MITOLOGÍA GERMANOESCANDINAVA, SÓLO PARA LECTORES HEROICOS por EKELEDUDU

Portada de EDDA MAYOR

EDDA MAYOR es una recopilación de poemas datados entre los siglos IX y XIII, y constituye una de nuestras principales fuentes de información acerca de la mitología germanoescandinava. Decimos mitología "germanoescandinava" y no "nórdica", "vikinga" o "escandinava" por dos razones: en primer lugar, los dioses que se adoraban en Escandinavia eran más o menos los mismos que se veneraban a orillas del Rhin; y en segundo lugar, aunque la epopeya de los Nibelungos es de origen alemán, sólo las fuentes escandinavas la preservan en su forma original, según explica Lewis Spence en su obra HERO TALES AND LEGENDS OF THE RHINE, publicada en castellano por M.E. Editores bajo el título, a mi juicio simplista y poco apropiado, pero bastante aproximado al de la reedición en inglés (GERMANY: MYTHS AND LEGENDS), de ALEMANIA.

Volviendo a la obra que ahora nos ocupa, podemos distinguir en ella dos partes: la primera se ocupa de asuntos puramente mitológicos, es decir, de los dioses y sus andanzas, en tanto que la segunda es de carácter épico, la protagonizan héroes de carne y hueso del mundo mortal (entendiéndose aquí mortal por humano, ya que en la mitología germanoescandinava ni los mismos dioses eran eternos, lo que los hace más interesantes que las divinidades de otras mitologías) y entre ellos, bajo otros nombres, encontraremos precisamente a los protagonistas del Cantar de los Nibelungos; así, Sigfrido es llamado Sigurd, Hagen pasa a ser Hogni, etc.

Desde ya que la EDDA MAYOR no tiene precio en lo que hace a la información que aporta acerca de estas creencias antiguas. Sin embargo, no podemos recomendar su lectura a todo el mundo; la verdad es que hasta a mí, que soy un apasionado de esta mitología, por momentos se me hizo difícil continuar por momentos, y si pese a ello seguí adelante fue precisamente por mi condición de apasionado: luego de tanto leer sobre el tema en distintos libros, no se desiste así nomás de recurrir a las fuentes originales. Pero negar que la lectura llegó a hacérseme extenuante sería mentir. Por supuesto, otras personas podrían tener el mismo problema, pero no necesariamente todas, y aquí sólo podemos detallar los escollos que podrían desalentar a eventuales lectores. En primer lugar, y esto quizás sería lo de menos, hay lagunas en el texto original, mientras que otros pasajes, incoherentes en relación al resto del texto, parecerían ser añadidos posteriores, como lo aclaran notas al pie de página, sobre las que volveremos a hablar. Luego, esto ya es más serio, se abusa de la hipérbaton (recurso literario consistente en alterar el orden lógico o gramatical de las palabras): "..."Muchos de lucha, si es que se saben,/ buenos presagios hay;/ Provechoso sé yo que negro el cuervo/ al tronco de espada acompañe..."(Los dichos de Regin, 20); "...Nadie en combate cara le dé/ de la luna a la hermana, que tarde brilla;/ ganan victoria los pronto atrevidos/ que entienden mirando y forman en punta..." (ídem, 23). Quizás en un verso o dos, la cosa no importaría, pero se echa mano de la hipérbaton en forma permanente. Quizás sea también excesivo el uso de la metáfora, para colmo no siempre fácil de interpretar. En el primero de los ejemplos que transcribimos, se habla de la espada como si fuera una "rama", y por lo tanto lo lógico es interpretar que el "tronco" del que brota, no puede ser más que el guerrero que la empuña. Pero en la segunda cita, ya es más dificultoso discernir que esa hermana de la luna de la que se habla es el sol, al que en combate no conviene tener de frente.

Ya hablamos de las notas aclaratorias a las que el traductor y editor, Luis Lerate, remite constantemente mediante números intercalados en el texto. La mayoría de ellas notas son imprescindibles, y ninguna resulta tonta u obvia. Pero una y otra vez hay que interrumpir la lectura para remitirse a alguna de estas notas, sin la cual el texto resulta críptico, y cuando se la ha leído, hay que releer el correspondiente pasaje a la luz de la aclaración pertinente para entenderlo como se debe. Unas pocas de estas notas, dependiendo de cada uno, pueden ser prescindibles; por ejemplo, si se está lo bastante lúcido para identificar al guerrero como el árbol del que surge esa rama que es su espada, en el ejemplo antes citado. Pero no tratándose de metáforas más oscuras. Y eso no es todo. Constantemente se alude a distintos dioses por apodos sólo comprensibles, en el mejor de los casos (y no siempre), cuando se comprende el significado del apodo... gracias, una vez más, a las notas al pie de página. Y hay costumbres, antiguos conceptos jurídicos y demás, que también precisan ser explicados.

Una de las pocas notas prescindibles, pero que igual debo agradecer, es aquella que se explaya acerca de los famosos Nueve Mundos de la mitología germanoescandinava, ya que yo, por mi cuenta, traté de identificarlos y jamás llegué a esa cifra. La verdad es que en ninguna parte aparecen enumerados, aunque aquí Lerate se anima a presumir cuáles podrían ser.

Resumiendo, sería un tremendo error querer leer este libro en cualquier parte, por ejemplo un transporte público, arriesgando a distraerse con el runrún del entorno. Para entenderlo de veras, es preciso hacerlo en un sitio tranquilo, y ni soñar con acabarlo de un tirón.

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 1 voto · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

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