LA GUERRA MEDIEVAL, DESDE SU LADO MÁS SINIESTRO Y MENOS CABALLERESCO por EKELEDUDU

Portada de A HIERRO Y FUEGO. LAS ATROCIDADES DE LA GUERRA EN LA EDAD MEDIA

Empecemos por ahí: el concepto de "guerra justa" es un rotundo disparate. En toda guerra mueren inocentes, cosa que no es "justa" por lo que ya de entrada no cabe tan generoso calificativo. Como mucho, uno de los bandos tendrá razones válidas para guerrear contra otro. Secundariamente, tal vez por aquello de que todo tiempo pasado fue mejor, tendemos a idealizar demasiado la Edad Media. Tal vez porque nos deslumbran los caballeros con su recia y brillante armadura y no podemos concebirlos perpetrando atrocidades como cualquier bárbaro del pasado o de nuestra deplorable actualidad. Tal vez por las historias del Rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda. Tal vez porque, después de todo, existió un bello Código de Caballería que apuntaba a ideales muy nobles, pero que en general no pasó de elevadas, altruistas intenciones.

Lo cierto es que la Edad Media fue cruel hasta la médula, cruel porque la muerte estaba en todas partes, incluso la que sobrevenía de manera natural, pero además porque se ejecutaba a los criminales de manera espeluznante, por lo general con la aprobación del clero. En esta obra, por ejemplo, uno de los casos más horribles que se cita es el de un hombre al que se colgó juntamente con un perro al que luego se apaleó para que, desesperado, desquitara su furia y su miedo en el condenado, al que terminó prácticamente devorándole la cara. En una sociedad así, creer que la guerra era noble y galante es pecar de ingenuidad, por ser suaves.

Mucho se ha hablado de la conducta caballeresca de personajes como, por ejemplo, Saladino y Ricardo Corazón de León. Pero para empezar, ambos perpetraron ocasionalmente crueles matanzas. Tal como lo expone McGlynn en este libro, da la impresión de que a veces no quedaba otra salida: hacer demasiados prisioneros implicaba tener que alimentar a éstos, lo que requería una estructura logística con la que no se contaba. Y dejar libres a guerreros enemigos que luego volverían a amenazar al propio ejército era, desde luego, impensable. En segundo lugar, y de ello ya hablaba Piers Paul Read en LOS TEMPLARIOS, la magnanimidad de Saladino obedeció también a motivos prácticos, ya que los actos de clemencia podían ser usados militarmente como una demostración de poder sobre el enemigo, al que se dejaba ver de esa manera que se lo consideraba poco menos que insignificante. Otras motivaciones para las matanzas eran ya menos justificables, pero en general la mayoría reportaban ventajas en la guerra, sin que ello quiera decir que no fueran repudiables. Verdaderas carnicerías eran desatadas con fines intimidatorios o vengativos para forzar a rebeldes a rendirse o para evitar posibles levantamientos futuros. A veces, los nobles salvaban sus vidas si podían pagar un precio por su liberación, pero los soldados que no tenían fortuna eran aniquilados. Posteriormente, por otros motivos, fue más frecuente que se asesinara a los nobles y se dejara con vida a sus tropas, sin duda porque lo importante era acabar con el líder. Otras veces, el saqueo era el objetivo detrás de la matanza. Pero en cualquier caso, muy poco de caballeresco había en todas estas acciones más bien viles y sangrientas.

A HIERRO Y FUEGO es, como dijo un crítico al que se cita en la contratapa sin dar su nombre, un libro que se atreve a decir lo que otros callan; que nos habla de civiles atrapados durante un sitio entre sitiados y sitiadores, sin que los primeros los dejen entrar a la fortaleza sitiada ni los segundos traspasar sus filas para poder continuar sus vidas en paz, y obligados, medio muertos de hambre, a alimentarse de un bebé recién nacido. Episodios así de espantosos ocurren en las guerras. Si este libro dice "lo que otros callan", hay que añadir que tampoco dan muchas ganas de oir lo que tenga para decir... Pero a menos que uno quiera vivir en un espejismo, en una fantasía de bobalicones y ser por lo tanto muy susceptible de ser manejado a su antojo por el poder de turno, es, lamentablemente, necesario. Pero, por supuesto, sin caer en el extremo opuesto de considerar a la Edad Media como un período muy alejado del nuestro por su brutalidad. De hecho, en la sexta y última parte de su libro, con la descripción de marines que se hacen collares con las orejas de los enemigos muertos en combate, y "lindezas" similares, no hay forma de que no nos quede en claro que el salvajismo medieval, en todo caso, está tan vigente como seis o siete siglos atrás. Desafortunadamente, añadamos.

Con pasajes no muy aptos para almas sensibles, este libro describe crudas realidades. Qué lástima, ¿no? Fue lindo soñar mientras pudimos...

Escrita hace 12 años · 5 puntos con 1 voto · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 4 años

Excelente lectura. gracias por la sugerencia.

@EKELEDUDU hace 4 años

Nada que agradecer, compañero.