EN ALGÚN LUGAR DE GALICIA por sedacala

Portada de LOS PAZOS DE ULLOA

Después de reseñar a Galdós, a Clarín y a Pereda, le toca el turno a continuación a Emilia Pardo Bazán. Así, los paisajes urbanos madrileños, que se humedecieron entonces con los aires asturianos o montañeses, se transforman ahora, sin ninguna dificultad en el ondulado y verde paisaje gallego, para hablar de LOS PAZOS DE ULLOA y de la escritura de su autora, plena de vigor, de naturalismo, y de galleguismos.

La condesa de Pardo Bazán, fue mujer de ideas tradicionales, en lo político, y en lo religioso, como parece lógico atendiendo a sus antecedentes familiares de raigambre aristocrática. Ahora bien, la buena familia en que nació, le facilitó estudiar en un colegio francés, y aprender después otros idiomas viajando con sus padres por Europa. Como consecuencia de esas facilidades y de las lógicas influencias foráneas que siguieron; su forma de entender la vida se salió, de los esquemas tradicionales a los que estaba sujeta la mujer en la España de entonces, y vivió ya el resto de su vida con unas actitudes avanzadas para la época, que pudieran suponerse incompatibles con su talante conservador y católico de siempre. Sin embargo, no fue así; sin perder sus valores tradicionales, vivió la vida como quiso; se separó de su marido después de tener tres hijos; se dedicó a múltiples actividades literarias en la Real Academia de la Lengua y en el Ateneo de Madrid; y llegó a obtener una cátedra de la madrileña Universidad de San Bernardo. Además de eso, son conocidos sus amoríos con Benito Pérez Galdós, con quien mantuvo una relación de veinte años, llevada con discreción, y posteriormente desvelada por la correspondencia epistolar que mantuvieron en ese tiempo. La lectura de algunos párrafos de dichas cartas, permite conocer algo sobre la fogosidad de su ardiente carácter. También, es sabido que fue propietaria por herencia, y llegó a vivir, en el Pazo de Meirás; pasando posteriormente dicha propiedad a manos de la familia de Francisco Franco.

Menciono toda esta trayectoria vital suya vibrante y luchadora, por que dice mucho de su forma de escribir y seguro que también, de su forma de ser. El caso es, que la lectura de sus textos denota un carácter indudablemente vigoroso, resuelto y apasionado. Leí UN DESTRIPADOR DE ANTAÑO, uno de sus muchos cuentos y no me gustó demasiado, su texto me pareció áspero y poco amable; después leí su libro de viajes por Francia y Alemania, que tampoco me pareció fluido, en este caso no por su texto, sino por su afición polemista y regeneradora de la España de entonces, que la lleva a perderse en análisis y disquisiciones inagotables, que enfrían un poco el animo del lector de libros de viajes, que lo que quiere es información y un buen ritmo viajero. Y por último, ha caído en mis manos, LOS PAZOS DE ULLOA reconocida como su obra maestra. Y aquí la cosa cambia, y mucho; la energía casi masculina que abunda en su texto encaja como anillo al dedo con el ambiente de este pazo, ubicado en una Galicia profunda e indeterminada.

Es interesante, empezar diciendo como es, o al menos como lo vemos a través de su descripción, el ambiente del caserón en el que va a caer Julián, sacerdote joven y hombre bueno hasta la simpleza, que va allí a poner orden en los papeles de Don Pedro Moscoso, el señor del pazo, por encargo expreso de éste. El cura disfruta (es un decir) de una situación de testigo estratégicamente situado durante toda la novela, contemplando así desde el vórtice del torbellino, todo lo que va ocurriendo. Podría ser el narrador, pero no lo es, por que ese papel se lo reserva la autora para sí. Iba diciendo pues, que el ambiente en el caserón y en su entorno, está contaminado hasta la saturación, con un inaguantable tufo rancio, primitivo, animal podríamos llegar a decir. La autora apoyada en su afición naturalista, carga las tintas en la recreación de un ambiente así de sofocante. Naturalmente, esta peste tan desagradable, lo es en un sentido figurado y consiste en una mezcla de varios elementos combinados entre sí. Están ahí, los privilegios ancestrales de los señores, casi feudales, propietarios de estas tierras. Está, una sensación de superioridad de origen casi divino que estos déspotas ejercen sobre sus vecinos campesinos. Está flotando también en el ambiente, una impresión de descomposición moral de esta sociedad, desde el alcalde hasta el más miserable gañán, como una especie de norma no escrita que supedita las acciones de unos y otros al poder del vecino más fuerte, una especie de código mafioso que prevalece contra toda legalidad. Está asimismo, la bajeza moral propia de las gentes carentes de principios, miserables, criadas en la ignorancia y en la promiscuidad, y que viven bajo el impulso de sus instintos más crueles, y salvajes. Está, por último, la hipocresía propia de esa época en la que el marido, tiene a la esposa por objeto de su propiedad, y el señor, considera igualmente a su sierva.

La trama de la novela, no es, en si misma, de una gran complejidad. Aunque hay muchos personajes secundarios, los más importantes no son tantos y casi todos están en muy atados al lugar que ocupan en el engranaje del caserón, a excepción de los tres protagonistas, que se desplazan incluso a Santiago. Pero los personajes principales están perfectamente definidos y tienen entidad y personalidad de sobra, como no podría ser de otro modo habiendo salido de la recia mano de la condesa. Mucho más que su argumento, que no es excesivamente tortuoso ni complicado; lo que hace disfrutar con esta lectura es su carácter de retrato. Retrato de una época arcaica, todavía al margen de una incipiente modernización; retrato de un espacio físico, que semeja el castillo feudal con sus siervos alrededor; retrato del comportamiento de sus habitantes, que bascula entre el servilismo y la codicia; incluso retrato de un nefasto estilo de hacer política, absolutamente basado en el caciquismo ante las elecciones. Este escenario rural así fotografiado, resulta tan sórdido, y tan degradante, que asombra encontrarlo retratado casi como un infierno, cuando su tranquilidad y su belleza natural, le harían idóneo para situar en él novela romántica, o bucólica. Es la consecuencia de las aficiones naturalistas de la autora, que no duda en pintar con trazos tan gruesos la historia y el marco en que se desenvuelve, para conseguir así los efectos por ella deseados. Y, en mi opinión, su energía característica encuentra su marco natural en estas historias desgarradas, plantadas en un trasfondo atormentado y turbulento. El escenario campestre, está vigorosamente dibujado por la pluma contundente de la condesa; plena de vocabulario variopinto, y de abundantes galleguismos que no molestan y que tienen la virtud de meter al lector en ambiente.

Escrita hace 12 años · 4.4 puntos con 5 votos · @sedacala le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@difda hace 11 años

Buena reseña, sedacala. Leí esta novela hace tiempo y su continuación, La madre naturaleza, y me gustaron mucho. Emilia Pardo Bazán fue una mujer excepcional, anticipada a su tiempo y feminista a pesar de su procedencia conservadora, principalmente porque como mujer le estaba destinada una vida con la que ella no estuvo de acuerdo y utilizó los medios que le proporcionaron sus orígenes aristocráticos para rebelarse contra ello. Tuvo que lidiar con muchísimas trabas por dedicarse a escribir y opinar, ser menospreciada e insultada por quienes se resistieron a admirar su talento y por eso merece admiración. A su curiosidad por lo que había más allá de nuestras fronteras le debemos, por ejemplo, que la novela rusa fuera conocida en España en el siglo XIX. Recomiendo la biografía de Eva Acosta para quien quiera saber algo más de esta gran mujer.

@sedacala hace 11 años

Muchas gracias, difda, por tus comentarios en esa reseña que escribí hace ya bastante tiempo cuando leí Los pazos de Ulloa. Es una de esa novelas características de los finales del siglo XIX, que a mi tanto me suelen gustar, pero que en Sopa de Libros normalmente tienen poca difusión.

Me alegro que haya alguien de entre los muchos nuevos usuarios de esta página, que vaya más allá del simple registro de sus lecturas y se anime a participar haciendo comentarios o escribiendo reseñas. En el poco tiempo que llevas por aquí, supongo que te habrás dado cuenta de que los usuarios que gustamos de ejercer esa actividad de manera asidua somos apenas unos pocos (la cifra de mil usuarios registrados se alcanzó este invierno), como mucho un 3 o un 4 por ciento del total.

Así que confío en que te animes a continuar en esa línea y participes en todo lo que te apetezca. Bienvenido/a.