignorante, inteligente, volcado por los negocios, con poca clase y mucho dinero, pero sin ser realmente mala persona, siendo posible comprender sus anhelos, manías, defectos y fobias. También conocí al Doctor Obispo, un cínico hombre de ciencia que defiende una visión bastante primitiva del hombre, como un ser esclavizado por sus impulsos. Y a la “baby”, una muñequita con una engañosa cara de inocencia, típica joven superficial americana cuya ignorancia solo es comparable con su candor, sus pechos, su vitalidad, ansias de placer y sí, un cuerpo que nos hace odiar a Huxley por no explotar la sensualidad que podría y debería poseer. También estaba un tal Peter, que parecía interesante con su idealismo y su pasado en las Brigadas Internacionales de la Guerra Civil Española, pero pronto conoció a Propter y se echó a perder. Luego llegó el deseado encuentro, conocí a Don Limpio, perdón, Mr. Propper y desde entonces toda acción dramática desapareció, la cháchara de este viejo insufrible que no habla, sermonea, absorbió la narración y con ella mis ganas de seguir leyendo.
Desde entonces avancé a trompicones, gracias a algunos momentos donde la crítica y mordacidad de Huxley me daba un respiro… hasta que Mr. Propper volvía a escena.

Esto viene a confirmar algo que ya intuía, existen buenos escritores, que llegan incluso a pasar a la historia –generalmente por haber dado el campanazo en una obra- que pueden tener alguna obra interesante, gustar más o menos, pero que no por haber transcendido su época deben confundirse con auténticos clásicos y genios de la literatura.

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 3 votos · @Tharl le ha puesto un 5 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 11 años

Buena reseña, Tharl. No puedo opinar sobre la justeza de tu análisis porque no he leído la obra, pero, conociendo un poco a Huxley, entiendo que pueda resultar algo (mucho) pedante; también adelantaré que su bagaje intelectual es considerable y que su escritura, en el peor de los casos, puede ser poco motivadora pero no una simple impostura.

Huxley, para muchos, es el autor de Un mundo feliz, la menos representativa de sus obras y, curiosamente, la más popular. El género que practica Huxley no es la ciencia ficción, ni mucho menos, sino la novela "de ideas", tan típica del periodo de entreguerras, muy común en Francia e Inglaterra. Hace poco leí Mujeres enamoradas, de D.H. Lawrence, muy de esa línea: pese a su título, es lo más opuesto a una novela romántica: es una suma de conversaciones inteligentes, a veces crípticas, con un suave barniz argumental, no por ello menos estimable.

Mi novela de Huxley es Contrapunto, donde la exposición de ideas se alía con una sofisticada técnica narrativa, muy novedosa para 1928. Puede que no sea una novela "emocionante" pero se merece sin duda su considerable reputación. También tienen considerable prestigio Ciego en Gaza y Mono y esencia (por cierto, una vuelta a la ciencia ficción... tal como la entiende Huxley, claro) pero me temo que el intelectualismo de Huxley no hizo sino agravarse con los años. No creo que sus novelas y ensayos despierten pasiones hoy en día, la verdad.

@Tharl hace 11 años

Gracias por tu comentario Faulkneriano, estoy de acuerdo con todo lo que dices, en especial con que UN MUNDO FELIZ es la menos representativa de sus obras, lo he podido constatar claramente con esta lectura.
Tengo CONTRAPUNTO en mi estantería y sin duda daré una segunda oportunidad a Huxley con ella, pero dejaré que se me pase antes el berrinche que tengo con él…. Allá por el 2030, si es que antes no llegan los Mayas disculpándose por el retraso.

Respecto a la novela de ideas, de lo que yo he leído solo podría meter en ese cajón a 1984 y a ésta, asique no puedo juzgar, pero creo que me pasará como con el "cine social". Toda novela es de ideas, como todo cine es social, y cuando una obra se reivindica por esa etiqueta, me temo que suele ser porque el resto de atributos de la obra van a resentirse en pos de un factor que quedará sobreexplicitado.

@Faulkneriano hace 11 años

Llamo novela de ideas, para aclararnos, a las de Unamuno, El árbol de la ciencia de Baroja, a casi todo D.H. Lawrence, a André Gide, o, si me apuras, a La naúsea. En ellas el discurso es más importante que el argumento, a través de largos diálogos, en un registro muy académico. La habilidad del escritor permite superar este corsé si une a sus "ideas" una feliz estructura narrativa, cosa que no pasa siempre. Es una etiqueta que está en desuso, nada apropiado, como señalas, pero los más viejos del lugar solemos usarla cuando autores como Huxley salen a colación. 1984 es una novela ideológica, como Rebelión en la granja, que es algo distinto, aunque entiendo que esto es rizar el rizo.

Lo de Un mundo feliz lo decía porque mucha gente se apresura a incluirla de hoz y coz en la ciencia ficción y a entenderla como una novela "representativa" de ese género, cuando no lo es en absoluto; el que haya leído a Huxley y, de paso, bastante ciencia ficción, sabrá por qué no representa cumplidamente ni a uno ni a otra.

Me ha hecho gracia lo de Contrapunto. ¡hablamos en 2030!