EL NEOPAGANISMO, VISTO CON IMPARCIALIDAD por EKELEDUDU

Portada de NEOPAGANISMO

No es difícil entender por qué motivos tanta gente se vuelca a antiguos cultos politeístas, algunos de ellos abandonados desde hace siglos y ahora resurgidos y adaptados a los tiempos que corren (merecida revancha, si tenemos en cuenta que la cristianización a menudo se impuso a punta de espada y, por lo tanto, fue insincera). Las grandes religiones monoteístas parecen haber comprendido al fin que deben evolucionar si no quieren seguir perdiendo credibilidad y feligresía, pero el cambio tiene lugar a ritmo muy lento, y no es aceptado por ciertos sectores retrógrados. Entre tanto, la grey se cuestiona la misoginia típica, el antropocentrismo y/o la homofobia de dichas religiones, e incluso dogmas de fe como el Infierno (¿cómo un Dios que es todo bondad podría condenar a sus criaturas, a veces por motivos banales, a un castigo eterno?) sin recibir respuestas convincentes de los respectivos predicadores. Es lógico, entonces, que busquen otro lugar donde saciar su hambre espiritual. Algunos se vuelcan a religiones que en realidad nunca desaparecieron del todo; así, Adrián Moyano nos cuenta en CRÓNICAS DE LA RESISTENCIA MAPUCHE que a las ceremonias de dicha etnia asiste cierto número de wincas sinceramente atraídos por la espiritualidad de tales ritos. Otros muestran mayor interés por el paganismo desaparecido y ahora revivido. NEOPAGANISMO viene a informarnos sobre estas opciones religiosas.

Tal como lo presenta la autora, Haritha Meenee (y hasta donde sé, su exposición es fidedigna) lo mejor de estos cultos neopaganos aflora cuando no se contagian de la pasividad estupidizante de la New Age y su tendencia a ignorar el Mal. Toda religión seria exige aceptar que éste existe de un modo u otro, y asumir un cierto grado de compromiso activo al menos contra alguna de sus formas. En la práctica, sólo un escaso porcentaje de fieles acepta ese compromiso en el monoteísmo y en el paganismo ese asunto no parece ir mucho mejor, pero que algunos fieles lo hagan es ya un síntoma positivo. En el caso del neopaganismo, dicho compromiso, acorde con su amor por la Naturaleza, asume en gran medida la forma de una fuerte conciencia ecologista; y así, Meenee cita, por ejemplo, a Starhawk, una reconocida neopagana que al mismo tiempo participa de protestas ambientalistas y fue varias veces arrestada por ello. habrá que admitir que este tipo de activismo requiere de tiempo libre, algo que no todos tienen; de modo que tampoco caigamos en la ligereza de reprochar flojedad a otros neopaganos por no seguir ese ejemplo tan contundente.

Meenee realiza a veces afirmaciones dudosas en su obra, pero con la prudencia de no hacerlas suyas; por ejemplo, cuando habla del parentesco de la palabra wicca con otras voces, contradiciendo en parte lo sostenido por Jeffrey Burton Russell en su HISTORIA DE LA BRUJERÍA: ella menciona el supuesto parentesco, pero no es categórica ni habla por ella misma. Es igualmente prudente a la hora de citar autores. Admite, por ejemplo, que los célebres libros de Castañeda acerca del yaqui Don Juan quizás sean simple fruto de la imaginación del autor. También merece elogios Meenee por citar, en notas a pie de página, una bibliografía de consulta sobre temas específicos para los interesados, aunque lamento decir que buena parte de esa bibliografía está en inglés. Entre lo criticable, opino que por momentos pierde tiempo y espacio que habría podido emplear más provechosamente. Así, en el capítulo dedicado al Ásatrú y al odinismo, no puedo menos que lamentar que no abreviase su análisis del panteón nórdico para explayarse sobre las Nueve Nobles Virtudes, que ni mencionadas aparecen. Esta omisión es francamente imperdonable, habida cuenta de que constituye, creo, lo más honroso del Ásatrú. También habría que recordar que, si bien ni el cristianismo, ni el islamismo, ni el judaísmo pueden jactarse de prédica especialmente ambientalista, los antiguos romanos eran paganos, y ello no les impidió matar miles de pobres bestias en sus circos, dejando amplias zonas desprovistas de animales salvajes y provocando que el león, entre otras fieras, desapareciera del área mediterránea; así que eso del amor de los antiguos paganos por la Naturaleza, en ciertos casos, merece relativizarse.


Sin embargo, se debe reconocer a la autora el innegable mérito de presentar los cultos neopaganos bajo una luz favorable, pero no excesivamente idealizada. Esa mesura es lo justo, pues lamentablemente el neopaganismo padece también sus dolencias que, curiosamente, a menudo son las mismas que aquejan al cristianismo: sexismo, homofobia, racismo... Por supuesto, no podemos condenar todo un culto por una o dos falencias que sean también las nuestras. Si el ya citado Ásatrú carga a menudo con la desgracia de atraer personas con mentalidad nazi, los catolicismos tenemos el mismo problema, aunque muchos -¡y eso sin dejarse influenciar por la New Age!- sigan la política del avestruz y nieguen el problema. ¿Qué decía Jesús acerca de la viga en el propio ojo, cristianos?...

Lamentablemente, un cierto número de fanáticos monoteístas chillarán y patalearán, intentarán asociar el neopaganismo con el Diablo y, ya que estamos, con los sacrificios humanos, dirán que los druidas modernos se irán todos al Infierno y qué sé yo qué otra necedad. En lo personal, el neopaganismo podrá no ser lo mío, pero me parece una opción espiritual interesante y tan válida como cualquier otra. Ojalá los cultos monoteístas, en vez de condenar, procuraran recuperar fieles acelerando su evolución...

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@BriGid hace 12 años

No me he leido este libro, no he tenido la suerte de encontrarlo, aunque del tema si que he leido mucho y por eso añado que me ha gustado tú reseña ; ) muy interesante, en serio.

@EKELEDUDU hace 12 años

Muchas gracias. Mérito del libro, por cierto. Bueno que alguien se interese sinceramente por el tema y no para denigrarlo. Saludos.