UN INTENTO DE LLEGAR A LA VERDAD por EKELEDUDU

Portada de JESÚS NO DIJO ESO. QUIÉN CAMBIÓ LA BIBLIA Y POR QUÉ

Quienes creemos en la existencia de un Dios bueno, del que los seres humanos seríamos hijos, evidentemente concordará, sin necesidad de consultar nada ni a nadie, en que El ordena no matar, porque es evidente que esta acción es mala y un Dios así no puede aprobar lo que es malo. Otras cuestiones pueden no ser tan fáciles de discernir, y entonces uno se ve obligado a consultar alguna autoridad en la materia, como los libros sagrados de la religión que se profesa; la Biblia en el caso de los cristianos. Pero primero hay que demostrar que la Biblia es realmente la Palabra de Dios, y no lo que ciertos hombres hicieron decir a Dios, y esto, damas y caballeros, no es nada fácil, comenzando por ejemplo por el hecho de que en el Nuevo Testamento tenemos cuatro Evangelios que se contradicen entre sí; con lo que tomar uno de ellos como cierto e infalible implica que cualquier contradicción detectable en los otros tres pasa a ser falso. Pero esto no es todo: los escritos originales se perdieron, no sin que antes se hicieran copias de los mismos, de los que a su vez se hicieron otras copias, que dieron origen a nuevas copias, y así sucesivamente, En todo este extenso proceso de interminable copiado fueron deslizándose errores, correcciones intencionales, omisiones, interpretaciones dudosas; con lo que sólo del Nuevo Testamento hay una cantidad increíble de discrepancias entre una copia y otra. En 1707 un cierto John Mill armó un tremendo alboroto cotejando cien diferentes versiones griegas del Nuevo Testamento y hallando nada menos que treinta mil diferencias entre todos ellos; con lo que surge la inevitable pregunta de cuál de esas copias debería tomarse como original y, por lo tanto, verdadera Palabra de Dios.

El trabajo de Mill se erigió en precursor de lo que se conoce como crítica textual neotestamentaria, que es de lo que se ocupa JESÚS NO DIJO ESO. Básicamente consiste en un examen minucioso de las más antiguas copias conocidas de los libros del Nuevo Testamento, con miras a establecer cuáles son las más cercanas a los originales perdidos. La cosa no es tan sencilla como parece. Si disponemos de una copia que data del siglo IV y otra fechada en el siglo siguiente y existiera alguna diferencia textual entre ambas, a primera vista parecería que la primera tendría que ser la correcta; pero no necesariamente es así, porque la del siglo V podría basarse en un original anterior. Por lo tanto, la investigación es de veras complicada.

Seguramente no habrá consenso unánime, entre los investigadores, respecto a cuál copia es la más antigua entre las que han llegado a nosotros, pero si lo hay en que la más antigua (cualquiera que sea ésta), aunque se la llame "original", no lo es en realidad. Seguramente, entre el verdadero original desaparecido y esa copia llamada inexactamente "original" habrá otras discrepancias textuales de las que jamás tendremos idea. De las que sí se conocen, algunas son mínimas, casi ridículas e intrascendentes; faltas de ortografía, por ejemplo. En otras son ya más serias, y alteran el sentido del texto. A lo largo de esta obra, Bart D. Ehrman intenta separar el trigo de la paja y así dilucidar cuáles serían las versiones más cercanas a los originales, siempre exponiendo las líneas de su razonamiento y nunca dejando de recurrir a la argumentación.

Ahora bien, Ehrman es cristiano convencido; igual que yo, por otra parte. Recalco esto porque dentro del cristianismo hay sectores moderados y otros fanáticos, fundamentalistas y/o intransigentes. No importa cómo se los llame, esto últimos no quedarán felices con las conclusiones del autor y que yo mismo comparto, a saber: que teniendo en cuenta todo lo antedicho, "...aun creyendo que las palabras originales (de la Biblia) fueran producto de la inspiración divina, es imposible pasar por alto el hecho de que no tenemos esas palabras..."; por lo que la Biblia "...no ofrece respuestas infalibles a cuestiones clave de la era moderna como el aborto, los derechos de la mujer, los derechos de los homosexuales, la supremacía de la religión, la democracia occidental y demás..." y "...tenemos que descubrir por nosotros mismos cómo hemos de vivir y qué hemos de creer, sin erigir la Biblia en un falso ídolo, en un oráculo que nos ofrece un canal directo para comunicarnos con el Todopoderoso...".

Resta precisar a qué lectores está dirigido este libro. No a los ateos, desde luego: ellos no lo necesitan para negar cualquier cosa que tenga que ver con la religión, si les place hacerlo. Los cristianos moderados pueden leerlo sin miedo. Y en cuanto a los no moderados, por supuesto, estarán en todo su derecho a no leerlo o a negar que haya en él siquiera un grano de verdad; pero quede claro que ambas cosas a la vez, no. Conocer el contenido de un libro, considerarlo absurdo e intentar refutarlo con argumentos lógicos es legítimo; no atreverse, por motivos personales, a examinarlo, puede ser comprensible. Pero no echarle siquiera un vistazo superficial y pese a ello denunciarlo como libro escrito bajo inspiración diabólico, o cosa por el estilo, es imbecilidad pura.

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