PARA QUE LOS CONOZCAMOS, LOS AMEMOS Y NO LOS OLVIDEMOS por EKELEDUDU

Portada de CACIQUES INDÍGENAS ARGENTINOS

Es una vergüenza que las naciones americanas valoremos tan poco, excepto de palabra, nuestras tradiciones y nuestro pasado, incluso si se es poco patriota o si directamente no se es, como me sucede a mí; pero todavía más vergonzosa es la poca información que se da en los colegios acerca de los primitivos habitantes del continente y de su tenaz lucha contra el invasor europeo. Para los argentinos -y por qué no para habitantes de otros países- la presente obra puede ser un buen punto de partida, que deje con ganas de más. CACIQUES INDÍGENAS ARGENTINOS, la obra de Mariana Vicat, agrupa a los aborígenes argentinos por regiones y no se ocupa sólo de los caciques, sino que también resume las costumbres de los pueblos que éstos dirigieron; según la autora, porque "no podríamos saber cómo un cacique obraba de la manera que lo hacía, si no lo incluimos en su contexto". Si bien el argumento es discutible -o al menos no se lo ve reflejado siempre en la obra- tampoco veo del todo mal que se nos cuente cómo vivían los distintos pueblos, ya que ello permite incluir en estas páginas a pueblos que carecían de caciques, como los yámanas y los alacalufes.

A lo largo de este libro veremos desfilar nombres que ya son leyenda: Yanquetruz, Sayhueque, Inacayal, Calfucurá, Mariano Rosas, Namuncurá. Para la mayoría de nosotros, dichos nombres son más que conocidos, pero de la vida de algunos de ellos, o de todos, muchos nos enteraremos por primera vez a través del libro. También habrá nombres que quizás oigamos por primera vez: Viltipoco, Cangapol, Emak, Abiarú. Nos informaremos de que la mitad de los gloriosos Granaderos a Caballo de Don José de San Martín eran guaraníes, por pedido expreso del General; de que la Provincia de Misiones es argentina gracias al Cacique Andresito, hijo adoptivo de Don José Gervasio Artigas, el gran caudillo uruguayo; nos indignaremos hasta la médula al oír por primera vez de Julius Popper, un ingeniero rumano que mataba onas por diversión. Sabremos que no se debe decir "los mapuches" o "los puelches", sino "los mapuche", "los puelche". Sobre todo, experimentaremos una silenciosa admiración por aquellos valientes que en muchos casos recibieron a los conquistadores españoles como amigos y que, tras ser tan mal pagados, demostraron ser huesos duros de roer, hasta que la mal llamada civilización, con sus armas de fuego, logró imponerse por encima del arco y la flecha, la lanza y la macana, el derecho y el coraje.

Escribió una vez Stephen King que las historias a menudo dicen más que la Historia. Este es un libro con muchas pequeñas historias de la Historia y que nos hará sentirnos humildes ante los primigenios habitantes del continente americano. Y que nos darán más ganas de sentirnos parte de ellos. Sobre todo si nos parece más nuestra la celebración de la Pachamama que el Halloween que con entusiasmo digno de mejor causa los comerciantes intentan imponer año tras año -lográndolo progresivamente, por desgracia- y que nos hace ver tan ridículos como George W. Bush bailando "El lago de los cisnes".

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

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