EL REINO DEL MISTERIO por EKELEDUDU

Portada de URARTU, EL ENEMIGO DEL NORTE (ESTUDIOS ORIENTALES 2)

Dígase lo que quiera decirse, la serie ESTUDIOS ORIENTALES, que publicó años atrás la Universidad de Murcia, tiene formato y calidad de libro antes que de revista de periodicidad anual, como se presume que es. Pues bien: URARTU, EL ENEMIGO DEL NORTE, número 2 de dicha serie, será por lo tanto comentado aquí como libro por legítimo derecho, y eso tanto más cuanto que a su autor, Pedro Fructuoso Martínez, le cabe el mérito de haberse metido con un tema nada sencillo y no muy conocido por el gran público, que al hablar de Historia Antigua pensará en asirios, babilonios, egipcios, persas, medos, griegos, romanos, fenicios, hebreos, con un poco de suerte en hititas y me temo que no muchos pueblos más, ignorando a otros estados que en algún momento alcanzaron cierto poder, como es el caso de éste del que nos habla Fructuoso Martínez.

Las primeras referencias que se tienen de Urartu datan del reinado de Salmanasar I (1274-1245 A.C. aproximadamente), soberano asirio que se jactaba, con el triunfalismo característico de prácticamente todos los reyes de Asiria de haber vencido a un enemigo que aparecía por primera vez en las crónicas de ese país, bajo la forma "Uruadri", y cuya localización debe situarse al norte del escenario geográfico mesopotámico, en tierras distribuidas hoy entre Turquía, Armenia e Irán. Algunos de sus sucesores dejaron también inscripciones en las que se jactaban de haber combatido contra este enemigo, pero la rapidez de sus victorias deja bastante claro que, en aquella época, debía tratarse de tribus montañesas sin gran cohesión política. Sin embargo, bajo Salmanasar III (858-824) Urartu empieza a perfilarse como un reino poderoso, desafiante de la supremacía asiria. Ahora bien, no se sabe, actualmente, cómo ocurrió la transición, cómo aquellas tribus montañesas llegaron a organizarse en un estado capaz de rivalizar con las principales potencias de su tiempo. Las inscripciones asirias son el único testimonio de aquel período oscuro de la historia de Urartu, y algunas de ellas deben leerse con gran prudencia. Tras un breve auge, Urartu sucumbió, parece, ante una serie de desastres que se inició con la invasión cimeria, continuó con la derrota del rey urarteo Rusa I ante el asirio Sargón II y, finalmente, ante los babilonios y los medos.

No se sabe mucho más del origen étnico de los urarteos que de su historia en sí. Si bien el idioma tiene cierta afinidad con el hurrita, parece ser que la población era sumamente heterogénea; que tal vez, más que de una única raza, estaríamos hablando de un conglomerado de etnias que podría incluir a los armenios y a los kurdos, pueblos ambos que aparecen mencionados en la ANÁBASIS de Jenofonte (quien ni por asomo había oído hablar de los ya olvidados urarteos)junto con ciertos "caldeos" que sin duda nada tienen que ver con el pueblo de la Baja Mesopotamia del mismo nombre. Sobre este punto, Fructuoso Martínez, creo yo que con excesiva aunque bienvenida modestia al definirse como principiante (la verdad es que, por serlo, realizó un espléndido trabajo con esta monografía, aunque tampoco yo pueda decirme experto y, por lo tanto, calificarlo para juzgarla apropiadamente) no quiere arriesgarse a subrayar demasiado el parecido fonético entre la palabra "caldeos" utilizada por Jenofonte, y el dios urarteo Haldi o Khaldi. ¿Otro resto del pueblo urarteo cuando la memoria de éste se había desvanecido? En cualquier caso, el autor puede estar tranquilo, puesto que Máspero probablemente sugería ya ese parecido en su HISTORIA DE LOS ANTIGUOS PUEBLOS DE ORIENTE al decir que Urartu se encontraba habitado por una sola raza, "los khaldi".

El hecho es que los urarteos desaparecieron de las crónicas y de la memoria, pero dejaron huellas de su presencia, más que nada de índole arquitectónico, en las regiones que habitaron. Con el tiempo, fueron atribuidas a la legendaria reina asiria Semiramís, como podrían haber sido atribuidas a cualquier otro personaje de la antigüedad, ya que tal atribución no contaba con respaldo alguno. Tendría que llegar el siglo XIX para que, lentamente, se volviera a tener conocimiento de la pretérita existencia del pueblo urarteo. Sin embargo, incluso hoy es muy poco lo que se sabe de ellos, en gran parte debido al secretismo militar y a los conflictos propios de las regiones donde otrora se erigía Urartu. El propio Martínez Fructuoso concluye afirmando que "aún queda casi todo por hacer para que el mundo urarteo sea tan conocido como los de las demás culturas del Próximo Oriente Antiguo."

Y ya que citamos estas palabras suyas del final, reproduzcamos también la cita que abre la monografía, de Paul E. Zimansky: "El urartólogo, si la lexicografía tolerase tal término en el Bestiario Académico, es una criatura solitaria e, inevitablemente, un autodidacta: nunca he oído que ninguno forme a otro". Creo que las palabras de Zimansky son válidas. No conozco otro trabajo en lengua castellana dedicado exclusivamente a Urartu aparte de éste de Fructuoso Martínez, lo que confiere a éste, me parece, mucho más mérito del que incluso él imagina.

Eso sí, señores de la Universidad de Murcia... ¿Qué tal si despiertan al corrector para que se ponga a trabajar? Tal vez los errores serían soslayables en cualquier otro caso, ¡pero se trata de un trabajo académico, caramba!

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

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