Crónica del peregrinaje real del autor al monte Kailash. Como relato personalísimo tiene pasajes un poco oscuros y retazos de vidas normales que pueden interesar o no al lector. El libro tiene el encanto de un diario de viaje, con evocaciones de explorador victoriano mezcladas con botes de cocacola oxidándose en los senderos tibetanos. Desolado y melancólico como la tierra que describe, con una extraña alegría que emana de la santidad del lugar.
Como no podía ser de otra forma hay gran contenido mitológico y espiritual, sobre todo desde el punto de vista budista. Es una pena que se olvide la perspectiva hindú, más antigua y no menos interesante. También hay un puñado de notas históricas sobre los exploradores que tanto buscaron los secretos de los cuatro ríos y los lagos del Kailash, el lugar donde nació Buda y donde reside Shiva.
El libro, pequeño y no tan ligero como podría parecer, no tiene mucho valor literario. Recomendable para los lectores interesados en el Tíbet y el Kailash o para los incondicionales de la literatura de viajes, teniendo en cuenta que apenas hay acción ni contenido novelesco. Todo es descripción y pensamientos, como los recuerdos que uno colgaría en un blog tras un viaje.
Escrita hace 11 años · 3.7 puntos con 3 votos · @Minaith le ha puesto un 7 ·