TEA SHOP por _567_

Portada de AMSTERDAM

Relativa sorpresa el descubrimiento de esta recomendable novela. Quedo absuelto pues del posible pecado que pudiera suponer el hecho de que no me gustara demasiado “Expiación”. Libre de culpa podré volver a tomar un relajante baño envuelto por la húmeda brisa de la playa de Chesil (que me gustó algo más) o cualquier otro océano de palabras que me proponga McEwan; digo esto por aquello de agrupar en un breve párrafo el terceto de novelas que he leído de este autor, y que con esta visita relámpago a la capital de los Países Bajos (fugaz porque su aparición se circunscribe al último tercio de la obra, el grueso de la trama transcurre en Londres, aunque muy acertada la localización del paraíso de la libertad individual que ejerce la acanalada ciudad sobre ciertas leyes mundanas) corrobora mi opinión con respecto a su autor: un tío que escribe francamente bien, a pesar de cierto exceso en las descripciones, capaz de dar vuelo libre a historias a priori carentes de interés, utilizando una prosa elegante, sobrada de matices, condimentado todo ello con esa genuina elegancia british con las que suele adornar su escritura. Ahora ya puedo decir, y le debo una a mi intuición, que me ha gustado bastante una novela de McEwan, así que es probable que en un futuro vuelva a salir tras los pasos de alguna de sus obras, a pesar de esa pesada losa en forma de equipaje para lectores impacientes que representa ese estilo suyo tan… vamos a llamarlo, recargado.

Molly Lane tuvo muchos affairs en su relativamente corta existencia, pero cuatro son las personas que se vieron acaparadas y abducidas por la estela magnética de su influjo, presente aunque no visible en cada recodo de la novela, capaz de transformar sus vidas hasta límites insospechados, todo ello reflejado en una única lágrima común de ausencia. Y cuatro son los personajes que transitan por ese amargo recuerdo en busca del tiempo perdido que malgastaron cuando Molly todavía era… pura presencia.
Clive y Vernon comparten su condición de ex amantes con una amistad bidimensional que va más allá de las leyes de los hombres, en mi opinión el eje fundamental sobre el que gira toda la trama, desde perspectivas tan opuestas como el de la música culta y el periodismo de rancio abolengo británico. Los otros dos caretos del cuadrado son: George el marido que supo engatusar a la fierecilla domada; y Julian, que vendría a ser el monstruo del paripé extremo y conservador de la política inglesa más casposa. Pero no se dejen llevar ustedes por estos cuatro trazos sobre esta pandilla de cuatreros masculinos, aquí señores míos, y allá en el fondo de la historia también, nadie es lo que parece ni mucho menos lo que quiere aparentar.

Con un acertadísimo final, algo que creo que McEwan difícilmente superará en futuras lecturas (y espero equivocarme), esta novela puede resultar tan cortante como un bisturí entrando en el higadillo de un tierno monaguillo; pero a su vez resulta francamente divertida en alguno de sus pasajes, con lo que esa alquimia de elementos adicionales en fusión le añade, sin duda, un plus adicional a su conjunto. Por otro lado, el retrato despellejado que hace de aquella juventud de los floreados años 60’ y su posterior reciclaje y entrada al mundo adulto en las décadas menos prodigiosas de los 70’ y 80’ merece especial atención por la despiadada crítica humana que desprende. Y tras la reseña de sus virtudes, solo resta citar otro pequeño defecto, que podría ser la falta, casi total por parte de McEwan, de compromiso implícito con cualquiera de esas criaturas tan potentes que crea aquí, y por supuesto con sus pensamientos más íntimos, insisto en la importancia de Clive y Vernon. El sumario de temas tratados es tan extenso, que podría parecer necesario huir de esa frialdad que acompaña su estilo narrativo y mojar sin miedo la pluma en el tintero comprometido (tanto con el lector como con su propia conciencia) de los asuntos que aborda y, por supuesto, posicionarse personalmente sobre ello. Distancias fácilmente reconocibles e insalvables entre Londres y Amsterdam, sí, puede que sea eso.-

Escrita hace 11 años · 4.6 puntos con 5 votos · @_567_ no lo ha votado ·

Comentarios

@lucero hace 11 años

Ahhhh, reinvindicatoria reseña a McEwan. A mí TAMPOCO me gustó mucho Expiación, se me hizo larga y previsible, pero adoré su escritura y los climas con los que rodea los personajes y los hechos concretos. Me apunto esta obra en mi lista. Gracias Saludos

@_567_ hace 11 años

No seré yo quién critique el estilo narrativo de McEwan, al contrario, creo que domina a la perfección muchos de los recursos literarios necesarios para ser un buen escritor; aunque también me parece de justicia dejar constancia de sus defectos, esto lógicamente es una opinión personal, y el exceso de narrativa descriptiva puede ser uno de ellos. A veces intercalar diálogos entre esas vastas extensiones de palabras sin personajes que hablen cuando se hace referencia constante a ellos (‘Expiación’ es un claro ejemplo, también se me hizo larga), concede ese respiro tan necesario que todo lector necesita para no perder la concentración. También me parece un buen retratista de personajes con status social elevado (sus modales, sus vestidos, sus casas, oficios y posesiones…) sin embargo no se maneja tan bien entre el pueblo llano (el mestizaje social, los bajos fondos, sus formas de buscarse la vida… bueno, eso que Dickens sabía hacer tan bien); además me ha costado mucho, curioso, situar el tiempo real, año en que se desarrolla la acción, en estas tres novelas que le he leído, y eso me pone de los nervios. En fin, que esta ‘Amsterdam’ es la que mas me ha gustado, lo cual quiere decir que las otras dos me parecen menos buenas auque en todo caso interesantes.

Venga, a ver que te parece a ti. Saludos.-