PURA CHARLATANERÍA ACIENTÍFICA por EKELEDUDU

Portada de LOS RITUALES SATÁNICOS DEL III REICH

Es probable que buena parte de los lectores se pregunte a qué viene eso de hacer un comentario sobre un libro de baja estofa como éste. En otras circunstancias, yo mismo me lo preguntaría, pero el problema es que en estos tiempos en que se sostienen a rajatabla y sin la menor sombra de duda hipótesis apocalípticas, que se difundan ideas como las que sostiene este libro y otras opuestas pero igualmente descabelladas puede ser peligroso, y no estará de más comentarlas para rebatirlas.

Aclaremos entonces que no está en discusión que Hitler y quizás algunos de sus seguidores tuvieran inclinaciones ocultistas, y mucho menos que fueran satánicos, si con este vocablo pretendemos referirnos a algo muy alejado de los valores tradicionales cristianos, sobre todo la caridad, y que fue causa de horrores sin nombre como las atrocidades perpetradas por los nazis. Pero eso es una cosa y otra muy distinta la imagen de Hitler y sus secuaces como abnegados discípulos del Diablo. De hecho, Hitler sin duda se veía a sí mismo como un héroe y un patriota, no como un monstruo. Era el hombre que llevaría a la gloria a Alemania, depurándola de la terrible amenaza implícita en los judíos y devolviendo a los arios su pretendida condición de raza superior. Podemos verlo de forma simplista como un loco al que nunca debió permitirse el acceso al poder o, de forma más compleja (y quién sabe si no más real) como una persona común que fue obsesionándose con ideas extrañas y peligrosas, y cuyo enorme carisma le permitió contagiarlas a otros, posibilitando los horrores mencionados. Pero verlo como un obsequioso servidor de Satán es, me parece, una forma cobarde de deslindar las propias culpas, infinitamente más soslayables que las de Hitler, pero culpas al fin. Porque ver al Führer como un monstruo diabólico nos permite reafirmarnos en nuestra convicción de que somos esencialmente buenos y, además, cuerdos. Afirmaciones discutibles ambas. Casi todos nosotros tenemos ideas tan poco ortodoxas (aunque, insistimos, más inocentes) como las del mismo Hitler, que tal vez nosotros tengamos por verdades del Evangelio, pero que a otros les hará preguntarse si estaremos ya necesitados de una camisa de fuerza. Y en todos nosotros están presentes el bien y el mal, y cuanto más persistamos en simplemente creernos buenos, evitando un serio (de verdad serio) examen de conciencia, más nos arriesgaremos a ser malos por no revisar nuestra conducta y principios.

J. H. Brennan posiblemente no sea más que un autor sumamente fantasioso. De hecho, la obra incluye dos apéndices, y en uno de ellos nos habla de su irrefrenable tendencia a proponer teorías heterodoxas. Hablando en buen criollo, la irrefrenable tendencia en cuestión sería a hablar disparates. Pero si quiere llamar "teorías" a postular absurdos como que en un tiempo la Tierra estuvo habitada por gigantes o que el ser humano se cruzó genéticamente con bestias, dando origen a una raza degenerada (peligrosa idea ésta que, temo, sería muy cara a los propios nazis) que lo haga. Eso sí, quede claro que, en el mejor de los casos, las pretendidas teorías nada tienen de científicas y que alguien propenso a dar por cierto, sin pruebas fehacientes, cualquier ridiculez que pulule por ahí (o peor todavía, de generarla) de ningún modo es una autoridad para explayarse seriamente sobre cualquier tema, ni para tildar de satánicos a los nazis, aun cuando estos hayan cometido en efecto aberraciones que, esperemos, jamás vuelvan a repetirse.

Por si hace falta decirlo: el libro no incluye bibliografía final, y los autores que se citan como referentes a lo largo del texto (caso de Pauwels y Bergier, renombrados escritores de temas seudocientíficos) son tan poco serios que, si yo fuera el autor de este libro, también preferiría omitir una bibliografía. En realidad, para empezar hubiese preferido omitir el libro entero, pero eso es ya otro tema.

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 1 ·

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