EL NUDO GORDIANO DE LA VIOLENCIA EN LAS FAVELAS DE RÍO por EKELEDUDU

Portada de TROPA DE ÉLITE

El libro que nos ocupa ahora fue, según parece, todo un suceso de ventas en Brasil, su país de origen; amén de haber sido llevado al cine por el director José Padilha en un filme que se convirtió en el más visto de la historia brasileña y cosechó varios premios, entre ellos el Oso de Oro en el Festival de Berlín 2008. Evidentemente, un libro que provoca todo esto algún mérito tiene que tener. Comencemos aclarando, entonces, que la tropa de élite a la que se refiere el título es el Batallón de Operaciones Policiales Especiales o BOPE, al que pertenecieron en algún momento dos de los tres autores del libro: André Batista y Rodrigo Pimentel. El tercero, Luiz Eduardo Soares, ostenta unos cuantos créditos habilitantes en su currículum, entre ellos haber sido secretario nacional de seguridad pública en 2003 y coordinador de Seguridad, Justicia y Ciudadanía del Estado de Río de Janeiro en 1999. Los tres autores son, en resumen, gente que sabe de qué está hablando. Casi diría que es una lástima no poder afirmar lo contrario, habida cuenta del tétrico panorama que nos pintan.

TROPA DE ÉLITE se divide en dos partes, de las cuales la mejor es la primera, "Diario de guerra", narrada en primera persona por un ex miembro del BOPE cuya identidad no se revela, pero que a priori parecería ser Batista. Es un relato crudo, ajeno a triunfalismos y a elegancias literarias, que cumple a la perfección en describir la mentalidad promedio de un miembro del BOPE. En una ciudad como Río de Janeiro, hundida hasta el pescuezo en la corrupción y el narcotráfico, el policía que ingresa a dicho batallón lo hace sobre todo porque es honesto y quiere tomar distancia de colegas mucho menos honorables. Eso es algo que hasta sus más acérrimos detractores reconocerán si son medianamente inteligentes, puesto que no tiene pies ni cabeza atravesar un entrenamiento de terror como el reservado a los postulantes al BOPE para luego rebajarse a recibir sobornos que pueden cobrarse siendo un simple policía cualunque. Que hay contadas excepciones a esta regla es un hecho confirmado, pero la regla válida, por lógica, es la antes expuesta, y de ello se enorgullecen, con justicia, los integrantes del BOPE. El problema es, sin embargo, que cuando a ello se suma la hazaña que supone superar exitosamente tan brutal entrenamiento, el orgullo lícito puede convertirse en soberbia, y para colmo en una soberbia lista para desplegar toda esa brutalidad de la que se nutrió. No es que "Diario de guerra" sea una autocondena: el narrador simplemente admite todo eso, haciendo que el BOPE caiga muy poco simpático -por no decir nada-, pero a la vez denunciando hipocresías de parte de todo el mundo, población civil incluida, y aportando explicaciones -no necesariamente aceptables como justificaciones- para ese accionar brutal.

Como dijimos, esa primera parte es la mejor, sobre todo por ser perfectamente comprensible, más allá de que se comparta lo allí expuesto. Pero hete aquí que hay una segunda parte, ya más confusa, porque en ella transitan múltiples personajes de los que se incluye un listado incial, mas aun así difícilmente identificables. Figura también el narrador del "Diario de guerra", ya con otra mentalidad -puesto que mientras tanto han transcurrido dos años- y sólo como un personaje más, sin protagonismo. La compleja trama gira en torno a tantas intrigas, chanchullos y crímenes, unidos en inextricable maraña -seguramente más comprensible luego de varias leídas, pero que a mí me bastó con una sola para dejarme completamente mareado y asqueado- que uno tiene ganas de que el BOPE irrumpa de una buena vez y, haciendo honor a su proverbial brutalidad, liquide a todo el mundo.

Declaran los autores, y les creo, que no han exagerado nada en el relato; que quizás incluso se quedan cortos; que el objetivo de este libro es exponer el problema de la creciente violencia en las favelas para que todas las instituciones y la sociedad entera debatan al respecto y entre todos se llegue a una solución. Loables intenciones; lástima que en ese estado de cosas, se tiene la sensación de que ni siendo Mandrake o Superman se conseguiría nada, toda vez que esas instituciones están formadas por individuos, muchos de los cuales no querrán cambiar nada. Por algo esa segunda parte termina y a la vez no termina, como un símbolo de la violencia sin fin que fustiga las favelas de Río de Janeiro.

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 8 ·

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