HISTORIA ECONÓMICA por Tharl

Portada de ORIGENES DEL MUNDO MODERNO

Si el objetivo de la Historia es dar sentido mediante el discurso al pasado –algo que si no me equivoco surge tal y como lo conocemos a raíz de la idea romántica de los pueblos y su pasado-, el gran reto de la Historia contemporánea desde sus orígenes ha sido explicar y dar sentido al mundo actual, y si hubiera que escoger un tema central del mundo presente en su totalidad probablemente los modos de relación entre bloques, países y culturas y en especial la gran brecha social entre los países industrializados (Occidente) y los países “en vías de desarrollo” (Tercer Mundo), es uno de los ejes centrales. Y eso es lo que se propone Robert, como tantos otros antes.
Lo que le diferencia de otros historiadores que trataron el tema es el empleo de un discurso no eurocéntrico, un discurso que ve el desarrollo histórico del mundo de forma contingente, donde lo que ocurre en una parte del mundo puede afectar, y afecta, a todo el globo; donde es la suma de acontecimientos históricos de todas las civilizaciones las que han configurado el mundo presente, y no solo los méritos –y/o superioridad cultural, racial o geográfica- de un continente: Europa. Para ello recurre a dos herramientas muy sencillas y útiles para todas las disciplinas interesadas en procesos diacrónicos –sigo sin entender cómo un proceso puede no serlo…- pero habitualmente olvidadas en ellas: se trata del concepto de coyuntura: dos procesos de origen independiente coinciden en un momento dado dando lugar a un fenómeno cualitativamente distinto de los otros dos, toda una revolución cualitativa ignorada y reducida con demasiada frecuencia a la acumulación cuantitativa; y el concepto de accidente: y es que el azar es una de las fuerzas más importantes a tener en cuenta, qué habría sido del mundo si los ingleses no hubieran descubierto que su puritana capital se erigía sobre una montaña de carbón…

Con estas armas conceptuales Marks comienza su aventura. Primero pasa a cámara rápida desde la revolución agrícola y el neolítico hasta 1400, para situarnos en materia. Y luego avanzar poco a poco, desde el océano índico como centro pacífico del comercio mundial en un mundo policéntrico, hasta el final del sXX. Asistiremos a los sueños de occidente de acceder a las riquezas de las indias, la coyuntura del descubrimiento de América y la decisión del gobierno chino de tomar la plata como medio de intercambio; el por qué y el cómo de la revolución industrial, sus consecuencias enormes de carácter mundial que supuso la hegemonía de occidente, el imperialismo, el adormecimiento de China, los desastre del sXX, etc. etc.
En esta historia hay para mí dos momentos de especial interés. El primero es que rechaza otras explicaciones -control de la natalidad y la subsiguiente concentración de la riqueza; y el desarrollo del comercio europeo- sobre el porqué de la industrialización en Inglaterra usando a China como contraejemplo para proponer que se debió a 1) la saturación de otras potencias (véase China) del antiguo régimen biológico, 2) la naturaleza de sus colonias que le permitió un sistema de mercado colonial capaz de competir con India y desarrollar la protoindustrialización gracias a medidas mercantilistas y 3) los yacimientos de carbón.
El otro punto es cuando señala que la revolución agrícola alcanzó su límite a finales del sXVIII, lo que promovió la revolución industrial, de la que aun gozamos y padecemos sus consecuencias. Si la revolución agrícola ligó al hombre a la tierra haciéndole sedentario, la industrial le liberó de ella. Ahora bien, en nuestro mundo presente todos los cambios ecológicos parecen indicar que estamos llegando al límite de la industrialización, la cuestión es ¿a dónde nos dirigimos ahora? Si el desarrollo histórico es contingente, entonces no hay, ni hubo, un único camino, una única forma de hacer las cosas, todos fuimos, somos y seremos responsables de nuestro presente y nuestro futuro. Es hora de que lo afrontemos de forma responsable.

La historia de la que habla el libro probablemente sea conocida por toda persona introducida mínimamente en la disciplina, en especial para aquellos que ven más allá de occidente, pero para otros legos como yo es una oportunidad magnífica de hacer un breve repaso. No obstante, el principal acierto sigue siendo el discurso: la desmitificación del milagro europeo (donde tal vez vaya demasiado lejos al querer reducir al mínimo las factores genuinamente europeo que propiciaron su hegemonía, como ciertos aspectos culturales); la visión global de la historia y su desarrollo; y en general la capacidad de dar sentido al mundo tal y como lo conocemos resultando en todo momento un ensayo ameno, completo, agradable, interesante, y sin necesidad de limitar la vista a una zona concreta del globo.

El único problema que veo, y es constante en todas mis aproximaciones a la Historia Económica, es la ausencia completa de la cultura como factor explicativo. Esto no quita que necesariamente esté implícita: la edad del matrimonio y los hábitos maritales están dictados por la religión, la decisión de varias regiones de China de cambiar su producción para ser auto sostenible corresponde a sus valores tradicionales; y algún escaso ejemplo más que me dejaré, no obstante en todo momento parece que el autor sitúa la economía como único motor del desarrollo histórico. Algo que me ha pasado también con Cameron, y el resto de acercamientos a la disciplina.
Digo yo que la Historia Económica debería plantearse cómo la economía y la cultura interaccionando entre sí de forma bilateral propician el desarrollo histórico, no poner una en función de la otra. En fin, tal vez esté equivocado y sea cierto eso de que lo único importante es el oro del becerro (que no el becerro de oro).

Escrita hace 11 años · 0 votos · @Tharl le ha puesto un 8 ·

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