A la mayoría de nosotros nos gustan los héroes, pese a lo cual es probable que nunca nos pongamos de acuerdo sobre qué personalidades históricas merecen tal calificativo o cuáles son las cualidades propias de un héroe. Y además, como bien señala este libro, las modas, los vaivenes de la ética y los distintos análisis históricos hacen que los héroes de hoy puedan no serlo mañana, o que quienes no lo eran ayer sí lo sean hoy. En eso y en los requisitos necesarios para que una persona sea considerada un héroe coincido con el autor, que aquí sintetiza las biografías sucintas de un amplio surtido de personas que fueron consideradas héroes, podrían ser consideradas como tales o que él considera así. Y aquí es donde comienzan las diferencias.
El autor menciona como heroínas a Florence Nightingale y la Madre Teresa de Calcuta, pero sin ocuparse de dar detalles sobre ellas. En lo personal lo considero una omisión difícilmente soslayable, y tanto más cuanto que Paul Johnson sí se explaya sobre Ronald Reagan, Margaret Thatcher y el Papa Juan Pablo II por vulgares y discutibles fundamentos políticos, concretamente haber logrado abatir el comunismo. No sé si les corresponde el mérito ni me importa, porque en todo caso ellos tres militaban en bandos tan dudosos como el que combatían. A Margaret Thatcher la denunciaron en alguna ocasión periodistas de su propio país, calificándola de "mala persona" por haber estado dispuesta a lanzar misiles nucleares contra la Argentina durante la Guerra de las Malvinas. Eso no es una heróina. Y tampoco puede ser héroe un Papa, con la probable excepción de Juan Pablo I, el único que proyectó mudarse con todos los cardenales desde las suntuosas residencias vaticanas a unas estancias más sobrias y utilizar las riquezas vaticanas para fines caritativos. Juan Pablo II, como el resto de los Papas, no tuvo empacho en vivir en medio de un lujo escandaloso mientras miles de niños morían de hambre, y a alguien así no puedo considerarlo héroe, y menos si presumiblemente representa a Cristo. Consiguientemente, discrepo en eso, y cómo, con el autor.
Más extraños, aunque menos chocantes, resultan otros supuestos héroes elegidos por el autor. En este rubro encontramos mayormente mujeres: Marilyn Monroe, Jane Welsh Carlyle, Emily Dickinson, Lady Jane Grey... Los personajes bíblicos con los que inicia Johnson su exposición son, creo, otro desacierto, habida cuenta de cuán en entredicho se encuentra la Biblia como referente histórico confiable. Más tarde, se ocupa también de Alejandro Magno y Julio César, pero las opiniones que le merecen son un tanto lapidarias y aquí también coincido plenamente con él. De Alejandro Magno, por ejemplo, señala que "sus crímenes contra la humanidad fueron minimizados... Era un asesino y en sus batallas un asesino múltiple, un criminal durante toda su vida cuyo delito era el crimen supremo de la guerra". Francamente, antes que a cualquiera de estos dos vería como héroes a otros personajes antiguos como Espartaco, Viriato, Vercingétorix o Juliano el Apóstata, a quienes Johnson dejó de lado. Ya más creíble es el heroísmo de la magnífica reina celta Boudicca y de Juana de Arco, de quienes el autor nos habla bastante, y cuyos móviles, sobre todo en el caso de la primera, resultan mucho más nobles.
Estas son algunas de las personalidades cuyas respectivas biografías reseña Johnson en esta obra, señalándolas como héroes sobre bases, según hemos visto, discutibles. Más que como catálogo de héroes, esta obra puede ser recomendable desde el punto de vista de la controversia, y porque obliga al lector a replantearse muchas cosas. Es que ante tantas discrepancias es inevitable preguntarse si es uno quien tiene los criterios equivocados. Si uno va a tomarse la molestia de someter dichos criterios propios a un serio análisis, este libro puede valer la pena. No quiere decir, por supuesto, que esos criterios estén todos equivocados, pero revisarlos nunca viene mal, y en mi caso, por ejemplo, al llegar al capítulo que se ocupa de Abraham Lincoln tuve que recapacitar y aceptar que ni a un héroe puede exigírsele perfección. Supongo que uno espera demasiado de los grandes... Ahora, quienes tengan ya férreamente definidos sus propios héroes y no estén dispuestos a escuchar al menos otras opiniones ni someterse a este tipo de replanteos... ¿Qué les puedo decir? Desde luego, que se acerquen a este libro, seguro que no.
Escrita hace 14 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 6 ·