¿QUIEN MATÓ A VIRGINIA WOLF? por sedacala

Portada de LAS OLAS

Primero fue LA SEñORA DALLOWAY (1925), después vino ORLANDO (1928) y por último me llega LAS OLAS (1931), parecido, pero no igual que LAS HORAS (1999), novela del escritor norteamericano Michael Cunningham. Como se puede ver, el orden coincide con el cronológico de publicación de estas obras. Interesante novela LA SEñORA DALLOWAY, historia confusa ORLANDO y ¿qué decir de LAS OLAS?, bueno pues ese es el objeto de esta reseña, tratar de informar al lector en potencia, sobre lo que se le viene encima con ésta peculiar novela de Virginia Woolf,

Y no es labor fácil, por que son muchas las sensaciones captadas, casi todas indefinibles, imprecisas, y contradictorias. Desde luego, es de esas lecturas singulares cuya recomendación ha de ir acompañada de claros avisos a navegantes. Con ellos, ningún marino que navegue por las procelosas aguas virginianas podrá decir que con estas olas se ha mareado y no estaba advertido.

La avanzadilla literaria anglosajona de las primeras décadas del siglo XX no crea precisamente productos para masas, sino sólo para minorías exquisitas. Además en esta época, pasada ya la avalancha del realismo de fin del XIX, la poesía como género vuelve a tomar una relevancia notoria al adaptarse bien a las tendencias estilísticas del modernismo y de otros “ismos” del momento. Esto, puede apreciarse en LAS OLAS; un detenido vistazo a las páginas del libro, aún sin haberlo empezado, nos revela la ausencia total de trama. La prosa que se atisba tiene un componente poético muy importante y se basa en el análisis contemplativo o la divagación mucho más que en el relato coherente de unos hechos. A excepción de la rima, que no aparece, en algunas partes del libro estaríamos hablando de poesía en toda regla. Esto no favorece tampoco su difusión; la poesía también es un género minoritario.

Conocer cual es la esencia del narrador nos dará pistas. No hay un uno, hay seis distintos, seis personajes de los siete que contiene la novela, y aún así no funcionan como el clásico narrador que cuenta una historia en primera persona. Aquí se utiliza el presente simple inglés, con el cual se describen acciones que están ocurriendo pero sin precisar demasiado; algo así como si asistiésemos a un encuentro deportivo televisado en el que los locutores narrasen de forma muy sencilla, como si estuviesen atontados, expresándose en ese tono quedo, propio del que lee algo que tiene muy interiorizado. En cualquier caso, tampoco el papel del narrador tiene la importancia normal. Hay muy poco que narrar, al menos sí nos referimos a narración convencional. Más bien habría que decir que expresan lo que están sintiendo, las reflexiones instantáneas de sus mentes en el instante. Si acaso, trasladan al lector una retahíla de acciones simples y más bien mecánicas que se suceden en mitad de sus pensamientos.

Conviene estructurar la novela para saber de que se compone. Hay una primera fragmentación fundamental en secciones temporales, que arranca de su primera juventud y discurre por etapas hacia el final de sus vidas. En cada una de estas secciones va cambiando su discurso pasando paulatinamente de la infancia a la juventud, luego a la madurez, y por fin a la senectud, pero en todas las etapas, con el denominador común de una mirada serena y un tanto pasmada sobre las cosas. Esa mirada es compleja, y puede contener inquietud, perplejidad, pesadumbre, estupefacción, todo el tiempo con la curiosidad de preguntarse como serían las cosas sí la presencia de su propio yo perturbador, no existiese. Pero, ésta es una estructura temporal, existe otra. Hablo de una subdivisión entre fases del libro (más bien en su primera parte) dominadas por una actitud esteticista que llamaría abstracta, y otras partes del libro (más, cuanto más avanzado el libro) volcadas más en actitudes psicológicas que llamaría figurativas. Uso este lenguaje (abstracto o figurativo) habitual del análisis plástico, con la esperanza de poder explicar más claramente los conceptos a que me refiero.

Cuando digo abstracto, estoy pensando en esas fases en las que los pensamientos de los personajes se encierran en si mismos y se centran en imaginar cualquier cosa que tengan delante de su vista o de su imaginación: unas hojas caídas, una silla, las estrellas en la noche, un libro, lo que sea; analizando como son interiorizadas por sus mentes, adoptando una mirada que varía entre insólita, filosófica, intimista siempre, y saltando de una materia a otra sin solución de continuidad. Es decir, la mente se abandona a las ideas interiores, que afloran y se precipitan sin intervención consciente de la voluntad. Es obvio, que es la sensibilidad la que en esa situación está trabajando, creando frases inconexas, cortas normalmente, en las que lo poético fluye sin obstáculos, prevaleciendo lo sensorial: luces, colores, sonidos, tacto, sobre el ausente sentido de casi todo lo que se dice. Por eso, lo de abstracto, la forma distorsionada, el color desvirtuado, el sentimiento que de ello surge, es lo importante; nada cuenta el significado racional de lo que se dice. Es el triunfo de la abstracción y de la sensibilidad.

La otra subdivisión atañe a lo figurativo, aquí se abandona esa actitud de dejarse llevar por la estética y por la contemplación y se pasa a lo consciente, es decir, cuentan cosas que les suceden, opinan sobre el mundo que les rodea desde una óptica un poco más activa, menos contemplativa, analizando como el entorno les condiciona y ellos lo condicionan a su vez. Esta fase entendida como figurativa por ser más descriptiva y menos divagadora tiene formalmente otra mecánica distinta. Aquí, los personajes se van reuniendo en distintas fases de sus vidas y van expresando su forma de ver el mundo según varía su edad. Al igual que en un cuadro figurativo el espectador identifica formas y al hacerlo se las cree, aquí identifica mensajes cargados de contenido. No obstante, ha de interpretarlos, no es tan figurativo como para que el simple enunciado sea suficiente, ha de identificarlos para creérselos. Y no es fácil, a veces cuesta mucho ligar lo que se está leyendo con lo que se leyó la página anterior o lo que se leerá la siguiente, y esto en el caso de que exista tal ligazón. Por que si algo se puede decir de manera inequívoca, es que LAS OLAS no tiene trama ni argumento definido. Existe, a lo más, un levísimo hilo que va conectando unas partes con otras de manera casi imperceptible. Por esa razón decía antes que uno o seis narradores, en el fondo da igual, al no haber un desarrollo argumental. Lo que sí hay son puntos de vista, reflexiones, ensoñaciones que según avanza la novela se van haciendo quizá más claras y explícitas, aunque manteniendo siempre el mismo carácter de monologo de sus mentes. Así que la actitud, un tanto apática de los personajes lo que hace es ir empujando el relato hacia el final. Hacia esa parte del libro en que las manías permanentes de su autora, implícitas siempre, parecen conducir sus vidas hacia un final que se sospecha autodestructivo.

Algo así es el libro, descrito de manera más o menos distante y fría. No creo, que con estos antecedentes nadie se llame a engaño, es un libro que no esconde nada. El que crea que de aquí va a sacar cosas positivas es muy posible que las saque. El que lo dude, que cancele su titubeo sin más; no debería ni intentarlo. No es un libro muy largo, pero 230 páginas de “no historia”, se pueden hacer muy largas.

Lo que viene ahora es, ahora sí, el relato de mi reacción al leer el libro. Mi impresión personal es compleja, realmente dudo sí lo debería haber empezado, pero alguien me lo recomendó, empiezo a pensar que, a sabiendas de que no me gustaría. Pero, aún no he dicho que no me haya gustado. El caso es que la parte que he definido como abstracta en la reseña, me pareció fantástica, el nivel de excelencia estética de esa parte del libro es muy bueno y uno puede permitirse el lujo de leer y soñar y entrar en un cosmos particular en el que dejarse ir, al ritmo de las palabras de la autora y de la música de Eric Satie, que yo recomiendo encarecidamente para este menester. Ahora bien, paradójicamente al contrario de lo que sería lógico, cada vez que pasamos al terreno figurativo y se nos empiezan a contar los abstrusos e indescifrables pensamientos de estas personas, la cosa empeora. No me importa mucho si la puerta del restaurante se abre veinte veces y esto les incomoda por no saber quien aparecerá la vez número veintiuno, o cosas por el estilo en las cuales el aspecto formalista de su prosa cede el protagonismo al psicológico. En estas fases de predominio del mundo de las ideas, con frecuencia se me iba la cabeza a otra cosa, y me aburría. Me aburría bastante hasta que tras algunas páginas de tedio retomaba de nuevo algún posible foco de interés y vuelta a empezar. Realmente, el texto en esas fases en que se juntan en una mesa de restaurante, se convierte en una especulación sobre lo que es su vida y lo que podría haber sido; todo ello sazonado con infinidad de reflexiones sobre el mundo que les rodea. Este discurso contiene una carga psicológica constante, las frases están llenas de matices y de ideas que hacen meditar y que pueden gustar… o no. Por que es muy difícil leer páginas y páginas de un discurso tan denso y seguir captando y degustando frases brillantes, la mente se agota y en ese punto dejas de percibir nada, es algo así como cuando intentas seguir una conversación en un idioma que no dominas, estás un buen rato captando y esforzándote… pero al cabo, inevitablemente te relajas, bajas el nivel de atención y ahí se acabo todo, dejas de entender. Pues esto es igual, el nivel de esfuerzo que requiere su lectura es alto, para al cabo de un rato, mirar atrás y pensar ¿que es lo que leo, sí no lo retengo, sí no soy capaz de resumirlo? Y caes en la tentación de abandonar el esfuerzo y leer rápido sin casi prestar atención, hasta que unas páginas más allá descubres nuevos motivo de interés y vuelves a lo mismo.

El saldo final es irregular, me parece haber leído dos libros distintos, uno de poesía muy interesante y sugerente, de estética agraciada aun sin un relato reconocible y otro de prosa menos bello, de contenido espeso, enfoque psicológico y aburrido a ratos. En la cabeza de esta mujer bullían las ideas como burbujas en un puchero hirviendo y su objetivo debía ser llevarlo todo al papel sin ceñirse demasiado a corsés narrativos previos, ¿estaremos leyendo una novela o acaso, será esto otra cosa? Se convierte así su lectura en una tarea cautivadora, pero a la vez tremendamente enrevesada. Queda también un bagaje didáctico destacable por cuanto su lectura y las numerosas notas a pie de página, permiten captar bien el ambiente de las primeras décadas del siglo XX, algo que me resulta normalmente gratificante. Un último apunte para hablar de la película LAS HORAS de Stephen Daldry, ya que me sirvió para ponerle imágenes todo el tiempo a lo que leía. Esta película está basada en el análisis de la fase final de la vida de Virginia Woolf, con el añadido de dos historias más, una en los años cincuenta y otra actual, que sirven para profundizar un poco en el mundo interior de la escritora, rememorando de alguna manera ésta novela. Un diez para Merryl Streep y Ed Harris.

Escrita hace 12 años · 4.8 puntos con 6 votos · @sedacala le ha puesto un 6 ·

Comentarios

@lucero hace 12 años

Excelente reseña, y para mí, estimulante.
Me quedo con la excelencia estética de que hablas y en leer y soñar. Si la autora, que aun no he leído me proporciona eso, la pongo en espera para un futuro cercano. La creación de climas literarios en los que adentrarse y soñar es particularidad de pocos escritores. Quizás sea que cada lector "sueña" o actúa distintos climas según sus intereses e inclinaciones. Saludos

@Faulkneriano hace 12 años

No sé, sedacala, qué alabar más: si lo que te has currado la reseña o tu irreductible sentido de la justicia.

@_567_ hace 12 años

Bueno, apuntar un detalle que se te ha escapado a última hora y que puede inducir a error: La película está basada en la novela "Las horas" de Michael Cunningham (Premio Pulitzer 1999), y el guión lo firma David Hare. Tremendo el casting, además de Meryl Streep (Ois! que pones una "R" de más...) y Ed Harris, dos estrellas rutilantes en cualquier trabajo al que se enfrentan, me gustaría destacar también a Julianne Moore y Nicole Kidman que bordan sus personajes...

El libro no me seduce demasiado, pero todo dependerá de la opinión que me proporcione la lectura de "La señora Dalloway".

@_567_ hace 12 años

Valeeee, lo habías dicho al principio...
Ois! Sorry!

@sedacala hace 12 años

200 veces hubiera escrito ese nombre con dos erres si no me lo hubieses dicho. Tomo nota.
Evidentemente todos los actores están muy bien, Julianne Moore también. El caso de Nicole Kidman para mí es distinto. No se si será por la caracterización física o por que, el caso es que a mi me gustó menos.

@FAUSTO hace 12 años

Buena y extensa reseña sedacala. Al leerla he tenido que parar varias veces, me mareaba con tantas olas.
Bueno, bromas aparte, no me hubiera venido mal este comentario cuando leí esta novela, equivoqué el momento y la elección del libro para iniciarme en la obra de Woolf. Fue lo primero que leí de esta autora, y en mis inicios como lector de “literatura seria”. Aunque sabía la dificultad de sus escritos, no imaginé tal complejidad. Poco recuerdo de este experimento literario, pero, eso sí, tiene algunos pasajes bellos y por lo menos el estilo es interesante: combina el monólogo interior con el ritmo de las olas.
Más reciente tengo la lectura de “La señora Dalloway”, y fue algo mejor. Esta vez fue un relato comprensible y ameno, aunque no estará entre mis escritores preferidos.

@sedacala hace 12 años

Este libro, no lo leí por casualidad, o por un impulso súbito; lo leí a instancias de una propuesta, que se me había hecho unas semanas antes. Faulkneriano, no sé sí lo recuerdas. Ignoro, en que contexto nos movíamos entonces, pero me dijiste algo así como: tú, lee LAS OLAS, y luego hablamos. Y seguí tu recomendación. También la seguí, por que LA SEÑORA DALLOWAY, me había gustado y pensé que este libro me podría gustar.

Obviamente, algo había de picardía en el consejo, por que sabiendo lo difícil de la tarea, me animaste a lanzarme a ella sin una mínima explicación. Después, ya no había marcha atrás y traté de, al menos exponer claramente mis apreciaciones. Comprendí también, que siendo un libro especialmente difícil, no esconde su carácter con promesas que luego no cumple, desde la primera página su estilo queda claramente expuesto. Y también diría, que dentro de su innegable dificultad, contiene rasgos estéticos seductores e incluso deslumbrantes.

Así, que no me arrepentí ni lo más mínimo de haberlo leído. Pero, me quedé con las ganas de saber tu punto de vista sobre LAS OLAS; podría ser éste un buen momento para conocerlo.

¡Ah, me olvidaba! Tampoco me quedó claro aquello de mi irreductible sentido de la justicia; algo imagino, pero ya sabes que leer textos no suficientemente explícitos, no es lo mío.

@Faulkneriano hace 12 años

Si no recuerdo mal, por entonces solíamos hablar de tu aversión por los experimentos formales, del clasicismo que te guiaba en la elección de las lecturas (y que me confirma el rumbo de tus últimas elecciones: Tolstoi, Gautier, Austen, Mika Waltari) y tu falta de asunción de riesgos. Claro, todos los autores, hasta los más arriesgados, tienen obras más reposadas y otras más turbulentas. Tú habías leído la señora Dalloway, luminosa y hermosa novela, pero faltaba que conocieras a "la otra" Woolf, la de Las olas o Al faro. Y tú, ni corto ni perezoso, te la leíste y escribiste tu reseña.

Te salió demorada y circunspecta, y también un tanto dubitativa (Fausto decía que se mareaba con tantas olas), quizá porque no terminabas de decidir muy bien a qué carta quedarte. De ahí lo de tu "irreductible sentido de la justicia" que he apreciado más de una vez en tus reseñas: la capacidad que tienes de conceder méritos a algo pese a que personalmente no te satisfaga. De conceder a César y a Dios sus partes alícuotas. De reconocer el interés y hasta la grandeza de algo para, a continuación, explicar muy pormenorizadamente por qué no te gusta.

Si disputo contigo más de una vez lo hago siempre guiado por un propósito: conseguir que un lector tan lleno de energía no desdeñe las grandes conquistas formales de la literatura moderna. Nuestros desencuentros no se refieren nunca a Pérez Galdós o Tolstoi, sino a Conrad, a Borges (¡ay!) o a Rulfo. En cuanto a Las olas, no estoy ahora en mucha disposición de sacarle la miga: hace ya bastantes años que la leí. Entiendo que eches en falta una mayor trabazon argumental: son como un repaso confuso de viejas fotografías de la misma gente, conforme van pasando los años. Cuando vuelva sobre ella te daré más noticias.

Dicen que la novela contemporánea, la que rompió con el realismo decimonónico, fue el producto de las brutales crisis del siglo XX: las guerras mundiales, los totalitarismos, las turbias implicaciones del desarrollo científico, del psicoanálisis... Por esa regla de tres, con la crisis actual deberíamos dejar de leer novelitas de esas bien bordadas, con primorosos pespuntes, bien acabadas, tranquilizadoras, y asomarnos a otras expresiones más ásperas de lo humano.

@sedacala hace 12 años

Has hecho, un retrato muy ajustado a la realidad, de mi actitud ante esas lecturas difíciles de transitar, por incómodas, por retorcidas o por abruptas, diría yo utilizando un símil automovilístico. Cuando leo un libro, que obviamente, es de escasa calidad, LOS PILARES DE LA TIERRA por ejemplo, enseguida lo detecto, aunque lo entienda y lo siga sin ningún problema. Cuando, como pasa en LAS OLAS, es dificultoso; eso no impide que detecte también su calidad, aunque no pueda con el, o su lectura me esté resultando amarga. Naturalmente trato de reflejar esas contradicciones en las reseñas, por que creo que éstas, tienen por objeto comunicar a otras personas cual ha sido el impacto que esa lectura le produce al lector. ¡Ojala, mis reacciones fuesen más definidas y menos contradictorias! Eso saldría yo ganando; disfrutaría más leyendo y sería más fácil explicarlo. Pero lo último que quiero hacer es engañarme a mi mismo y a los demás. Hay cosas que son, como son y no como querríamos que fuesen.

Al hilo de esto, estoy pensando ahora en esa reseña de Nastenka sobre un libro de Beckett. MOLLOY fue una de mis peores experiencias. Leo en Internet, que en MOLLOY todavía existen características de la novela convencional, lugar, tiempo y argumento; pero en EL INNOMBRABLE, esos conceptos se han esfumado. Me gustaría que alguna de las personas que leen con gusto a Beckett, intentasen explicar en una reseña, las sensaciones objetivas que extraen de su lectura. En fin, quizá le pido peras al olmo, por que sé, que hay cosas muy difíciles de definir. Yo, al menos, intento explicar mi punto de vista. No es tanto una cuestión de justicia. No creo, que el objetivo de las reseñas sea hacer una crítica literaria de como es la novela, para eso están las sinopsis y los libros de literatura o Internet. Su objetivo, en mi opinión, es satisfacer la curiosidad de ver como su lectura ha afectado a otras personas y ver que relación guardan esas afecciones con la particular de uno mismo.

@lucero hace 12 años

Sigan, sigan. Excelente intercambio. Comparto con sedacala en que no hacemos crítica literaria (soy incapaz por lejos de ello). Cuento mis impresiones y me gusta hallar consenso y disenso en las opiniones de otros.
Pero creo, que fundamentalmente aprendo, me cultivo y mis caminos lectores se han ramificado.
La literatura refleja el estado del ser humano en sentido amplio, y creo que se podría hacer una lectura de ello con un enfoque diacrónico, como hacemos ahora con la novela decimonónica, o el realismo mágico.
Ya no vamos nosotros a estudiar esta literatura (no me veo tan longeva...)
No hablo de Virginia Woolf, porque no la leí. Saludos y disfruto leyendo vuestros intercambios !

@Faulkneriano hace 12 años

Sedacala, Beckett es un caso de libro en el que el pensamiento del autor determina la forma que éste imprime a sus obras. El irlandés, en un proceso radical de despojamiento, se interesa, como decía Nastenka en su reseña de Primer amor (donde en puridad deberían ir estos comentarios) por los "desechos humanos", por lo que queda de humano cuando casi nada lo es: el caso más extremo es El innombrable, al que aludes. Obviamente, si sólo queda la conciencia, nada puede reseñarse fuera de ésta: el tiempo y el espacio de las novelas tradicionales desaparecen... En fin, lo que quiero decir es que la peculiar prosa de Beckett tiene su justificación en su planteamiento inicial: si no fuera así, sería una dificultad "gratuita" impuesta al lector por arte de birlibirloque. Una estafa, vamos.