¿CON QUÉ HARÁN ESAS MAGDALENAS? por _926_

Portada de POR LA PARTE DE SWANN

‘El estilo -dice Jean Luc Godard- es el exterior del contenido, y el contenido es el interior del estilo. Estilo y contenido no pueden ir por separado.’ Esto es aplicable, no solo al libro de Proust, sino a cualquier obra de arte, y hasta al pensamiento humano. No podemos pensar sin hablar. Para pensar, necesitamos expresar ese pensamiento con palabras, aunque sea dentro de nuestro cerebro, y no podemos separar el pensamiento de las palabras que lo expresan. Con el recuerdo ocurre algo parecido, no podemos aislarlo, no podemos separarlo de las sensaciones que nos lo evocan, y que a la vez constituyen la base de dicho recuerdo. No obstante, tampoco podemos experimentarlas de nuevo. Por eso recordar es echar de menos. Porque no podemos percibir a través de los sentidos aquello que tenemos en mente. De este modo, de manera inconsciente, otorgamos cierto poder simbólico a determinados sonidos, sabores, olores, palabras, sensaciones, que puedan acercarnos a ese recuerdo añorado, que nos permitan revivirlo, aunque sea solo en parte. Acabamos por depositar ese recuerdo en una frase musical, en el sabor de una magdalena, en el olor de unas flores de espino… y entonces el recuerdo parece correspondernos y se nos presenta de forma más real, vívida y satisfactoria, al percibirlo bajo la forma de estos símbolos, supliendo en cierto modo su inmaterialidad, porque nada que podamos percibir a través de los sentidos nos parece del todo inmaterial. Y entonces el recuerdo queda por siempre ligado en nuestra mente a dichas sensaciones que nos lo evocan y acercan. Me refiero, fundamentalmente, al episodio de la magdalena y la taza de té. Antes de esto, el narrador ya empieza a recordar, a relatarnos ciertas cosas relativas a su infancia en Combray, pero no es hasta que tropieza casualmente con ese recuerdo, materializado en magdalena y té, que le llega en forma de olores y sabores, cuando se sumerge en una especie de éxtasis de la memoria, y así como estas sensaciones llaman a un determinado recuerdo, este recuerdo llama a otro recuerdo, del mismo modo que, en los primeros tiempos del amor “un beso llama a otro beso”, en palabras del propio Proust, entrelazándose, en una cadena o sucesión inevitable de recuerdos que, contando con la complicidad de su memoria, que gusta de recrearse en los tiempos pasados, no tiene fin y le transporta a otros lugares y épocas que, incluso antes del episodio de la magdalena, estaban siempre presentes, de una forma inconsciente pero decisiva y trascendente, en el fondo de su memoria.

“Por el camino de Swann” se compone de tres partes: “Combray”, “Unos amores de Swann” y “Nombres de tierras: El nombre”. La primera parte, sin una trama definida, narra las vivencias del narrador durante las vacaciones de su infancia en Combray, desde sus angustias nocturnas en espera de que su madre subiera a darle un beso de buenas noches hasta su primer encuentro con Gilberta, la hija de Swann, que ejercería inmediatamente una gran fascinación sobre él, al igual que la duquesa de Guermantes y los libros de Bergotte.

La segunda parte, que leí por separado antes de decidirme a buscar el tiempo, y que me sirvió de introducción a la obra de Proust, narra las vivencias amorosas de Swann en París antes del nacimiento del narrador, con una “cocotte” llamada Odette de Crècy. Esta es, sin despreciar la gran calidad de las otras dos partes, mi favorita. En las tres Proust hace gala de una prosa especial y preciosa, de las mejores que yo haya leído, pero es en “Unos amores de Swann” donde desarrolla en su máxima expresión su habilidad para el análisis de las relaciones humanas, de las distintas personalidades del “cogollito” de los Verdurin, de los sentimientos del protagonista y de las distintas fases del amor, del que Swann acaba por convertirse en víctima. A mí, personalmente, me fascina el personaje de Odette. Ella juega con Swann, le miente, le es infiel, pero no de una modo en que podamos considerarla “la mala”. Me recordó al personaje de Catherine, de la película de Truffaut “Jules et Jim”. A mi entender, Catherine no tiene intención de hacer daño a nadie, a ella le gustaría poder ser ella misma en todo su esplendor, desarrollar su individualidad de un modo completo y radical, sin que esto supusiera un mal para aquellos que quiere. Pero esto es imposible, y por ello se contenta simplemente con ser ella misma, tomando de cada cual aquello que necesita para su ideal perfecto de amor, renunciando a sentirse culpable por el daño que pueda causar. Hay una frase en esa misma película que quedó grabada en mi memoria: “¡Qué hermoso es intentar descubrir de nuevo las leyes humanas, pero qué práctico tiene que ser poder conformarse con las ya existentes! Hemos jugado con los principios de la vida y hemos perdido”.

En la tercera parte, “Nombres de tierras: El nombre”, el narrador comienza por describir la fascinación que ejercen sobre él ciertas ciudades, que el imagina e idealiza de un modo determinado, sin haberlas visto, tan solo por su nombre, por las descripciones que él ha leído de ellas y por ciertas obras de arte. También narra sus juegos con Gilberta Swann en los Campos Elíseos, y como su amor por ella lo lleva a idealizarla, no solo a Gilberta sino también al propio Swann, a su esposa, a las gentes con las que se tratan, a los lugares por los que pasean y en general a todo su mundo, que él cree especial y aparte de todos los demás mundos. El libro termina con la decepción del narrador, porque esos lugares ya no son los mismos, han cambiado, y lo que percibe de ellos a través de los sentidos no se corresponde con sus recuerdos.

PD: De “Unos amores de Swann” me impresionó muchísimo la forma en que Proust describe la música, sin utilizar tecnicismos -yo soy estudiante de piano- sino utilizando comparaciones con procesos mecánicos y a través de las sensaciones que le transmite dicha melodía. Quizás la música sea lo más difícil de describir, porque aunque la vemos como algo inmaterial podemos percibirla por los sentidos. Las muchas descripciones de la frasecita de Vinteuil, símbolo de los amores entre Odette y Swann, que a la vez los advierte de su fugacidad y se convierte en cronista de su deterioro me parecieron de una genialidad tan solo comparable a ciertas descripciones de Edgar Allan Poe.

Es mi libro favorito, me sorprende que tenga tan pocos votos. Por cierto, “hacer catleyas” es la forma más elegante que yo he oído de decir…

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 8 votos · @_926_ no lo ha votado ·

Comentarios

@sedacala hace 11 años

Me ha gustado tu reseña Blackbird; y ha sido así por razones obvias relativas a su contenido, pero también por otras no tan obvias como el hecho de que por fin aparece en SdL alguien que pasa de mencionar a Proust desde una posición externa, a detenerse, introducirse dentro de su obra, y contar las sensaciones que produce leerlo. Entre este otro tipo de reacciones menos obvias y en este caso totalmente ajena al libro de que se trata, está el que tu reseña, aún siendo bastante larga, la he terminado sin el más mínimo problema comprendiendo perfectamente su contenido hasta el final; lo que no me siempre ocurre, y tratándose de algo tan especial como “A la recherche…”, bien podría no haberme ocurrido.

Me llamó la atención el comentario de que de las tres partes de que se compone, “Combray”, la primera, la que narra sus vivencias infantiles, no tiene trama definida. Quizás te pareciera que en “Unos amores de Swann” si que la tiene, y es bastante posible que ésta, sea una de las partes en las que el concepto clásico de trama se identifica más con lo que cuenta Proust. Personalmente, me compenetro más con el contenido del primer párrafo largo de tu reseña, pero no tanto por el tema de la famosa magdalena, referencia insignificante y por ello recurrente en exceso (difícilmente la prosa de Proust se puede explicar recurriendo a algo tan sencillo) sino más bien por que a lo largo de toda ese extenso comentario tuyo te aproximas bastante al reto, difícil, de identificar el sentido último que tiene, no este tomo en concreto, sino todo el conjunto de “A la recherche du temps perdu”.

Hablas también de la música, yo hablaría además de la pintura, de la literatura, del conocimiento de su época. Es un conjunto de sensaciones que va destilando su lectura. Expresaba yo mis dudas sobre aquello de la trama definida, por que creo que bien poca hay, y te diría que tampoco le hace demasiada falta, yo al menos no la echo mucho en falta. La fusión de unos cuantos personajes, sus recuerdos, su mundo, su estética… y, a correr. Es decir a escribir y a contar cosas sin más ilación que esos Swann, Odette, o Gilberte, que tú has conocido y a los Guermantes, Saint Loup, Albertine, Charlus, Morel, Verdurin, etc. que podrás conocer si sigues leyendo los tomos restantes. Estoy yo ahora con “La prisionera”, y me sigue entusiasmando su lectura como ya me entusiasmó desde la segunda entrega. Curiosamente, “por el camino de Swann”, aún gustándome, no fue para mí el descubrimiento fascinante del mundo de Proust, eso llegó con “A la sombra de las muchachas en flor”, después de un comienzo titubeante tras el que al fin se me abrieron definitivamente los ojos a su prosa, hasta el punto de que a veces cuando lo leo siento aquella sensación extraña del “dejá vu”. ¿Dónde habré conocido yo este mundo extraordinario y esta prosa tan especial antes de leer a Marcel Proust? No lo sé, pero juro que siento ese vínculo con algo anterior, y desconocido.

@_926_ hace 11 años

Gracias por tus halagos, sedacala. La verdad es que tuve mucha suerte con Proust, pues cuando leí por primera vez "Unos amores de Swann" ni sabia quién era ni tenía noticias de su obra, de modo que pude leerlo sin ninguna expectativa definida, simplemente cogí un libro de la estantería, y acabó por conquistarme. Después me compré los dos primeros libros de la obra, y de momento solo he leído el primero, aunque el otro está al caer. En ningún momento me importó que, sobre todo "Combray" no tuviese lo que se puede llamar convencionalmente "trama", es más, me gustó más así, pues es simplemente una sucesión de recuerdos y vivivencias, narradas de una forma muy amena, a través de los cuales el narrador nos revela algo de su propia psicología. "Unos amores de Swann" me gusta más sobre todo por el modo en que analiza a cada uno de los personajes del "cogollito" , y como narra magistralmente el inicio y deterioro del amor entre Swann y Odette, desde la perspectiva de éste ,(además de que siempre será especial para mí, por haber sido el primero) Menuda cara se me quedó cuando, terminando "El nombre" alguien hace una referencia a la señora de Swann y entonces se nos revela, como de pasada, que es Odette. Tuve que parar de leer unos minutos para asimilarlo. La idea que expongo en el primer párrafo de mi reseña nació de la sensación de decepción que me inspira el narrador al final del libro, al ver que sus recuerdos no se corresponden con la realidad actual, aunque solo es mi visión personal.
Quizás sea cierto que el episodio de la magdalena sea tan solo algo simbólico, pero como símbolo de algo, es de los mejores que he leído, y tengo la sensación de que cuando acabé de buscar el tiempo para mí se habrá convertido casi en mítico. De cualquier modo lo mejor de la obra, aunque es imposible separarla de los hechos que describe, es sin duda la prosa de Proust, prosa que me gustaría leer hablase de lo que hablase, tan solo por el placer de apreciar tanto talento.
Saludos.