UN LIBRO QUE PRODUCE DESENCANTO por EKELEDUDU

Portada de TEUTONES

La colección MITOS Y LEYENDAS, de M.E. Editores, incluye libros muy buenos, caso de EL MAR, de Angelo S. Rappoport, pero también hay alguno que es un auténtico despropósito, y a medio camino entre éste y aquéllos convendria ubicar al que nos ocupa ahora, TEUTONES, que se ocupa de antiguas creencias germanoescandinavas, a semejanza de (por citar sólo un par de libros similares que pueden encontrarse en Sopa de Libros) VIKINGOS: DIOSES Y HÉROES, de Morgan J. Roberts, y MITOLOGÍA NÓRDICA, de Mario Meunier; entre muchos otros, por supuesto, que deben abordar el tema. Pero mientras que estos dos son recomendables, cada uno a su manera, la de Mackenzie personalmente me parece una obra un tanto desafortunada, no obstante incluir algunas leyendas ausentes en los otros. Ya volveremos sobre este particular, pero empecemos hablando sobre lo que podríamos llamar la primera parte del libro -en realidad, éste sólo presenta la clásica división en capítulos-, la que aborda los mitos y leyendas nórdicos cantados en las Eddas. En su exposición, mackenzie nos deja con muchas dudas y un gran desencanto. En efecto, algunos detalles de esas historias aparecen alterados, despertando el inevitable interrogante: ¿proceden tales diferencias de versiones menos difundidas o al menos que yo desconozco, o las alteró por motivos que sólo él sabe? Porque yo soy un apasionado de los mitos nórdicos, y por lo tanto he leído cuanto cayó en mis manos acerca del tema; y sin embargo, es la primera vez que me entero, por ejemplo, de esta curiosa variante de la leyenda del constructor de los muros de Asgard y el origen de Sleipnir, el caballo de ocho patas de Odín, en la cual el ambiguo Loki, para distraer al garañón Svadilfari y demorar la labor del gigante que exigía la mano de Freya en pago por la construcción de dichos muros en el plazo estipulado, se vale de una yegua, en vez de transformarse él mismo en una. Mackenzie no especifica en qué fuentes abrevó; resulta inevitable preguntarse si no habrá recurrido a su propia imaginación. En cuanto al desencanto, éste nos viene de la mano de sucesivas traducciones. Aparentemente, Mackenzie, al escribir en inglés, tradujo algunos nombres del nórdico antiguo a dicho idioma. Nellie Manso de Zúñiga, quien vertió al castellano el texto de Mackenzie, optó por respetar esas traducciones. El resultado es patético, horroroso y vomitivo. Con decir que a Gullinkambi ("Cresta dorada"), el gallo de Asgard cuyo canto marcaría el inicio del Ragnarök, aquí se lo llama... ¡Goldcomb! ¡Por Dios, Goldcomb! ¡Eso suena más a villorrio o pueblo fantasma perdido en el Lejano Oeste, que a mitología germanoescandinava! ¡Ya me lo imagino: Lucky Luke, persiguiendo a los hermanos Dalton, llegando a Goldcomb City! ¡Qué asco, por favor!...

Salteemos, entonces, toda la parte referente al panteón nórdico y su capítulo concluyente, el dedicado al Ragnarök. Vienen luego , en primer término, algunas leyendas que uno se pregunta de dónde salieron, algunas de ellas obvias variantes de otras ya conocidas, como el conflicto entre Hodur y Balder, pero con menos gracia y poesía que las más conocidas. Aquí supongo que la fuente debe haber sido Saxo Gramático, pero lo que me pregunto es: ¿no podía Mackenzie hacernos el gran favor, para no andar adivinando, de precisar su procedencia exacta? Porque creo que un eventual neófito en la materia quedaría todavía más desconcertado que yo.

Luego tenemos -no necesariamente en este orden, aclaremos- la epopeya de Beowulf, la saga Volsunga, la historia del Hamlet tradicional, la saga de los Nibelungos y el ciclo de Dietrich de Berna. De todo este material, la epopeya de Beowulf y la saga de los Nibelungos son ya harto conocidos, y para quienes no los conozcan, de todos modos no es difícil conseguir los poemas originales, cosa que ya no puede decirse de las Eddas, ya menos accesibles (a todo nivel: no se consiguen tan fácilmente, no conozco versiones económicas y a muchos su lectura les parecería complicada). Lo que resta de interesante, aunque en general se prescinda una vez más de mencionar las fuentes, son la leyenda que inspiró a Shakespeare para su Hamlet, el desarrollo de la Volsunga Saga y el ciclo de Dietrich de Berna. Sinceramente, me parece poco para encomiar este libro, pero sin duda todos y cada uno de los lectores tienen derecho a discrepar de esta opinión mía. Lo que importa es que, quien decida comprar este libro, una vez lo haya leído considere exacta o al menos muy aproximada la presente descripción de su contenido. Pues básicamente, el comentarista debe cumplir una función orientativa en lo que respecta al lector, y eso no necesariamente se logra merced a opiniones coincidentes entre uno y otro.

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 6 ·

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