TROPAS YANQUIS A MERCED DE LA TEMPESTAD SOMALÍ por EKELEDUDU

Portada de LA CAÍDA DEL HALCÓN NEGRO

A mediados de 1993, convocadas por la ONU, fuerzas estadounidenses participaban de un plan de ayuda humanitaria en Mogadiscio, Somalía, donde miles padecían hambre bajo el régimen dictatorial de Mohamed Farrah Aidid, quien había llegado al poder luego de una compleja lucha de clanes rivales difícil de entender para otros habitantes del planeta. Las milicias de Aidid -quien pertenecía al Habr Gidr, un subclan de uno de los clanes más poderosos de Somalía- interceptaban los alimentos destinados a los famélicos somalíes cuando podían, y esto hacía necesario la presencia de tropas que garantizaran que los víveres llegaran adonde debían llegar. Pero la presencia de soldados extranjeros de apariencia temible y robótica (término empleado por el propio Bowden) y armados hasta los dientes, inevitablemente inspira desconfianza aquí, allí y hasta en Marte. Además, la propaganda de Aidid, según la cual los yanquis venían a quemar el Corán e imponer por la fuerza el cristianismo, debe haber hecho lo suyo en la población analfabeta y hasta en la no tan analfabeta. Así las cosas, no hacía falta mucho para que los somalíes, que en principio habían recibido con brazos abiertos la ayuda, pasaran a detestar a sus salvadores. Sólo faltaba un motivo real, y los propios norteamericanos se lo dieron, aunque en una maniobra orquestada torpemente por la ONU, cuando el 12 de julio de ese año se organizó un ataque sorpresa con helicópteros a la casa de Abdi Hassan Awale, hombre de línea dura del brazo político-militar del Habr Gidr. En él murieron entre 20 y 73 somalíes, incluso mujeres y niños inocentes. A partir de allí, los soldados extranjeros ninguna simpatía podían esperar de la población local.. Por fin, el 3 de octubre de 1993, cuando se montó un operativo cuya intención era capturar a este último, noventa y nueve soldados norteamericanos quedaron atrapados en un auténtico avispero: la población somalí los atacó con cuanto tuvieran a su alcance, y su arsenal era notable. Así comenzó lo que se conocería como la Batalla de Mogadiscio, durante la cual primero un helicóptero Black Hawk ("Halcón Negro") y luego otro fueron derribados con considerable facilidad por los somalíes, para perplejidad de los norteamericanos, que no creían que tales helicópteros fueran tan fáciles de abatir. El rescate de los soldados atrapados entre los somalíes se efectuó a paso de tortuga y con ciertas ineptitudes, algo que luego fue una papa caliente que nadie se sintió muy tentado a agarrar, aunque alguien, con valentía, asumió culpas que quizás no fueran del todo suyas. Al poco tiempo de efectuado el rescate, Estados Unidos, sabiamente, llevó a las tropas de regreso a casa.

Tales los hechos básicos, o mi interpretación de los mismos (aunque cualquier otra creo que no podría diferir demasiado, dadas las circunstancias) a partir del relato del periodista Mark Bowden, cuya investigación de este episodio fue muy elogiada y premiada. Es realmente una pena que hasta cuando el intervencionismo norteamericano persiga fines desinteresados y nobles, como en este caso, el asunto derive en desastre. Por desgracia, no les sirvió a los yanquis de sabio aprendizaje, como lo demuestra, por ejemplo, el posterior caso de Irak. Bowden, asombrosamente imparcial teniendo en cuenta que él mismo es norteamericano, no puede evitar sin embargo brotes de admiración patriótica al describir a los rangers, los "chicos Delta" y demás soldados estadounidenses. Seré sincero: la descripción que él mismo hace de ellos me los volvió indigestos de entrada. Dan la impresión de ser muchachos idiotas y soberbios creyéndose héroes de película, algo muy peligroso teniendo en cuenta que las armas que portaban no eran precisamente de utilería. Las penurias que luego debieron afrontar y la solidaridad que hizo a muchos superar sus miedos en defensa de sus compañeros los vuelve luego más queribles, salvo en un caso o dos: por ejemplo Paul Howe, que en todo momento me pareció repugnante hasta para con algunos de sus propios compatriotas. Pero me temo que eso no los exime de haber seguido siendo tontos después por su obstinado anhelo de proseguir la contienda a pesar de la mala experiencia. Por suerte el deseo no se les realizó: regresaron a casa y muchos, ya más sensatamente, a la cida civil.

BLACK HAWK DOWN, que también fue traducido como BLACK HAWN DOWN, describe la batalla de Mogadiscio en todos sus detalles, lo que significa que hay un marasmo de nombres de combatientes, múltiples y escalofriantes escenas de lucha, mutilación y muerte y, en fin, que el relato, obnviamente no por culpa de Bowden, se vuelve confuso demasiado a menudo, por lo que éste no es un libro que convenga leer de un tirón. A menudo hay que volver sobre las páginas para identificar a tal o cual personaje.

Muchos tendrán en mente la película que sobre este libro realizó Ridley Scott, muy inferior al mismo, creo, entre otras razones porque no dejaba demasiado claro el motivo de la furiosa y unánime reacción del pueblo somalí contra los estadounidenses, o al menos yo no la entendí al ver la película en cuestión. Cabe destacar además que algunos personajes no son en el libro como los muestra el filme. Por ejemplo, el sargento Matt Eversmann, interpretado por Josh Hartnett en el filme en cuestión, tal vez haya sido un idealista como se lo muestra allí, pero si lo fue, el libro no dice una sola palabra al respecto. Vale la pena aclararlo.

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 7 ·

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