MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL por EKELEDUDU

Portada de TARZÁN Nº 1. TARZÁN DE LOS MONOS

Desde que Edgar Rice Burroughs publicó esta novela ha corrido mucha agua bajo los puentes y hoy sabemos, por ejemplo, que los gorilas no son tan fieros como se los pinta aquí. En aquella época, por supuesto, el mundo estaba mucho más inexplorado que hoy. La jungla arbórea era fascinante, misteriosa y parecía mucho más peligrosa que esta otra jungla de cemento; y tal vez como resultado de la indefensión del hombre ante la naturaleza, muchas novelas de aquella época y de otras anteriores o ligeramente posteriores describen a los animales de la selva como bestias temibles al parecer complotadas contra el género humano, ya que, aun tratándose de herbívoros, a menudo su pasatiempo predilecto parece ser atacar a cualquier persona que se ponga a su alcance.

Hoy, que sabemos que corremos más peligro tratando de cruzar una avenida muy transitada en una hora pico; hoy, que los que parecemos complotados para eliminar cuanta vida salvaje se ponga a nuestro alcance somos los seres humanos, ¿cuál es el valor de una novela como TARZÁN, aun juzgándola para un público eminentemente juvenil? Si bien cada uno de los lectores hallará su propia respuesta a dicha pregunta creo que, generalizando, podemos decir que el libro y su personaje de alguna manera están más allá del bien y del mal. Naturalmente, todos conocemos más o menos la historia del joven Lord Greystoke que queda huérfano luego de que sus padres mueren en la jungla adonde han ido a parar tras un naufragio, y que se cría entre unos gorilas merced a los cuidados de una hembra que encuentra en él un sustituto afectivo para el hijo que perdió. Entre estos monos crecerá recibiendo de ellos el nombre de Tarzán, hasta convertirse en un hombre vigoroso, inculto pero muy inteligente, con todos sus sentidos excepcionalmente desarrollados por la vida salvaje. Y que en algún momento descubrirá sus orígenes, la civilización, el amor encarnado por Jane, eterna compañera del personaje.

La de Tarzán es una más entre tantas historias de niños criados por bestias salvajes, si bien, quizás, la más conocida. Desde Rómulo y Remo amamantados por una loba, este tipo de Historias ha gustado siempre a la Humanidad. Ellas encarnan el romántico deseo del hombre por reconciliarse con esa Naturaleza cuyas fuerzas le inspiran temor; por creer que en ella hay también un sitio para él. Esta es sin duda la principal razón por la que este clásico de aventuras se resiste a morir incluso cuando entre sus páginas se encuentre alguna tontería descomunal, concretamente el descubrimiento por parte de Tarzán, sin que nadie se la enseñe, de la exacta relación entre letras escritas y su equivalente hablado. Una razón secundaria sería la innegable fuerza épica del relato. Burroughs admira sinceramente al personaje creado por él mismo, y cuando lo describe trabado en lucha contra la fiera de turno hace reprimir el aliento incluso a quienes reíamos cínicamente cuando Johnny Weissmuller hacía un perfecto clavado en las aguas de un río en el que inmediatamente se zambullía un cocodrilo tras otro, todos ellos muy ansiosos de degustar tan sabroso menú. Dicho sea de paso, eran tan ineficaces como lo es el mismísimo paso del tiempo a la hora de acabar con un personaje emblemático que posiblemente continúe saltando de liana en liana en la frondosa jungla de nuestra imaginación, hasta que el Homo Sapiens desaparezca, tal vez víctima de fuerzas creadas por él mismo, incontrolables y mucho menos benévolas que aquellas otras, naturales, a las que tanto supo temer. Ironías de la vida...

Escrita hace 12 años · 5 puntos con 1 voto · @EKELEDUDU le ha puesto un 7 ·

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