EN BOCA CERRADA NO ENTRAN MOSCAS... por EKELEDUDU

Portada de LAS TRIBULACIONES DE UN CHINO EN CHINA
El autor de esta reseña ha idicado que contiene spoiler, mostrar contenido.

Durante su despedida de soltero, que celebra en Cantón (donde no vive, pero pasó buena parte de su juventud) en compañía de cinco amigos, el chino Kin-Fo, hombre saludable, adinerado, a punto de casarse con una hermosa chinita que lo ama y, en fin, a quien le falta sólo la sarna para rascarse -para decirlo en buen criollo- manifiesta su total abulia por la vida. No se siente desdichado, pero tampoco exultante de alegría, precisamente. Imprudentes palabras: el destino es maestro en eso de hacérselas tragar a quien ose hablar más de lo debido, y a Kin-Fo los hados le tienen reservado todo un banquete de palabrerío de más, el cual comenzará, como todo banquete, con una entrada, cuando al regresar a su hogar en Shanghai junto con uno de esos cinco amigos, el filósofo Wang, reciba de su leal pero torpe criado Sun una carta que éste olvidó entregarle antes de que partiera hacia Cantón ocho días atrás; por lo que las noticias que le comunica la misiva, por cierto urgentes, tienen ocho días de atraso. La carta es del corresponsal financiero de Kin-Fo en San Francisco y le comunica que ciertas acciones de nuestro buen chino están por los suelos debido a una quiebra y que ha quedado en la ruina.

Tan aburrido de la vida como siempre, pero por otra parte nada dispuesto a sufrir los sinsabores de la pobreza, Kin-Fo decide morir, pero enriqueciendo con su muerte a los dos seres más allegados a su corazón. A tal fin, asegura su vida en las oficinas de una compañía de seguros, "La Centenaria", por un capital enorme y contra todo riesgo, suicidio incluido: cuando él muera, su prometida, Le-u, recibirá ciento cincuenta mil dólares; su amigo Wang, el filósofo, cincuenta mil.

El agente principal de "La Centenaria", el Honorable William J. Bidulph, se alarma considerablemente por las sumas a pagar, pero no puede negarse: los estatutos de la compañía contemplan el seguro contra suicidio. De todos modos, hará vigilar a Kin-Fo, con toda discreción, por dos de sus hombres, llamados Craig y Fry, a fin de impedirle que atente contra su vida. Que es lo que, en principio, planea precisamente Kin-Fo; sin embargo, como ni a punto de acabar con su propia vida experimenta la menor emoción, cambia ligeramente de idea: tras una entrevista con Wang, el filósofo, acuerda que éste lo asesine antes de que expire el contrato celebrado con La Centenaria. Wang, quien por vivir bajo el mismo techo que Kin-Fo tiene todas las facilidades del mundo para acabar con éste, parece ahora un hombre muy pacífico, pero su pasado es un tanto oscuro y temible; y Kin-Fo no duda de que por amistad y, quizás por interés (recordemos que es uno de los beneficiarios de la póliza) Wang cumplirá con su palabra.

Durante varios días no ocurre nada concreto, excepto que Kin-Fo, esperando ser asesinado en cualquier momento, vive juntas todas las emociones que antes tanto le escasearon. Entonces, imprevistamente, llega otra carta del corresponsal en San Francisco: la quiebra anunciada anteriormente había sido falsa, como parte de una astuta maniobra de negocios y Kin-Fo no sólo no está arruinado, sino que es más rico que nunca antes. Pero precisamente cuando se dispone a informar la noticia a Wang, advierte que éste ha desaparecido misteriosamente. No tiene idea de adónde ha ido, y conforme pasen los días ni siquiera quedará claro si vive o ha muerto por alguna causa, Más que nunca, la vida de Kin-Fo pende de un hilo, pues, en el momento en que al fin ha aprendido a apreciarla; y temiendo que en cualquier momento Wang reaparezca, lo tome por sorpresa y cumpla con su palabra de asesinarlo, Kin-Fo hace partícipe de sus temores al Honorable William J. Bidulph, quien presentará al de nuevo rico cliente de "La Centenaria" a los agentes Craig y Fry, ahora encargados de protegerlo contra eventuales tentativas de asesinato.

Al principio, Kin-Fo se mantiene en una espera pasiva; al pasar el tiempo sin tener noticias de Wang, sin embargo, decide partir de Shanghai en busca del filósofo, recorriendo para ello toda China si es preciso. Craig, Fry y un renuente Sun lo acompañarán en dicha recorrida, que parece, en principio, concluir cuando se topan con Wang, lo persiguen hasta un río al que aquél salta y, presumiblemente, muere ahogado. No obstante, no tendrá Kin-Fo tiempo de suspirar aliviado, que las cosas se le pondrán peor. En efecto, al poco tiempo recibe una carta de Wang en la que éste manifiesta suicidarse para no verse obligado a cumplir con el terrible pacto, pero transfiriendo previamente el compromiso contraído por el mismo a un tal Lao-Shen, cuya siniestra reputación lo hace mucho más temible que el propio Wang, a quien por lo menos podían detener lazos de amistad.

LAS TRIBULACIONES DE UN CHINO EN CHINA combina suspenso, aventuras, humor y, cómo no, sana filosofía. Algunos de nosotros imaginamos por primera vez el Celeste Imperio con sus "coolies", sus "yamen", sus juncos navegando río abajo, la Gran Muralla y muchos más detalles tan fascinantes como exóticos, merced a esta obra del genial Julio Verne; y después de tantos años, sigue siendo mi preferida entre las obras de ese autor aunque, admitámoslo, tampoco es que haya leído tantas. Podrá no ser una obra que cambie la vida... Pero qué duda cabe de que entretiene.

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

Comentarios