EL MÁS ÉPICO E HISTÓRICO DE LA TRILOGÍA por EKELEDUDU

Portada de EL CABALLERO TEMPLARIO

La segunda parte de la TRILOGÍA DE LAS CRUZADAS nos muestran a sus protagonistas, los jóvenes Arn Magnusson y Cecilia Algotsdutter cumpliendo por separado la penitencia que les fuera impuesta en el primer volumen tras ser denunciados sus inocentes pero prohibidos amores por la hermana de la segunda. Cecilia, embarazada y encerrada en el convento de Gudhem, se ve expuesta a penurias atroces que le son impuestas por la superiora, la implacable Madre Rikissa. Separada de su propio hijo ni bien éste nace, sufre en soledad hasta la llegada de otr Cecilia, prometida del nuevo rey y amigo de Arn, Knut Eriksson. Este será el punto de partida para que, progresivamente, las cosas vayan mejorando para ella, aunque siempre corriendo el riesgo de caer en las astutas trampas que para perderla intentará tenderle la abadesa, por momentos auténtico lobo con piel de cordero, y en cuyas vengativas actitudes hay también razones políticas. Mientras tanto, Arn, cumpliendo con su propia penitencia, sirve como caballero templario en Tierra Santa, donde cobra fama y respeto incluso entre los mismos infieles, que lo llaman Al-Ghouti. Arn va ascendiendo en los escalafones de la Orden, hasta que asume como Gran Maestre de la misma Gerardo de Ridefort, quien le demuestra bastante desprecio y vuelve a hacerlo descender posiciones.

Mal que a uno le pese, es inevitable traer a colación aquí el filme de Ridley Scott, KINGDOM OF HEAVEN (2005) protagonizado por Orlando Bloom, más que nada porque lo mismo la película que el libro que estamos comentando se ambientan en el mismo período histórico, desde los últimos años de reinado del rey leproso Balduino IV hasta la caída del Reino de Jerusalén a manos de Saladino (en realidad, EL CABALLERO TEMPLARIO va un poco más allá). En la comparación sale perdiendo, y cómo, KINGDOM OF HEAVEN; y eso por muchos detalles, de los cuales no es el menor que no tenía pies ni cabeza que un herrero de pueblo se convirtiera de buenas a primeras en un magnífico guerrero y un genial estratega. En cambio Arn Magnusson, de quien el autor hace una especie de Sir Galahad, un caballero sin tacha y por lo tanto en principio irreal, resulta sin embargo mucho más creíble teniendo en cuenta los acontecimientos del primer libro. Arn fue entrenado para el combate, pero sigue sin entender que por hacer el amor con Cecilia se lo haya excomulgado y que, en cambio, asesinar sea visto por comparación como leve falta; y siempre que puede justificar su actitud desde un punto de vista cristiano o al menos práctico, evita matar. También se muestra tolerante con judíos y sarracenos, pero esa tolerancia parece meramente lógica y útil ateniéndose a los razonamientos que expone, como cuando le toca impartir justicia y explica a uno de sus cofrades que hace que los musulmanes juren sobre el Corán y no sobre la Biblia, porque no considerarían a este último un juramento válido y quedarían, por lo tanto, en libertad de mentir cuanto y como quisiesen.

Otro punto que merece ser comentado es el marco histórico de esta segunda entrega de las aventuras de Arn, ya que si unos pocos personajes podrían ser inventados por Guillou, la mayoría, en cambio, son históricos, como el ya mencionado Gerardo de Ridefort. Ultimamente, la mayoría de las personas parecen estar dispuestas a creer cualquier cosa que se les diga (aunque esto es más bien a los cinéfilos que miran la pantalla, no sé si tanto a los bibliófilos que leen del libro), pero siempre puede ocurrir que algún lector se pregunte qué hay de cierto en EL CABALLERO TEMPLARIO, algo que la habilidad del autor para escribir no vuelve nada obvio, por cierto. Desafortunadamente, soy sólo aficionado, pero por lo que sé (a través de ensayos como LOS TEMPLARIOS, de Piers Paul Read) la descripción se ajusta bastante a la realidad, con la posible excepción de la imagen que se ofrece del polémico Ricardo Corazón de León. La matanza que éste ordena en cierto momento y que le gana la reprobación de Arn realmente tuvo lugar, pero la conducta de Ricardo fue pese a todo excusada en una obra de Sean McGlynn, A HIERRO Y FUEGO, donde se exponen razones de fuerza mayor que podrían justificar al rey inglés, mientras que Frank McLynn, en HÉROES Y VILLANOS, va aún más lejos y acusa a Saladino de ser culpable indirecto del hecho en cuestión. En una palabra... ¡Nadie sabe nada en concreto, parece!

Pero más allá del rigor histórico o de las licencias que se tome el autor, una cosa nadie podrá negar: si trata de hacernos pasar gato por liebre, al menos para ello el autor procede con envidiable habilidad, que lo pone muy por delante de otros que trataron de hacer lo mismo, pero en intentos desmañados y torpes. Ahí está, si no, KINGDOM OF HEAVEN para demostrarlo...

Escrita hace 12 años · 0 votos · @EKELEDUDU le ha puesto un 10 ·

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