MERECIDO HOMENAJE A UN HÉROE DE SANGRE GUARANÍ por EKELEDUDU

Portada de LA EPOPEYA DEL INDIO ANDRESITO

A comienzos de la segunda década del siglo XIX, el acontecimiento más relevante en Sudamérica es la lucha de las colonias españolas por emanciparse de su metrópoli. En lo que luego sería la República Argentina, el gobierno criollo en Buenos Aires se mostraba europeizante y sumamente desdeñoso hacia lo autóctono y, sobre todo, hacia el pueblo llano. Del otro lado del Río de la Plata, en el actual Uruguay, sonaba fuerte el nombre de José Gervasio Artigas, hombre justo, grande y noble si lo hubo, a quien, por simpatizar y solidarizarse con los humildes y desposeídos -que por ello mismo lo seguían a muerte-, la oligarquía porteña negaría su apoyo. Por su parte, desde el Brasil, los portugueses -eternos rivales de los españoles con los que, sin embargo, se habían eventualmente aliado alguna vez para desalojar a los guaraníes del territorio de las Misiones Jesuíticas- iban a hacer suyo el viejo dicho según el cual a río revuelto, ganancia de pescadores, aprovechando para intentar una expansión hacia el sur, esclavizando a su paso a los aborígenes como venían haciendo desde la época de los temibles bandeirantes. El Paraguay, gobernado entonces por el doctor Francia, se disponía a su vez a sacar tajada.

En lo que se transformaría en funesta constante, el gobierno de Buenos Aires se mostró abúlico para defender sus fronteras y su gente: sólo se ocuparon de la amenaza lusitana y la paraguaya Artigas y sus hombres, entre ellos su hijo adoptivo, un guaraní llamado Andrés Guacurari y Artigas, "Artiguinhas" para sus enemigos lusobrasileños, "Andresito" para la posteridad. A él se debe que la Mesopotamia argentina -región delimitada por los ríos Iguazú, Paraná, Uruguay, San Antonio y Pepirí-Guazú- sea precisamente argentina y no brasileña o paraguaya. Por supuesto, esto nos interesa un bledo a quienes no nos sentimos patriotas; pero en los días de Andresito, el patriotismo era algo mucho más valioso, consistente y edificante que la devoción ciega, necia, fanática e incuestionable a la Bandera y demás símbolos nacionales: amor a la tierra, a su gente y a la libertad. Andresito y sus huestes guaraníes sabían de los atropellos de los portugueses en los tiempos de los jesuitas y que, si Buenos Aires no sería un firme punto de apoyo para ellos, Artigas sí lo era. Pertenecían a una raza pacífica, pero susceptible de transformarse en temibles guerreros si la ocasión lo requería; y como peleaban por lo que genuinamente era suyo, lo hicieron con la bravura de fieras, aunque las verdaderas inhumanidades, que no expondremos aquí, vinieron del bando lusobrasileño, que finalmente obtuvo cobarde venganza: Andresito fue finalmente vencido y capturado junto con varios de sus hombres, a todos los cuales se dio trato vil y brutal; se le otorgó una parodia de liberación, fue encerrado de nuevo y allí termina lo que se sabe de él: se presume que murió en prisión. Pero lo peor es sin duda el silencio y el olvido que cayeron sobre él, cuando no infamias repetidas por autores que no abrevaron en las fuentes originales. Fue sin duda uno de los grandes héroes de la Argentina, mucho más merecedor de calles, plazas y bustos dedicados a su memoria que personajones de baja estofa como Rivadavia, Lavalle y Carlos María de Alvear; en cambio, nadie sabe de él, y temo que muchos de los autodenominados patriotas menos que nadie.

Con este libro, José Andrés Carrazzoni ofrece una oportunidad más -entre las pocas que hay- de reparar tan tremenda injusticia. El autor, médico veterinario e investigador científico, no tenía formación profesional en Historia, pero hay que decir que supo disimularlo muy bien. Para este trabajo consultó fuentes argentinas, lusobrasileñas y hasta de ingleses que fueron testigos y coprotagonistas de la gente de Andresito; lo que desvanece cualquier acusación de parcialidad.

Por desgracia, como es de rigor tratándose de publicaciones de Dunken, el trabajo de los correctores es execrable. Ya no se trata de que parezcan haber estado dormidos, sino de que impera la sensación de que estaban despiertos, pero corrigieron mal; de modo que una palabra bien escrita por el autor quedó deformada por un bruto horror de ortografía tras pasar por las garras del corrector. Nos referimos concretamente a la palabra intenciones, monstruosamente mutada en intensiones en cuando menos tres ocasiones, en las páginas 104, 107 y 126. Sería inconcebible, en vista del sólido curriculum vitae de Carrazzoni, que ignorara la grafía correcta de una palabra tan común; por lo tanto, alguien efectuó ahí correcciones que no debían hacerse. También hay errores de sintaxis ("...llamó a los correntinos sin éxito", página 130, haciendo que una inexitosa convocatoria a los correntinos parezca en realidad una llamada a los fracasados de Corrientes), pero esto ya es más disculpable y lo mencionamos sólo porque el cómico resultado.

Al propio autor podría reprochársele aventurarse por momentos en la ficción, ya que a menudo imagina y describe en figuras históricas reacciones emocionales que el propio lector cree posibles, pero de las que no hay constancia, como el llanto de Andresito ante cierta carta de Artigas. Pero no sería justo: otros historiadores mucho más imaginativos fueron peores, calumniando y denigrando al héroe guaraní, cuya calidad humana merece ser conocida y reivindicada. Así que a quien encuentre un ejemplar de este libro hoy agotado ( a la fecha no hay noticias de próximas ediciones) recomendamos no dejarlo pasar de largo.

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

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