TIERRAS MALDITAS por FAUSTO

Portada de LA BARRACA

Todos hemos pasado, como mínimo, por un hecho crucial, ya sea algo casual o el inapelable destino, que nos ha cambiado el rumbo de la vida. Esta impredecible y enigmática “ley” se cumple también en cualquier manifestación creativa, y en este caso ocurrió en este título y la celebridad del escritor. Blasco Ibáñez comenta, en un pequeño prólogo, la especial odisea que aconteció con su obra. Perseguido por la autoridad militar vivió escondido en un refugio de unos amigos. Para distraerse escribió en dos tardes un cuento sobre la huerta valenciana con el título “Venganza moruna”, un suceso con evocaciones de su infancia. Cuando llegó la hora de su huida, en plena noche y disfrazado, olvidó todas sus pertenecías incluyendo en el fajo de cuartillas redactadas. Más tarde, después de sufrir prisión y siendo ya diputado republicano, la casualidad hizo que le fuera entregado este relato ya olvidado. Decidió transformarlo en una novela con el título actual, publicando el folletín en el periódico “El pueblo”, donde pasó inadvertido. Posteriormente lo editó en forma de libro con 700 ejemplares, sin pasar de los 500 vendidos, casi todos en Valencia. Tras este fracaso y con el relato en el limbo del creador, otra vez llamó la casualidad (azar o sino): recibió una carta de un profesor del Liceo de Bayona pidiéndole autorización para poder publicarla. Después de insistir varias veces, por fin le dio su permiso. Fue el hecho definitivo que modificó su vida. Publicada con gran éxito en Francia, se tradujo en todos los idiomas de Europa, y su fama se extendió por todo el continente; llegando a ser conocido con el sobrenombre de “el ilustre autor de La Barraca”.

Centrándome en el escrito, es un ejemplar eminentemente entretenido, adictivo y apasionante; no hay que olvidar que, ya hacia finales del XIX y los inicios del siglo XX, Blasco Ibáñez fue considerado el primer autor español de best-sellers. Pero no abundan las características estilísticas típicas de esta clase de literatura: abundantes coloquios y acción trepidante; sino que compone una prosa pormenorizada en descripciones (excelentes retratos campestres), poco diálogo pero relevante y fructífero, y un lenguaje sencillo en el devenir de hechos. “La barraca” pertenece al género naturalista con “incrustaciones” de elementos costumbristas. Es una ficción-denuncia sobre la injustica social y el irracionalismo de una comunidad, que están localizadas en la región rural de la huerta valencia con sus tradiciones y cultura particular.
Los personajes están elaborados y definidos desde el principio, y aquí reside lo más negativo o, mejor dicho, lo menos positivo: el maniqueísmo. Dentro de la dicotomía (que dado lo atractivo y lo excitante de la trama, llega a ser una materia trivial) tiene la originalidad de contar dos veces la “misma historia”, siendo la parte bondadosa una humilde familia campesina y el mal representado por el patrono capitalista sin escrúpulos; que más tarde, en la “segunda versión”, todo el gremio agricultor de la huerta se unirá a la parte malvada, todos contra un pobre (con las dos acepciones: sin dinero y digno de lástima) pero honrado labriego. Historias paralelas con diferentes verdugos. La injusticia genera y desarrolla injusticia, ya sea la ruin avidez de los ricos hacendados como la solidaridad de los trabajadores a través de una fuerza absurda (como bien intencionada) e ilógica para defender su dignidad.

“La barraca” es un texto corto dividido en 10 capítulos. En los dos primeros cuentan la trágica existencia del tío Barret, arrendatario de la típica casa valenciana, que tras unas vicisitudes fatalistas y un final desgraciado para él, su mujer e hijas, la barraca queda condenada al ostracismo por toda la comunidad, convirtiéndose en un símbolo y advertencia contra la avaricia de los amos de la tierra. Queda declarada solidaridad de los desamparados contra la injusticia y la riqueza de los terratenientes. A partir del tercer capítulo se introduce al protagonista principal: la familia de Batiste. Es el nuevo inquilino de la proscrita barraca, que no sólo “hereda” unas tierras para el cultivo, también la maldición del tío Barret y la gente de la huerta, personalizados en la figura de Pimentó: un pendenciero y bravucón héroe local. La gente de Batiste (esposa y 5 hijos) vivirá en un constante menosprecio, en una conjura de la necedad enclavada en un ambiente cada vez más asfixiante, opresivo y salvaje. Son temas recurrentes la lucha contra el abuso, la autoridad paterna, el derecho al trabajo, la arbitrariedad de los hombres y sus normas, que no protegen al honesto. La honradez y el sagrado pan de los hijos, conseguido con el sudor de la frente, son el leitmotiv de estas víctimas inocentes.

La desgracia (previsible desde las primeras líneas) estará siempre presente. Un acontecimiento aciago tiene, paradójicamente, la virtud de sacar la bondad y la cooperación de la vecindad, es un perdón conseguido con sangre. Sin embargo, es un paréntesis dentro del nefasto destino. Toda bondad, toda razón, todo acto se ve abocado a relucir la miseria humana, el odio irreconciliable, el orgullo, la violencia y la venganza, en pos de un mal llamado sentimiento del honor y hombría.

Y esta vez no finalizo con un apunte de cine, sino sobre una notable serie de televisión (disponible en la web de RTVE) basada en esta obra. Versión que contiene el conjunto de la novela, coincidiendo con casi todo el texto y la narración, pero ampliando las situaciones, diálogos y la personalidad de los personajes. Aparte de los protagonistas principales (con mención especial a Álvaro de Luna) destacan secundarios como el maestro, el médico o el tío Tomba (un pastor ciego a imagen del mitológico adivino Tiresias). Como puntos negativos están el excesivo empalagamiento del idilio de la hija Roseta con el lugareño Tonet, y la redundante moralina, sin llegar a ser óbice para disfrutar de una gran telenovela.
Melodrama que se emitió en 1979, y que junto con otro magnifico serial del mismo autor (“Cañas y barro”, 1978), se convirtieron en todo un boom en su época; que, paradójicamente, recordaba más esta última y tenía confundidos los recuerdos de ambas series.

Escrita hace 12 años · 5 puntos con 3 votos · @FAUSTO le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 12 años

Has puesto, Fausto, el dedo en la llaga: el maniqueismo de Blasco lastra sus mejores propósitos. Y yo añadiría otra característica, que comparte con su jefe político, Alejandro Lerroux: la demagogia, bastante terrible en un novelista. No he leído La Barraca, pero sí Cañas y barro, que imagino bastante parecida en sus formulaciones. Otras novelas "de denuncia" que conozco, como La catedral o La horda, son todavía más esquemáticas, al convertirse en obras de ideas, con personajes de una pieza puestos al servicio del discurso republicano y anticlerical del autor; al situarse en la ciudad, además, pierden su aroma rural, recio y a la vez lírico. Sin embargo, Blasco tiene un mérito importante, y es que pone sobre el tapete, aunque el resultado no se logre del todo, muchas situaciones no muy comunes en nuestra novelística: en el caso de La barraca, la desconfianza, la cortedad de miras, la ausencia de solidaridad y la brutalidad del campesinado de la Restauración. La horda, por ejemplo, retrata con crudeza el lumpen madrileño, muy en el estilo de Baroja, contando cosas tan sabrosas como los asaltos de los pobres cazadores furtivos al Pardo para hacerse con los ciervos y jabalíes que los reyes ya no están dispuestos a cazar, pero el vasco de La busca le da vuelta y media. En fin, todo un fenómeno literario, con ventas millonarias, sobre todo en su etapa "cosmopolita", ya asentado en la Costa Azul y convertido en uno de los escritores más ricos del mundo (ríete de Ruiz Zafón y compañía) y con novelas adaptadas al cine: Los cuatro jinetes del apocalipsis, de Rex Ingram, es... ¡1921! y Sangre y Arena, de Fred Niblo, un año posterior, ambas con Rodolfo Valentino. Casi nada. ¿Un talento malogrado? ¿Un hábil escritor? Que cada lector decida.

@FAUSTO hace 12 años

Buen análisis, Faulkneriano. Por tus comentarios, creo que quien se anime con esta clase de novelas ya sabe a qué atenerse. Aparte de esta novela, sólo he leído de Blasco Ibáñez “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” (que recuerdo poco, al igual que el film de Minelli), un relato propagandístico a favor de los aliados de la 1ª Guerra Mundial.
Y, bueno, está claro que me ha “caído en gracia” estas novelas sociales-regionales (como he comentado de características folletinescas y maniqueas) llenas de referencias ideológicas, que pueden tener el defecto de enfatizar en exceso su punto de vista; pero he sucumbido ante su narración y la prosa cautivante. Cosa que no me sucedió, y ya que lo has citado, con otro autor de best-sellers, Ruiz Zafón con su “La sombra del viento”. Ni su trama me interesó en ningún momento, sus personajes arquetípicos me parecieron insufribles…, en fin, prefiero no seguir.

Una de las cosas que siempre me han llamado la atención es la experiencia vital de este autor: aventurera y bohemia, que en sí misma es el modelo de una vida novelesca. Asimismo es curioso como ha sido tratado, desde el menosprecio al olvido. Uno de los más importantes y famosos escritores que hemos tenido y con tan malas críticas literarias, siendo, para mí, exageradas; y parece que esta censura es más imputable por sus ideas políticas (padeciendo prisión y exilio varias veces, y más tarde en el franquismo debió ser un “excomulgado”), su fulgurante éxito internacional como literato (nos pierde el pecado nacional) y su carácter rebelde e inconformista.
Continuaré con más libros de este estilo del autor valenciano, que espero y deseo tenga una sensación parecida con “La barraca”, ya se verá. Dentro de las limitaciones y virtudes de su escritura (no resiste la comparación con Baroja, como apuntas, o el gran Galdós) creo que merece la pena su lectura. Termino con tu conclusión: que cada lector juzgue la categoría del escritor.