ZOLA DESATADO por sedacala

Portada de THÉRÈSE RAQUIN

En todas las reseñas en que escribo sobre un libro, no hablo sólo de ese libro. Inevitablemente lo hago también en cierta medida sobre otras obras del autor que ya haya leído. Incluso a veces tengo la osadía de hablar del conjunto de su obra como sí la conociese toda. Y aquí va a haber algo de eso. Pocos escritores tienen tan definido un sello característico propiamente suyo. La verdad es que la primera novela suya que leí: GERMINAL, me parece un libro más sereno, más consistente, más serio, mejor en todos los sentidos, de mayor calidad intrínseca, que este que acabo de terminar ahora. Pero de GERMINAL, sólo podría hacer una reseña muy superficial, al haber pasado varios años desde que la leí, y es además una novela muy compleja. Así que me centraré en THERESE RAQUIN, aunque poniéndola en relación con la forma general de escribir de su autor.

Siempre he mantenido dudas desde que estudiaba la asignatura de literatura en el colegio, y más aún cuando más tarde me convertí en lector, sobre la exacta diferencia entre realismo y naturalismo. Entre otras cosas por que la definición de naturalismo en literatura, es de esas que con frecuencia encuentras asimiladas a ejemplos; es decir, parece que no existan las palabras adecuadas para concretar el concepto y se recurra siempre a enunciar casos particulares, procedimiento éste que pone en evidencia lo impreciso del espacio que separa ambos movimientos. Así, en principio, lo que uno tiene más claro es que el naturalismo es un desarrollo o evolución del realismo que intensifica y acentúa sus características. Para más aclaración hay que ir a ejemplos como decía antes: El sexo como fuente de problemas, la fragilidad del cuerpo y la mente del hombre como causa de comportamientos desviados, la elevación de lo monstruoso a categoría literaria, el compromiso del escritor y su palabra como portavoz de todas las injusticias, sobre todo las sociales, y por fin, la frecuente utilización de ese concepto que se regodea en lo morboso de las relaciones personales: el folletín. Todo eso, también se encuentra en este libro.

El sexo está como ingrediente que desencadena de los primeros conflictos; pero enseguida pasa a segundo plano cuando al escritor le deja de interesar. Continúa con otros elementos que sirven mejor a su objetivo de crear tensión iba a decir, pero no, la tensión cómo el suspense son conceptos demasiado suaves y sofisticados; no encajan bien en los esquemas de Zola. Es algo mucho más fuerte, es drama, tragedia, hecatombe, cataclismos humanos. Son los trastornos físicos o psicológicos de los personajes los que toman el relevo. Ahí están esas mentes torturadas cuyos pensamientos nocturnos desbocados les conducen a la locura y el desvarío. El ambiente también colabora; ¿quién puede ser feliz viviendo en la humedad, la oscuridad o la lobreguez del Pasaje del Pont Neuf? parece decirnos Zola. La historia contada como folletín, con matrimonios concertados por interés que luego con sus espantosas consecuencias parecen castigar a esa madre o a ese hijo, están también aquí. En fin, que todos los sucesos terribles que puedan suceder, acaban por llegar y el autor nos los cuenta como diciendo: ¿lo estáis viendo? ¿Podéis contemplar las horribles consecuencias, la miseria, la degradación, en que termina cayendo el ser humano por su propia debilidad y su propia estupidez? No tengo ninguna duda de que estas miserias así tratadas, resaltando lo terrible, lo mezquino y lo feo por sistema, acabarían pareciendo un compendio algo simplista sí se leyesen todas sus obras, una tras otra, libro a libro. Y Zola fue un escritor prolífico. Sólo un entusiasta del género, como los hay de la novela de Agatha Christie, o de Sherlock Holmes, podría aguantar semejante atracón. Encuentro además, que en su exposición no parece que haya un interés reivindicativo o constructivo en hacer justicia o resolver entuertos, sino más bien en un pesimismo trágico y fatalista que hace inútil cualquier intento. Es como sí su objetivo fuera fotografiar una situación traumática, para luego colgarla en una exposición, como diciendo: miren, miren ustedes lo que se ve por el mundo, quien quiera poner remedio ahí lo tiene, yo, ya he hecho bastante con colgarlo ahí, aunque vaticino que no tiene solución.

No obstante y a pesar de lo dicho, su posicionamiento social y su integridad como persona ecuánime y coherente con sus ideas, están fuera de toda duda. Lo demuestra su intervención a título personal y desinteresado en el caso Dreyfus, en el que participó activamente en defensa del militar de origen judío con su alegato “J’accuse”, dirigido como carta abierta al presidente de la República, y que le costó el destierro y morir fuera de Francia.

Bueno, pues volviendo a sus novelas. Brota de ellas, un sentimiento que mezcla entusiasmo y curiosidad malsana. Impacta su enfoque vibrante, seductor, sugerente, cargado de morbo y concupiscencia; salvando las distancias, es como esas novelas góticas en las cuales se adivina un contenido excitante y salaz. Cuando cierras un capítulo te quedas pensando: ¿Cuál será la próxima barbaridad que me contará este hombre? ¿Sexo desviado tal vez, crímenes horrendos, oscuras aberraciones, maldad egoísta desatada?... Y empiezas el siguiente capítulo con la curiosidad exaltada a tope. Se podría decir, que una dosis tan brutal de desgracias y maldades rebuscadas, podría ser una lectura ingrata para muchos. Pero no, curiosamente ése sentimiento de rechazo, que en mí se suele dar con frecuencia, cuando leo a Zola no aparece. ¿Querría eso decir que sus tragedias no perturban, por ser leídas con incredulidad? Pues no, el caso es que tampoco creo que sea esa la razón; porque sus argumentos se asumen como verosímiles, aunque realmente no lo sean; un análisis detenido calificaría la historia de ésta novela como inverosímil. Pero el lector, cándidamente, se la traga; no sé si por su enfoque de denuncia social, por la moraleja aleccionadora que te suelta, por el tono de reconvención pública con que Zola sentencia lo que dice, o por qué. Pero el caso, es que resulta creíble, subyuga su lectura, entretiene y, quizá en menor medida, emociona con sus planteamientos excesivos y sus tratamientos vehementes. Indudablemente, es mucho más creíble en una historia de más carga social y calidad como es GERMINAL, que en una menos elaborada y más volcada en el drama familiar y en el crimen como es THERESE RAQUIN. Pero en ambas está presente su personalísima impronta.

Escrita hace 12 años · 4 puntos con 3 votos · @sedacala le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Nastenka hace 12 años

Si ya lo dijo Zola en su prólogo(casi obligado) después de la acogida por parte de la crítica de su obra; "Pequé de ingenuo al pensar que esta novela podía prescindir de un prólogo. Acostumbrado a decir cuanto pienso en voz alta, e incluso a respaldar cuanto digo con los más insignificantes detalles, albergaba la esperanza de que se me entendiera y se me enjuiciase sin precisar explicaciones previas. Al parecer, estaba en un error.(...)
En Thérèse Raquin pretendí estudiar temperamentos y no caracteres. En eso consiste el libro en su totalidad. Escogí personajes sometidos por completo a la soberanía de los nervios y la sangre, privados de libre arbitrio, a quienes las fatalidades de la carne conducen a rastras a cada uno de los trances de su existencia. Thérèse y Laurent son animales irracionales humanos, ni más ni menos. Intenté seguir, paso a paso, en esa animalidad, el rastro de la sorda labor de las pasiones, los impulsos del instinto, los trastornos mentales consecutivos a una crisis nerviosa."

Está claro que estos tiempos...no son aquellos, y de haber sido publicada en estos no habría sido tachada de esa obscenidad, que sinceramente yo no llegué a vislumbrar.
Yo soy de las que...cándidamente, calificaría también de creíble la historia salida de la pluma de Zola. Por esa denuncia social, por esa moraleja... y porque casi desde el principio te muestra la animalidad de sus protagonistas... Y por la culpa, tan compleja o más que los demás sentimientos expuestos en esta lectura... que siempre obliga a realizar análisis retrospectivos... pero...¿el hecho de sentirse culpable va siempre ligado a la causa de sentir remordimientos?

@sedacala hace 12 años

En algún momento escribiendo esta reseña, pensaba yo sí no estaría yo cargando las tintas de más con tanto hablar del tremendismo de su autor. Y veo, a través de tu comentario, que no, que verdaderamente otros ven las cosas de manera parecida y que la misma crítica de la época se rasgó bastante las vestiduras con esta novela, cosa que hoy no hacemos por más tremenda que nos parezca la historia. Por cierto, muy interesante sus comentarios de entonces. Entre otras cosas porque demuestra que en esta novela Zola se propuso algo así como dar una última vuelta de tuerca a la maldad de sus personajes.

¿Es consecuencia el sentimiento de culpabilidad de la existencia de remordimientos? Preguntas. Supongo que quieres decir que aún sin remordimientos (tienen la conciencia tranquila, se han quitado un peso de encima) puede aparecer por ahí un sentimiento de culpabilidad, algo así como el peso de la responsabilidad. Si, supongo que puede ser y es algo así lo que pasa en la novela. Su lado racional está tranquilo, pero sus mentes, de manera subliminal, no terminan de asumir la responsabilidad y se descontrolan.

@Nastenka hace 12 años

Bueno, era más bien una pregunta retórica...
Pero sí, a eso me refería, a la forma que se le da a la culpa a través de la pareja protagonista. Parece que va ligado(o debería) siempre la culpa con el remordimiento, pero aquí se nos muestra(o eso vi yo) que no tiene porque ser así, que se puede ser consciente de haber obrado mal, es decir, asumir la culpa, pero no sentir(conscientemente) ese quemazón que produce el remordimiento..