DIGNIDAD CONQUISTADA A GOLPES por EKELEDUDU

Portada de REY DEL MUNDO

A principios de la década del '60, la música de los Beatles iniciaban su arrolladora revolución musical, preparándose para conquistar oídos y corazones de varias generaciones. En los Estados Unidos, fermentaba otro tipo de revolución, que quizás no tengamos muy presente ahora que es cosa muy común ver actores, cantantes y deportistas negros en pie de igualdad con los blancos y ahora que Estados Unidos tiene, incluso, un presidente negro. Por aquellos días, era otra cosa. Hombres como Martin Luther King y Malcolm X bregaban, cada uno a su manera, por los derechos civiles y, sobre todo, por la dignidad de la raza negra.

En aquellos días, si algún negro tenía posibilidades de ser alguien en la vida, era en el ring. Allí, durante breve tiempo, el reinado entre los pesos pesados correspondió a un hombre llamado Floyd Patterson, que tenía muchas cosas para ser un gran campeón, excepto temperamento: era demasiado bueno, demasiado caballeroso y, consecuencia del eterno desprecio de los blancos, demasiado inseguro. Por lo tanto, no tardó en perder la corona frente a un temible rival, Sonny Liston. Este, a diferencia de Patterson, no era una buena imagen para la gente de color: siendo un hijo más en una familia cuya tasa de reproducción sólo podía equipararse a la de los conejos, había crecido en una extrema pobreza, circunstancia que lo había llevado primero a la delincuencia y luego a la cárcel. Su carrera había sido auspiciada por mafiosos que a cambio requerían sus servicios para, eventualmente, apalear a alguien. Es más, todo indicaba que esos dudosos auspiciantes seguían respaldando a Liston cuando se llevó a cabo el combate entre él y Patterson; claro que, teniendo en cuenta de qué le había servido a éste la imagen honorable, ¿valía la pena que Liston se molestara en forjarse una? Tras hacerse con el título de campeón, él pareció pensar que sí. Pero la sociedad no suele dar segundas oportunidades a quienes han errado el camino en la vida; y menos todavía si se era negro en la sociedad yanqui de aquel entonces. Liston siguió en la suya, libró un combate de revancha contra Patterson y retuvo el título.

Sucedió entonces lo impensable. Lo desafió un joven boxeador que por ese entonces era más conocido por ser un bocón insufrible que por sus dotes boxísticas. Bailoteaba mucho alrededor de sus rivales, era muy veloz y ágil, pero entonces ésas no eran virtudes muy celebradas entre los púgiles, de quienes se esperaba más que nada que arremetieran con la fuerza de un Panzer, dispuestos a destruir a quien se les pusiera en el camino. Fanfarroneaba mucho, demasiado para gusto de algunos, pero nadie sospechaba que, tras tanto alarde, el retador tenía miedo como cualquier hijo de vecino. O quizás más, porque, si se bravuconea mucho y luego no se demuestra estar a la altura de tanta bravuconería, el escarnio y la segregación no conocerán límites.

Ese retador diría de sí mismo que era "el más grande". Yo no diría tanto, pero sí admito que fue y es grande, muy grande. En el ring, y fuera de él. Con la vida entera bravuconeaba tanto como sus rivales en el cuadrilátero. No estaría dispuesto a dejarse humillar por el color de su piel, ni a que un gobierno quisiera enviarlo a una guerra que él no consideraba suya, ni a que lo doblegara el Mal de Parkinson ni ninguna otra cosa. Encarnó como pocos la historia de la raza negra, que consistió básicamente en luchar, luchar y seguir luchando ocurriera lo que ocurriera. Acabó ganándose el afecto y la admiración, no sólo de los negros, sino de una inmensa mayoría de los blancos, entre ellos, por qué no admitirlo, un servidor. Por ese entonces (¿quedará alguien que no sepa de quién hablamos?), se lo conocía como Cassius Marcellus Clay Jr.; más tarde, él se cambiaría el nombre a Muhammad Ali. Se llamara como se llamara, insistimos, era un grande.

Y este libro, básicamente, nos cuenta cómo llegó a serlo y por qué, centrándose, sobre todo, en aquellos años iniciales de aquella década tan importante para los estadounidenses de color. Yo no diría que REY DEL MUNDO es una biografía en el sentido convencional del término. Sí intentó serlo en su momento EL MÁS GRANDE, de Richard Durham, una obra que en los papeles figura en coautoría con el propio Alí, pero de la que, al parecer, éste renegó por contener algunas falsedades e inexactitudes. Rey del mundo trata mucho sobre Alí, pero también sobre Patterson y Liston, sobre Elijah Muhammad, Malcolm X y otros, y sobre la sociedad y la época en que convivieron todos ellos. Trata sobre el heroísmo, la dignidad y la lucha, no sólo de Alí ni siquiera de todos los mentados o de algunos de ellos -aun cuando a cada uno se reconozca lo suyo- sino de toda una colectividad marginada por racismos absurdos.

Y por sobre todo, REY DEL MUNDO impone al lector una consigna: la de, imitando al gran Ali, jamás bajar los brazos ni pedir disculpas si no corresponde hacerlo. La de luchar sin descanso contra adversidades e indignidades. Aunque no se tengan las manos enfundadas en guantes de boxeo.

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

Comentarios

@sedacala hace 12 años

Para mí, siempre será Cassius Clay. Todo lo que hubo con posterioridad carece de importancia, comparado con aquel tipo veloz, incansable y sagaz, que ridiculizaba a los contrarios, y que hizo lo que ningún otro peso pesado hubiera hecho nunca. Sobrepasó la categoría de gente como Primo Carnera, Max Schmelling, Jack Dempsey o Rocky Marciano. Incluso superó al mítico Joe Louis. Así, que el cambio de nombre, su negativa a ir a Vietnam, o su conversión al Islamismo, para mí es lo de menos.

Pero claro, hoy el presidente de EEUU es negro y el boxeo ya está mal visto en los medios de comunicación. Hablar de esto, hoy, es como estudiar arqueología. Yo, personalmente dudo que la mayoría sepa de quien estamos hablando.

@EKELEDUDU hace 12 años

Lo que pasa es que no soy un fan de ningún deporte. El boxeo me saca un poco de esa abulia, pero realmente muy poco. Para mí, cuentan más sus méritos humanos.