EL PRINCIPIO DE LA MALDICIÓN por EKELEDUDU

Portada de LOS REYES MALDITOS I: EL REY DE HIERRO
El autor de esta reseña ha idicado que contiene spoiler, mostrar contenido.

EL REY DE HIERRO es el volumen inicial de LOS REYES MALDITOS, saga literaria que se extiende a lo largo de siete libros, que debe su nombre a una leyenda según la cual el último Gran Maestre de los Templarios, Jacobo de Molay, habría maldecido desde la hoguera a los responsables de la destrucción de la Orden, y que desemboca nada menos que en la Guerra de los Cien años. Su acción se inicia en el castillo de Westminster, Inglaterra, en marzo de 1314. El conde Roberto de Artois ha cruzado el Canal de la Mancha para denundiar las infidelidades conyugales de sus propias primas ante la Reina Isabel, esposa de Eduardo II de Inglaterra. Isabel es hija del Rey Felipe IV de Francia, apodedo el Hermoso, y cuñada de las tres damas infieles. Roberto no puede probar sus acusaciones, pero promete reunir pruebas y avisar a Isabel para que ella misma viaje a Francia y delate a las tres adúlteras ante el Rey Felipe. De Artois no puede hacerlo, porque dos de ellas son hijas de la condesa Mahaut, su tía, con la que él lleva años querellando por la posesión del condado de Artois, que ella retiene. Si ventilara él mismo el escándalo, todos pensarían que sus acusaciones son calumnias urdidas para vengarse.

A su debido tiempo, Roberto de Artois, de regreso en París, logrará reunir pruebas demostrando la culpabilidad de dos de las tres princesas: Margarita de Borgoña, esposa del heredero del trono, Luis de Navarra (apodado el Turbulento) y Blanca, casada con Carlos, tercer hijo varón del Rey Felipe. No logra reunir pruebas que demuestren la infidelidad de Juana, la esposa del hijo segundo del soberano; sin embargo, comprueba que oficia de complaciente encubridora y celestina para las otras dos.

Mientras tanto, otros acontecimientos sacuden París. Culmina el proceso de siete años contra los caballeros Templarios, de los cuales en toda Francia quedan sólo cuatro vivos y conservando su rango. Una primera sentencia, promulgada por la Iglesia, los condena a prisión perpetua; pero dos de los sentenciados, entre ellos el Gran Maestre Jacobo de Molay, se retractan de sus anteriores confesiones, arrancadas merced al tormento, y de inmediato pasan de la justicia eclesiástica a la del Rey, principal artífice del largo y extenuante proceso, montado en base a pruebas mayormente falsas, contra la Orden. Felipe IV condena a los dos Templarios en cuestión a morir en la hoguera. Craso error. Durante la ejecución, envuelto en llamas, Jacobo de Molay maldice a quienes considera responsables de la desgracia de la Orden: el papa Clemente V; Guillermo de Nogaret, guardasellos del Rey Felipe, y el propio monarca, citándolos a comparecer ante Dios antes de que transcurra un año, y vaticinando desgracias para la descendencia de éstos hasta la decimotercera generación de su linaje.

Alrededor de un mes más tarde, llega a París la reina Isabel, avisada por Roberto de Artois, y según lo convenido con éste, denuncia a las tres princesas ante Felipe, quien enjuicia a las dos adúlteras junto a sus amantes y a su cómplice. Las primeras son condenadas a prisión perpetua; sus amantes, a morir de un modo horrendo. Juana la saca mucho más barata, es encerrada por tiempo indeterminado en el torreón de Dourdan, donde el régimen carcelario es mucho más suave que en Chateau Gaillard, destino de Margarita y Blanca. La condesa Mahaut cae de inmediato en desgracia y, extrañamente, culpa de todo al guardasellos Nogaret.

Todavía no se repone la corte de este golpe, cuando le llega la noticia de que ha muerto el papa Clemente V, uno de los maldecidos por Jacobo de Molay. De inmediato, el monarca y su guardasellos permanecen sombríos, preguntándose quién de ellos será el próximo.

El estilo de EL REY DE HIERRO es atrapante y fascinante como pocos, y hago extensible esta opinión a los siguientes cinco volúmenes de la saga, no así al último; sin embargo, deben tomarse con pinzas las "Notas históricas" a las que remiten los números a lo largo del texto, y que en viejas ediciones, caso de la que tengo yo, aparecen al final de cada tomo (en las más recientes se las encuentra al final de cada capítulo); por dar un ejemplo, y centrándonos en este libro inicial de la serie, la que diserta sobre los Templarios: las conclusiones expuestas en la misma parecerían fantasiosas a la inmensa mayoría de los investigadores serios. Por momentos, lo mismo podría decirse de la trama; pero por lo demás, como dijimos antes, el libro no tiene desperdicio. Eso sí, no es recomendable para lectores que tengan dificultad para seguir a un gran número de personajes; los que hemos nombrado son unos pocos de los que aparecen sólo en este volumen, y podemos estar seguros de que se irán agregando otros.

No podemos menos que subrayar la diferencia entre las ediciones viejas de LOS REYES MALDITOS, soberbias desde su misma portada, y las actuales, tan desabridas por comparación, que hasta parecen traducidas a desgano. Tal vez serían aceptables si uno no conociera las anteriores, no sé; a quien las conozca, inevitablemente le resultarán mediocres. Recomiendo, entonces, recorrer constantemente las librerías de viejo y usado, al acecho de estas ediciones viejas de EL REY DE HIERRO, identificables por su tapa en la que, con una tétrica imagen de un castillo como fondo, destaca en primer plano una cruz, luminosa y antepuesta a otra, formada esta última por una espada y su correspondiente vaina.

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

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