LA VERDAD SOBRE UN REY A MEDIO CAMINO ENTRE LA REALIDAD Y LA LEYENDA por EKELEDUDU

Portada de RICARDO CORAZÓN DE LEÓN

Si reflexionamos sobre el hecho de que incluso la Madre Teresa de Calcuta tuvo y tiene todavía detractores, llegaremos a la conclusión de que casi no hay personalidad famosa que no genere controversia. Unas, sin duda, en mayor medida que otras; unas, con mayor fundamento que otras; pero todas suscitarán debates por diversas cuestiones. En el caso de Ricardo Corazón de León, hemos ya comentado varios ensayos que analizaban algún aspecto de su figura, aunque no como tema excluyente; por ejemplo, HÉROES Y VILLANOS, de Frank McLynn, A HIERRO Y FUEGO, de Sean McGlynn, LOS TEMPLARIOS, de Piers Paul Read y LOS REYES HOMOSEXUALES, de Henri Rigault. También se han acercado al personaje autores de ficción, como Jan Guillou en EL CABALLERO TEMPLARIO, segundo volumen de su Trilogía de las Cruzadas, o Gore Vidal en EN BUSCA DEL REY, de los que también hemos hablado. Cada una de estas obras ofrece su visión sobre el monarca inglés, a veces extraordinariamente distinta de otras, y para el lego en la materia es difícil saber cuál es la verdadera. El hecho de no tratarse de un personaje contemporáneo no disminuye en nada el calor de los debates que genera: cualquier apasionado de la Historia, inevitablemente, corre el riesgo de sucumbir a la atracción o carisma de las grandes figuras del pasado, perdiendo toda imparcialidad. Y en este caso particular, algo que viene a complicar todavía más el análisis es que nos separan siglos de distancia de la figura en cuestión, por lo que muchas fuentes pueden haberse extraviado y, de las que han llegado hasta nosotros, es difícil discernir cuál es fiable y cuál no lo es; máxime teniendo en cuenta que su imagen ha sido engrandecida y distorsionada por la leyenda. Claro que para un autor e historiador de amplia trayectoria y merecido renombre como Jean Flori, la tarea tenía que ser mucho más sencilla. y por fortuna, la emprendió y concluyó. El resultado es el presente libro.

Si Flori es especialmente simpatizante o detractor de Ricardo Corazón de León, su primer mérito es haberlo disimulado de manera extraordinaria. Su trabajo resulta fríamente profesional; y por ello, y por dedicarse exclusivamente y a lo largo de muchas páginas a dicho soberano, creo que se convierte en el más confiable de todos los mentados. RICARDO CORAZÓN DE LEÓN revisa exhaustivamente cuantas fuentes pudo contar el autor, y se encuentra dividido en dos partes. La primera de ellas sólo detalla la vida del monarca; la segunda lo ubica históricamente en la época y la sociedad en que vivió y analiza analiza algunos aspectos puntuales de su personalidad y su carrera, como el rumor de que halló la muerte mientras buscaba un gran tesoro, en qué medida mereció su fama guerrera más allá de propaganda política y leyenda y, ¡cómo no!, su presunta homosexualidad, ya que parece que actualmente nos ha ganado una mentalidad voyeurista que hace que sea más importante saber con quién se acostaba Fulano o Mengano que cualquier otra cosa a la que se haya dedicado en vida el susodicho...

La visión de Fiori nos presenta a Ricardo, fundamentalmente, como un producto de su tiempo, pero no usa dicha conclusión para justificarle vicios ni defectos. Al manejar las fuentes, tiene buen cuidado de observar aquellas que son o podrían ser tendenciosas, de poner al descubierto lo que podría ser exageración poética, de relativizar las afirmaciones excesivamente categóricas; de separar, en suma, el trigo de la cizaña. Reconoce las virtudes guerreras de Ricardo, pero sin exaltarlas, y repudiando escuetamente el concepto de guerra santa que fue causa de que en su tiempo se lo elevara a lo alto de los pedestales aun sin haber logrado recobrar Jerusalén, meta final de las Cruzadas, mientras que a Federico II Hohenstaufen, que lo consiguió años más tarde, no se le reconoció dicho mérito... ¡por haberlo hecho mediante negociaciones!. Por otro lado, resta seriedad a la acusación de impositor que pesa sobre él, enfatizando el hecho de que el sector más afectado por los gravámenes que impuso fue el clero, siempre rico e influyente en la Edad Media. Y no oculta las facetas más nefastas del legendario Ricardo, como por ejemplo, su manifiesto antisemitismo.

Para terminar, no podemos menos que referirnos a lo que ya es pesadilla en el mercado editorial actual: el trabajo de los correctores. Habrá que admitir que quien se haya encargado de corregir esta versión castellana del libro de Flori al menos sabía de ortografía, lo que en otros libros suscita muchas dudas. Lo decimos porque, hasta donde recuerdo, no hay término que ostente dos veces el mismo horror de ortografía. En otras palabras, si una palabra aparece con alguna aberración ortográfica, habrá sido por lapsus del corrector y no por ignorancia, pues si aparece escrita de nuevo, la aberración no se repetirá. Pero, ¡Señor, en cuántos lapsus espantosos ha caído el corrector de turno!... A las pruebas me remito: "harenga", "exortación", "demole" (por "demuele"), "vajel"... Curiosamente, la mayoría están geográficamente muy próximos, incluso en la misma página; lo que hace pensar que el corrector de marras se la salteó por accidente. Ah, y demás está decirlo: si el Papa Urbano II predicó la Cruzada, mal podría haber sucedido en 1905, como se asegura en la página 318... Fue en 1095. A lo mejor la distracción fue del propio Flori, pero, ¡caramba!, es cuestión de lógica darse cuenta de lo que no puede ser.

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

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