HEDIONDO PERIPLO por sedacala

Portada de MIENTRAS AGONIZO

De entre todas mis asignaturas pendientes en esto de la lectura, sobresale una: congraciarme con las novelas de William Faulkner. Es en ese contexto, en el que se debe encuadrar la lectura de esta novela, después de las ácidas experiencias pasadas con EL RUIDO Y LA FURIA, y con ¡ABSALÓN, ABSALÓN!

Decir lo difícil que es leer los libros de William Faulkner, es, como descubrir la pólvora: algo sabido por todo el mundo; o al menos, por la parte del mundo que lo ha intentado; por eso, prefiero dirigirme a los que aún no lo han hecho. No puedo hablar del resto de su obra, pero de entre las tres novelas que conozco, MIENTRAS AGONIZO me parece, con mucho, la más accesible. Se entiende de principio a fin, sin demasiados esfuerzos ni vueltas atrás. La estructura narrativa de la novela, consiste en una sucesión de cincuenta y nueve capítulos, contados alternativamente por los aproximadamente quince personajes que aparecen. Cada vez que un personaje interviene, su nombre aparece al principio del capítulo, así la dificultad habitual de sus novelas se diluye un poco al facilitar este sistema la orientación del lector que, por lo menos, sabe siempre quien es el que habla. La prosa de Faulkner en si misma, no es demasiado complicada; sus frases, no son muy largas aunque la escasez de comas hace difícil a veces captar su sentido. Una de las exigencias que han de superar los diálogos de sus personajes, es reflejar la manera de hablar de las personas de ese mundo particular suyo, integrado básicamente por gente del pueblo llano. Por tanto no deberían, en principio, ser textos de mucha complejidad o elaboración, y si a veces lo son, es precisamente por que la baja extracción social de sus personajes le confiere una simplicidad a su verbo, con la que es difícil expresar bien lo que se quiere decir. No digo que sus personajes se expresen mal por excesivamente rústicos, sino que Faulkner se ve en la tesitura de forzar un poco el lenguaje para hacer ver cómo personas de poca educación, sin salirse de ese papel, pueden manifestarse mediante un discurso enérgico, y transmitir bien las muchas dudas y contradicciones que sufren. Es innegable, que el lector ha de superar un obstáculo leyéndolo; pero éste, no consiste en descifrar palabras o frases incomprensibles, sino en conseguir acomodarse al funcionamiento del monólogo interior que, a veces, desconcierta a un lector que no sabe si lo que lee es diálogo o monólogo ni quien, si es monólogo, es el que está hablando con su propio yo. Es indudable, que reconocer y situar a los personajes constituye uno de los problemas; el otro, tiene que ver con sus cambios de espacio y tiempo sin avisar. Juega sobre todo con la concepción del tiempo a su antojo, de manera que hay que estar despierto y derrochar perspicacia para identificar bien al que habla, y cuando habla.

Pero siéndolo bastante, no son las dificultades técnicas relativas a la lectura, lo más característico de esta novela. La clave, está en la extravagante filiación de sus personajes; son gente salida del mundo rural del Deep South (Sur profundo), de los Estados Unidos. Viven de las labores del campo y su economía apenas les da para salir de la pobreza; son orgullosos y a la vez están dotados de un carácter muy particular suyo; aunque estén atacados por todo tipo de pasiones, las han de ocultar lo mejor que pueden, por que, la sociedad cerrada en la que viven las tolera mal; sin embargo, antes o después, sus desatinos pasionales se les escapan por algún resquicio y pasan a ser del dominio público, lo que no es raro en una comunidad reducida en la que es muy difícil mantener algo en secreto; es gente, decía, que pasa el tiempo debatiéndose, entre adoptar un comportamiento devoto y temeroso del Señor, como predica el pastor y consideran oportuno las asociaciones de damas respetables, o caer en aquellas tendencias primarias del ser humano que arrasan las mentes de los trabajadores poco educados y escasos de medios materiales, llenándolas de deseos impuros, groseros, y casi salvajes. A menudo, son estas últimas inclinaciones las que acaban imponiéndose, convirtiendo sus vidas en un ámbito abominable, en un espacio refractario al espíritu del lector, que sufre viendo como se desenvuelven en medio de la mugre social, moral, o simplemente física, en la que se desarrollan sus vidas. Cuando a esta prole sudista le toca hablar, sobrevienen aquellas contradicciones expresivas que antes indicaba al tener que manejar un lenguaje que ha de ser a la vez rústico pero sonoro, grosero y recio, capaz de expresar lo soez y lo sublime casi simultáneamente; es un reto difícil y Faulkner lo resuelve complicando un poco el lenguaje en busca de ese difícil compromiso.

Me ha interesado bastante una cuestión: la de los móviles que dirigen el comportamiento de los personajes. Cuando la madre muere, toman una decisión drástica; o mejor, el padre, es el que la toma. Empiezas a leer, y piensas: esto debe ser algo así como un homenaje póstumo para con la agonizante. Luego, vas viendo las dificultades; son grandes, pero el traslado sigue adelante. Piensas: le debían tener un enorme cariño y respeto a la madre para arrostrar tales dificultades. Pero si sigues leyendo, ves que no es así; ves, que esta familia es un gallinero; ves, que no se respetan unos a otros; que salen a la luz los conflictos primarios de que hablaba yo antes, y que el proyectado viaje no es sino expresión de la tozudez de un hombre corto de entendederas. Te quedas perplejo. ¿Por qué persisten en luchar contra su escasez de medios, contra los elementos y contra las leyes de la química? ¿Que sentido tiene todo esto? ¿Es la idiosincrasia de estas personas, es su tozudez, es su sentido del deber? Veo una contradicción o una pugna entre dos puntos de vista: uno representado por el talante rudo hasta la brutalidad, que no respeta el deseo póstumo de la madre; es un ámbito familiar incómodo, en el que el cariño no existe; es un ambiente irrespetuoso, en el que sólo es la tozudez del padre la que insiste en ir. Otro punto de vista sería el de personas de caracteres más elevados, más sensibles, que sí querrían ir para cumplir con su madre; el problema es que apenas uno o dos responden un poco a ese perfil. Ganaría pues, el punto de vista de los que se niegan. Pero he aquí, que surgen las inundaciones, e ir se convierte en algo disparatado. Y es entonces cuando estos personajes zafios y groseros, dicen que van como sea, justo cuando una lógica propia de gente sensata aconsejaría desistir. Me parece un mar de contradicciones, y no tengo la clarividencia necesaria para hacer un análisis lúcido de estos comportamientos; solo me queda recurrir a la irracionalidad como motor de sus actos.

Después de todo lo que he dicho, queda claro que sus novelas no son amables, al contrario; son hirientes como bofetadas, contundentes como mazazos, y trágicas como el destino ineludible de algunos de sus personajes. Son, en definitiva, inclementes con el espíritu de un lector que tiene que poseer redaños para disfrutarlas. Yo, no los tengo. Si. No niego que podrían haberme gustado historias de este tipo, forjadas por dramas personales, ¿por que no? La literatura al final, siempre se nutre de conflictos basados en las relaciones sociales. Lo que pasa, es que en esa búsqueda en el fondo del alma humana, William Faulkner va, un paso más allá del último paso que yo daría por territorios tan inhóspitos e intransitables.

He procurado, decir lo que tenía que decir, y como casi siempre sin contar la trama; aunque, puede que aquí me haya excedido en eso. Aún así, añadiré qué, en uno de los cincuenta y nueve capítulos, es Addie, la madre que agoniza (“la mamma morta” de Andrea Chenier, iría aquí muy bien), la que cuenta las cosas que quiere contar, y su testimonio es la manifestación más enérgica, y a la vez emotiva y reveladora, de todas las que aparecen en la novela. Aparte de lo dicho, es un libro que se sigue con facilidad hasta el final, sin perder el interés en ningún instante. ¿Que en ese momento postrero la novela haya gustado, o más aún, haya enamorado?, eso es algo que cada lector descubrirá cuando la lea. En mi caso, ya lo he dicho, a salvo de algunos detalles como el capítulo mencionado y alguno otro aislado, no llego nunca a ese escalón último del enamoramiento. Temo, que la asignatura, que indicaba yo tener como pendiente, quizá la apruebe, pero será con un aprobado raspado. He de afirmar sin titubear, que Faulkner, es mucho Faulkner para mí;

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 6 votos · @sedacala le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 11 años

Dices bien, sedacala: hay que estar atento a quién habla, cuándo habla y, ya de paso, qué está contando y a quién. Vamos, los procesos de la comunicación habitual. Tu reseña es muy perspicaz: Faulkner se goza en el análisis de las contradicciones humanas. El periplo de los Burden no es precisamente una obra piadosa. Y si no lo es (enterrar a los muertos) ¿qué es entonces? ¿Un acto de obcecación? ¿Un fruto del orgullo?

La próxima novela de Faulkner te la vas a poder leer en el bus, sin más problema.

@sedacala hace 11 años

Pues no lo sé; la verdad es que, aparte de una excursión por el río y una visita a la ciudad, no sé bien que es. Y no creo que éstos, estuvieran de humor como para hacer turismo. Ya lo digo en la reseña: no sé, a que obedece todo esto.