CON OBJECIONES PERFECTAMENTE SOSLAYABLES por EKELEDUDU

Portada de EL SECRETO DE LA ESFINGE Y OTROS MISTERIOS DEL ANTIGUO EGIPTO

En un documental emitido no hace tanto por Discovery Channel, Erich von Däniken, el famoso autor de best-sellers que sostiene que la Tierra fue visitada en el pasado por astronautas de otros planetas, afirmaba que a diferencia de los egiptólogos serios, que no leen los libros que él escribe, él si lee los que escriben ellos; como diciendo que habla con conocimiento de causa. Temo, sin embargo, que a EL SECRETO DE LA ESFINGE... no se le acercó ni un poquito, o sería mucho menos audaz para teorizar. A Charlotte Booth, autora de la obra en cuestión, se le ocurrió escribirlo precisamente tras refutar la teoría, defendida en este caso por una de sus alumnas, según la cual las pirámides fueron construidas con tecnología extraterrestre. Calculo que, a esa joven, Booth le habrá dicho más o menos lo que expone en el segundo capítulo de EL SECRETO DE LA ESFINGE..., el cual se ocupa, precisamente, de ese tema. A dicho capítulo tengo sólo una objeción que hacerle: hasta donde me consta, otra teoría que refuta en la página 46, según la cual los grandes bloques con que se construyeron las pirámides estarían hechos de una sustancia análoga al hormigón y vertida en moldes in situ, tenía la ventaja de explicar ciertas burbujas contenidas en dichos bloques, pero ausentes en la piedra de las canteras de donde, según las teorías tradicionales, se los habría extraído. Aunque persuasiva a la hora de descartar también esa hipótesis, la autora no proporciona explicaciones acerca de las misteriosas burbujas; tal vez no importe demasiado, no sé.

Lo que sí sé es que la autora no fue ninguna estúpida a la hora de seleccionar los temas que comentaría en este librao: origen del pueblo egipcio; la construcción de las pirámides, como ya hemos dicho; la enigmática Esfinge de Gizeh; oráculos y sacerdocio; Hatshepsut, la mujer que fue Faraón; el herético Akhenatón; Tutankhamón, el rey niño; el indemostrado Exodo bíblico; la fascinante Cleopatra; la maldición de la tumba de Tutankhamón. Son, en general, los temas que más venden en relación al antiguo Egipto. Es indudable, también, el acierto de Booth al escribir en un estilo ameno, sencillo y apto para todo público, y no a un público erudito. Otros autores me han hecho dormir explicando el origen del pueblo egipcio; ella no.

El capítulo en el que demuele la leyenda de la maldición de Tutankhamón es sencillamente sensacional. Algún desdeñoso egiptólogo podrá opinar que eso es pura pseudociencia y que no vale la pena perder tiempo dedicándole espacio. Luego de leer este libro, estoy plenamente de acuerdo, pero el caso es que no basta con opinar que tal o cual cosa es pseudocientífica: hay que demostrarlo, y Booth lo hace en el correspondiente capítulo, analizando y despojando de sensacionalismo la más famosa de las muertes atribuidas a la maldición de Tutankhamón, la de Lord Carnarvon, en coincidencia con la de su perro favorito en Inglaterra y con un apagón que habría dejado El Cairo a oscuras (y con un canario devorado por una cobra a título de mal presagio previo).

Otros capítulos quizás sean ya más objetables, aunque tal vez Booth tenga sus excusas. Por ejemplo, respeto su postura contraria a la historicidad del Exodo bíblico; es más, si sólo fuera por su argumentación, yo mismo quedaría bastante convencido. Aun así, lamento que no se molestara en analizar la evidencia a favor del Exodo que, en cierto documental emitido por History Channel, presentó Simcha Yacobovich. Y es de veras lamentable que no lo hiciera porque, aunque Booth hubiera terminado descartando dicha evidencia, habría apoyado su postura con argumentos dignos de leerse: no es de los que se contentan diciendo me opongo sin más. Puede que esa evidencia no se conociera todavía cuando Booth escribió su libro.

Han quedado desactualizados, además, los capítulos dedicados a Akhenatón y Tutankhamón (y tal vez también otros, no sé); de lo que, por supuesto, en estos tiempos en que la ciencia avanza diariamente a pasos agigantados, no puede culparse a la autora, que publicó su libro en 2009. Y amén de todo esto, me encantaría que entre distintas publicaciones científicas hubiera más uniformidad en la grafía de la onomástica egipcia: por ejemplo, el faraón cuyo nombre leemos en algunos libros como Akhenatón, se transforma aquí en Ajenatón y hasta en Ekhnatón en otras obras.

Ahora bien, seamos justos: burbujas en la piedra que no se mencionan por aquí, teoría que no se examina por allí y desactualización más allá, sí, correcto; sin embargo, ¿puede tener esto tanto peso en una obra que aclara demasiados puntos frecuentemente pasados por alto, que en todo momento argumenta con lógica y que, encima, no aburre ni por un segundo? Yo diría que no.

Ah, por cierto... ¡Qué hermosa mujer es Charlotte Booth! Si no me creen, miren la foto de ella en su blog (cuyo título es CHARLOTTE'S EGYPT), pero les aseguro que eso no influyó en esta opinión, simplemente me pareció fundamental recalcarlo para los habitués masculinos de este sitio.

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

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