INFIERNO, PURGATORIO Y PARAÍSO por _926_

Portada de LA DIVINA COMEDIA

Leí la Divina Comedia el pasado verano, en dos gruesos volúmenes de una antigua colección, con páginas amarillentas plagadas de anotaciones. No era mi primer intento; hacía tres años había acabado a duras penas el Infierno, extenuado por las notas al pie de página que ocupaban más espacio que el propio texto. Incapaz de apreciar la incomparable calidad de la obra y derrotado por el tedio y el sopor, la pospuse. Tres años después, mucho más leído y con la paciencia suficiente para que Dante no me matase de aburrimiento, tuve una de esas felices ideas de verano y me decidí a enfrentar de nuevo la lectura de la Divina Comedia. Debo confesar que, al principio, me parecía una lucha continua contra el tedio, y lo que era aún peor, contra la tentación que supone tener a Proust, Melville, Goethe y Sade en la estantería, entre otros. Incapaz de leer más de un canto cada vez, comencé a compartirlo con otras lecturas, hasta que de nuevo me rendí y abandoné el libro.
Supongo que muchos habréis sentido alguna vez esa especie de remordimiento, que en mi caso no es remordimiento, sino una sensación infinita de culpabilidad, como si hubiese cometido una traición imperdonable, al dejar un libro sin terminar. Pues bien, como esta culpabilidad me impedía disfrutar de otras lecturas, a regañadientes, y un poco enfadado, me dispuse a acabar la Divina Comedia. En una noche leí todo lo que me quedaba del Infierno, e inmediatamente empecé con el Purgatorio. Después, y aunque no pude resistirme a leer obras como Werther o Por el camino de Swann entre medias, cada vez me costó menos. A partir del descenso de Beatriz ya no me supuso ningún esfuerzo, y el Paraíso lo leí incluso con placer. Cuando cerré el libro tuve la sensación de haber leído una verdadera obra de arte.

Pero vamos al libro. Para mí la obra tiene una doble lectura, según el modo en que interpretemos la figura de Beatriz. A menudo se la interpreta como imagen alegórica de la teología; guiado por ella, Dante alcanza el Paraíso. Es perfectamente lógico pensar que el valor de Beatriz es puramente simbólico. Sin embargo, Beatriz Portinari existió realmente, aunque esto ha sido puesto en duda en numerosas ocasiones. Era la hija de un rico florentino, de la que Dante se enamoró, a pesar de haberla visto tan solo dos veces en su vida, una cuando ella contaba ocho años y el nueve, y otra vez más nueve años más tarde. Dante la venera, y el amor que le tiene, un amor totalmente puro, lo guía por el camino de la virtud y de Dios. Tras casarse Beatriz con un banquero, muere presumiblemente a los veinticuatro años de edad. La muerte de Beatriz destroza el corazón de Dante y este se entrega al exceso y al vicio. La propia Beatriz, en el primer encuentro con Dante, le reprocha esto, diciéndole que su muerte debería haberle conducido precisamente por el camino opuesto. Si aceptamos la figura de Beatriz como simple símbolo de la teología, la interpretación es clara: Dante se aparta del estudio de Dios, se entrega al vicio, y más tarde la teología acude de nuevo en su ayuda para salvarlo. Considero esta interpretación demasiado simple, porque, si se acepta la existencia real de Beatriz Portinari, entonces hemos de preguntarnos, ¿tal vez no sea la Divina Comedia un ejercicio de autocompensación, un modo de reunirse de nuevo con su amada, lo cual convertiría la obra en algo más humano, más íntimo, menos divino? Esta interpretación “romántica” tampoco me convence. Yo creo que Dante identificaba verdaderamente a Beatriz Portinari, a la Beatriz real, con la teología (en un sentido místico); tal vez Dante creía sinceramente que, a través de su amada, Dios se le revelaba y lo guiaba por el buen camino, siendo inseparables símbolo y persona. Quizás –y esto no son más que meras suposiciones que se me han ocurrido meditando sobre la obra– Dante divinizase en vida a Beatriz Portinari, creyendo poder llegar a Dios a través de Ella, amarlo y adorarlo a través de Ella, no pudiendo nacer de ese amor más que virtud y belleza. De ser esto cierto –como yo creo, o quiero creer, firmemente– nos encontraríamos ante el amor más puro, al menos, visto desde una perspectiva cristiana, que haya existido jamás, y me refiero al mismo tiempo a la ficción y a la realidad, que si bien no puede saberse a ciencia cierta, puede reconstruirse a partir de la obra utilizando esta –quizás demasiado ilusa– interpretación mía. De ser cierta, podría aplicarse a esta obra esa frase de la que tanto se ha abusado, “la mayor historia de amor jamás contada”.
Sobra decir que la figura de Beatriz ha inspirado a muchísimos escritores, convirtiéndose “Beatriz” en sinónimo de “mujer que el artista ama y que le inspira su obra”. Así, nos encontramos con la Beatriz de Demian, la de cierto poema de Baudelaire, la de Borges en “El Aleph”…

Sobre Virgilio: ¡Qué decir de Virgilio, el guía inseparable, el amigo más fiel! Ocurre un poco como con Beatriz: Virgilio es símbolo de la ciencia (entiéndase ciencia como el conocimiento humano, como el todo al que puede aspirar la mente del hombre, que se manifiesta a través del arte), pero tampoco es casualidad que Dante eligiese precisamente a su poeta favorito para que fuese su guía. Si la Divina Comedia hubiese sido escrita por Baudelaire, no tendríamos a Virgilio sino a Poe; si la hubiese escrito Woody Allen, el guía sería Groucho Marx. Lo que quiero decir es que, además de por el ineludible valor simbólico, y en bastante menor medida, me gusta pensar que Dante escogió a Virgilio para tener así la oportunidad de vivir aventuras junto a su héroe literario. Pero por mucho que lo admirase, por mucho que lo idolatrase y lo amase, ¡no lo amaba lo suficiente! ¡Pues con Virgilio, con su adorado Virgilio cometió la mayor injusticia que he leído, visto o de la cual he tenido noticia! Al llegar al Paraíso, y en presencia de Beatriz, Virgilio desaparece. La ciencia se desvanece en presencia de la teología, pues no puede explicar la fe. Metáfora perfecta, ¡pero qué injusta! Después de haberlo guiado entre el fuego y el sufrimiento eternos, de haberlo salvado de muchos peligros y de haberle mostrado cosas maravillosas, al pobre Virgilio aún le está vedado el Paraíso, a pesar de todos sus méritos, pues no conoció la fe cristiana. ¡Qué terrible injusticia! Y lo peor de todo es que, Beatriz, quien le había encargado la misión de guiar a Dante, ni siquiera tiene una palabra de agradecimiento con él. Pero Dante era una gran poeta y, por encima de su amor a Virgilio, debía cuidar la perfección de la metáfora. Hacer una excepción hubiese estado, por supuesto, fuera de lugar. Aquí el valor simbólico de Virgilio prevalece sobre la admiración que Dante siente por él. Por supuesto, yo no hubiese cambiado ni una coma, pero es muy triste. No sé si yo podría hacerle algo así a Oscar Wilde… ya está, siempre tiene que colarse Oscar en mis reseñas, es raro, no lo planeo, algo así como le sucedía a Dick de David Copperfield con la cabeza del rey Carlos cada vez que intentaba escribir sus memorias.

Ciertamente, me cuesta pensar en un libro mejor que La Divina Comedia, entre todos los que he leído. Tal vez los dos primeros de Á la recherche… (y probablemente los cinco siguientes, cuando los lea) porque Marcel es Marcel. Pero pasajes como el mencionado descenso de Beatriz y la desaparición de Virgilio, o como el de la coronación de María, me parecen difícilmente igualables –está la magdalena de Marcel, está la descripción de cómo tendría que ser el marido ideal en “Una mujer sin importancia”, de Oscar… pero no hay muchos. Esto no quiere decir que haya disfrutado inmensamente con su lectura. Las numerosísimas notas al pie de página (muchas de las cuales tratan sobre extraños sistemas astronómicos de la época que, si bien son necesarias para entender lo que Dante quiere decirnos, también son, irónicamente, ininteligibles, por lo menos para mí), por no hablar de las decenas de entrevistas con un sinfín de italianos que Dante y Virgilio encuentran en su viaje (y a los cuales no tenía el placer de conocer), la hacen por momentos insufriblemente tediosa, pero, como bien dice Poverello, búscate un verano, universitario o lo que sea, pero, por Dios, ¡búscate un verano para leer esta grandísima obra de arte, merece la pena a pesar de lo tedioso!

No puedo terminar mi reseña sin mencionar las preciosas ilustraciones que Gustave Doré realizó para la obra, que descubrí recientemente ahora que me estoy aficionando a la pintura. Mi edición no era ilustrada –oh– pero seguro que debe existir alguna con los dibujos de Doré. Una pena que esta obra jamás se haya llevado al cine; Krzysztof Kie?lowski, el director de “Tres Colores” empezó a escribir el guión para una trilogía basada en la Divina Comedia, titulada Infierno, Purgatorio y Paraíso, pero murió antes de finalizarlo. Viendo lo que hizo en “Azul”, lamento inmensamente que no pudiese terminarlo. ¿Juliette Binoche de Beatriz? Umm…

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 5 votos · @_926_ no lo ha votado ·

Comentarios

@sedacala hace 11 años

A lo largo de mi última etapa lectora de unos siete años, en los que he tratado de absorber con un criterio enciclopedista lo más representativo de la novela de cualquier época y país, me he tropezado con algunos libros que me han parecido tremendos escollos insalvables que no he sido capaz de afrontar. Uno de esos es el Fausto, otro es la Divina comedia. Varias veces he tenido ambos en las manos y los he hojeado buscando argumentos que me decidieran a lanzarme a su lectura; pequeños detalles tal vez hubieran sido suficientes para iniciar su lectura, pero hasta ahora no los encontré. Por eso no me extraña nada leer sobre tus dificultades para proseguir la lectura una vez iniciada. Pero también por eso, me cuesta creer que ese proceso de transformación que cuentas por el que su lectura se convirtió para ti en una de las mejores de siempre, pudiera de alguna manera repetirse en mí. La verdad es que no me atrevo, por que observo que los juicios que emites a partir de tú asimilación del libro no me animan a su lectura. Que la interpretación de la misión de Beatriz sea esta o aquella, o existan dudas sobre el valor simbólico de Virgilio, no me resultan argumentos suficientemente convincentes como para acometer la empresa; aparte de que reconoces la existencia de pasajes “insufriblemente tediosos”. En fin, el hecho de que también lo compares incluso anteponiéndolo, a otros iconos de la Literatura, es un punto importante que no desdeño. De manera que seguirá ahí a la espera por si, como insinúas, quizá algún verano próximo sea lo suficientemente aburrido.

@Bronson hace 11 años

La edición que yo tengo de la Divina Comedia es de la editorial Aguilar (y viene con los grabados). De haber leído otra edición probablemente me hubiera desanimado rápido, porque en esta obra es muy importante saber algo del contexto en el que vivió Dante. No se te hace tan "insufriblemente tediosa" si sabes algo de los personajes italianos con los que Dante y Virgilio conversan. Muchos de los que sufrían las barbaridades del Infierno eran enemigos del escritor o de su familia, y son datos que está bien saber para facilitar la lectura.

Por eso, sí algún día te animas, sedacala, elige una edición completita, que te facilitará la vida.