ENTRETENIDA FÁBULA ALARGADA; ESPLÉNDIDO NARRADOR por Tharl

Portada de EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO

Desde su formación, hasta nuestros días, EEUU ha estado orgulloso de su país, su “democracia”, su sistema y su modo de vida. Por ello ocasionalmente se apiadan de sus “aliados” y les liberan de la opresión para darles el mejor sistema jamás creado. Samuel L. Clemens, más conocido como Mark Twain –“Marca Dos” brazas, término fluvial para cuando la navegación es insegura- , como buen americano, como buen sureño, comparte parte de este orgullo.
Pero no, aún no son los años 20, la publicidad no está en su máximo apogeo ni en un trono elitista. Aún no se exporta el American Way of Life. Estamos en 1881, son tiempos de esplendor y expansión estadounidense.
Así la intención de Twain en “El Príncipe y el Mendigo” es honesta. Al igual que en “Un Yanky en la Corte del Rey Arturo” trató de hacer crítica histórica y ensalzar en ingenio yanqui, capaz de superar al mismísimo Merlín, aquí, pretende ilustrarnos sobre las ventajas y superioridad de la democracia de su país frente a las caducas monarquías europeas. Y no le falta razón, pues efectivamente: Una persona educada e instruida –fundamental este dato en la novela- es capaz de ejercer igual de bien o mejor como rey que cualquier ser de sangre azul (si es verde ya es otro cantar…)

El argumento es harto conocido: Un mendigo y un monarca, físicamente idénticos y ansiosos de probar qué se siente en el rol del otro, deciden intercambiar sus ropajes. El punto de partida ha sido empleado hasta la saciedad desde la plaga tipo “Tú a Boston y yo a California” hasta otra obra del mismo Twain en la que cambia la figura del mendigo y el monarca por la de un esclavo y su amo.
Menos conocido es el marco histórico de la historia: La sucesión de Enrique VIII por Eduardo VI (el rey protagonista). Pero menos conocido aún es lo que es o no la obra, lo que puede ser causa de decepción para quien espere demasiado.
No es un retrato de época. Tendrá un contexto histórico pero los personajes que aparecen –sean históricos o no- están poco perfilados y carecen de tanta profundidad como de importancia. Solo ponen el nombre. Por su parte los acontecimientos reales son una excusa secundaria poco trabajada sobre la que desarrollar la trama. En cuanto a las condiciones de vida, puede parecer que tener un protagonista en la realeza y otro en la calle más inmunda puede parecer un recurso fantástico para retratar la época desde ambos mundos con los contraste correspondientes, pero si bien se deja notar el contraste, las aventuras del rey convertido en mendigo no van más allá de mostrar algunas de las miserias e injusticias por las estrictas y drásticas leyes; mientras que las peripecias del mendigo rey se libran de intrigas y cortesanos para caer en mostrar únicamente la “absurda” pompa y derroche de la corte con algún toque de humor.
Pero que nadie se engañe, tampoco es un libro de humor. Por lo general es agradable, desenfadado y simpático, incluso en algún momento roba una sonrisa (jamás una carcajada), pero ni en el resultado ni en la intención es un libro de humor. Admito también un ligero toque irónico y cínico, pero completamente alegre, desenfadado y sin un atisbo de mala leche. Al parecer se debe a que pertenece a la etapa feliz del autor, antes de que perdiera a todas sus hijas y a su mujer y se adentrara en la misantropía.
Leyendo los puntos anteriores es evidente que tampoco es una sátira. Mucho más mordaz y complejo debería ser para ello. Desde luego, tampoco es una novela-ensayo.
¿Qué es entonces? Ni más ni menos que lo que parece. Un libro de aventuras con una sencilla parábola que recuerda más a la ilustración que al último tercio del XIX. “Todos somos iguales”, “La educación es fundamental”, “Cualquiera puede ser un monarca y liderar un país con justicia ¿Por qué no elegir entonces a quién queremos que ejerza como tal?”, “Hay que confiar en la razón, no en la fe, superstición ni sangre real” y se atisba un poco de la máxima “el poder corrompe”, observable mediante la metamorfosis de Tom. Como se ve, recuerda tanto en el contenido, como en la forma, como en el fin didáctico y el mensaje, a las novelas de la ilustración, un siglo atrás. De haber sido escrito entonces aportaría algo más que su agradable estilo y una novela de aventuras.
Resumiendo: La historia es una sencilla fábula, dirigida a niños -según escribía lo leía y consultaba con su hija- pero también a adultos, en defensa a la democracia y su racionalidad y verdad frente a los absurdos del sistema monárquico.
El mismo autor dijo de su idea original: “Mi idea es transmitir con toda la fuerza de la realidad la terrible dureza de las leyes de aquellos tiempos, haciendo que algunos de los castigos recaigan sobre el rey”
Entonces ¿Qué tiene de especial el libro? No hay duda, a Twain.

Mark Twain es, como tantos otros escritores anglicanos de la época, utilitarista. La forma debe adaptarse inflexiblemente a la función. Este principio de adaptación tan pragmático produce un estilo directo, sin florituras, sin complicaciones y sin varias lecturas. Sencillo y superficial, que no simple ni vacío.
Este estilo sin duda está influido por la época. Recordemos que es el último tercio del XIX, época de esplendor victoriano en Inglaterra y de expansión en EEUU. Época donde una nueva revolución industrial (y social), pero sobretodo científica –cuando aún mantenía el absurdo positivismo por bandera- han quitado parte del romanticismo, encanto y belleza al mundo, a favor de lo útil: un progreso devastador (industrial, no humano). Pero mientras que en otros autores utilitaristas –H.G. Wells, ¿J. Verne?, A. C. Doyle, etc. (Qué curioso que todos ensalcen la ciencia y/o el método inductivo)- el estilo es una consecuencia casi directa de éste contexto, en Twain no. Twain, como representante del “color local” –movimiento de nostalgia por una “Edad de Oro” libre y salvaje perdida, tal vez encarnada en la infancia- y como persona preocupada por la devastación de éste progreso, emplea un estilo utilitarista por circunstancias distintas, biográficas. Tal vez sea por esto que es quien lo usa con más acierto. Estás circunstancias son: su aprendizaje autodidacta y su entrada temprana en el mundo de la imprenta, principalmente al de los pequeños periódicos, donde prima(ba) el contenido muy por encima de la forma.
Sumemos a este estilo utilitarista el carácter aventurero del autor, las experiencias a las que dio lugar y su amor por su tierra: El sur de los EEUU a lo largo del Mississippi en tiempos de la guerra de secesión. Y tampoco olvidemos el folclore de estos lugares.
Todo esto convirtió a Twain en un maestro narrador, único contando historias, narrando cuentos. No es casualidad que su primera publicación de éxito “La célebre rana saltarina del condado de Calaveras” fuera la narración casi literal de un cuento que hoyó contar ante el calor del fuego. Así, Twain, vuelve absurda la distinción autor-artesano, él es más (y menos) que eso, es un espléndido narrador.
En cierto modo me recuerda al estilo de O. Scott Card, bueno al que supongo que él ambiciona (con mayor o menor éxito) a aspirar, y del que hablé en mi última reseña sobre Alvin Maker (http://www.sopadelibros.com/book/alvin-aprendiz-alvin-maker-iii-orson-scott-card). Solo que donde digo que Card es simple, Twain es sencillo. Donde Card es machaconamente explícito, Twain es transparente y aclarador. Y todo sin perder la ligereza y entretenimiento de éste. Eso sí, he echado en falta una mayor capacidad de emocionarme, cosa que con Card no me pasa.

Para ir terminando, que una vez más me extiendo demasiado, decir que la sinopsis, que por cierto tiene más de reseña que de ello, está enteramente en lo cierto. Recomiendo leerla. Básicamente es lo que yo querría decir, pero más condensado y con mayor habilidad. Me quedo con: “lo escribió, como muchas otras obras suyas, pensando; más en relatar una buena historia que en hacer una gran obra de arte”. Sin duda se nota que lo escribió para entretenerse y entretener, pero aun así, es una lectura ligera que merece la pena. Más quisieran todos los best-seller.

Acabo con el prólogo del libro, que refleja bien la intención de Twain:
“Os contaré un cuento, tal y como me lo contó cierta persona quien a su vez lo oyó de su padre y éste del suyo, así, de ascendiente a ascendiente, éste se remonta a más de trescientos años transmitiéndose, sucesivamente, de padres a hijos. Sucedió o no, pero pudo haber ocurrido.
Puede ser una historia creída por sabios y eruditos, o bien como una sencilla leyenda que gusta y merezca el crédito de los que la lean.”

Hemingway decía que Mark Twain es el padre de la literatura americana. No seré yo, con mis pocas lecturas al respecto, quien lo ponga en duda. Me gusté más o menos, no creo que hayan salido mal parados. Y eso que dudo haber leído su mejor obra.

(De haber podido habría puesto un 6.5)

Escrita hace 12 años · 3.6 puntos con 5 votos · @Tharl le ha puesto un 6 ·

Comentarios

@Hamlet hace 12 años

Buena reseña Tharl. Completa y abundante en información.

@Faulkneriano hace 12 años

Buena reseña, Tharl. Nunca he sentido gran interés por las novelas "históricas" de Twain (El príncipe... y Un yanki...) En cuanto a su lado crítico más desafiante, lo conozco bien por El viaje alrededor del mundo siguiendo el ecuador (que Laertes publicó hace mucho tiempo) y donde se despacha a gusto con la situación en la India, Sudáfrica y otros lugares dejados, literalmente, de la mano de Dios, y las injusticias que en ellos se cometen. Porque Twain es muy crítico con su tiempo, también con su país. No es un abuelo que cuenta batallitas: su acercamiento a la esclavitud es bien distinto de La cabaña del tío Tom, el libro de referencia por entonces en Estdos Unidos.

Dos losas pesan sobre él: que sólo se desenvuelve bien si no se aleja mucho del Mississippi y que es un escritor de humor. Su Viaje... ya citado puede ejemplificar que lo primero es falso; para lo segundo, basta con leer algunos pasajes, bastante trágicos de Huckleberry Finn, escritos desencantados, pesimistas y amargos como El forastero misterioso; o su diatriba contra las atrocidades del Congo del rey Leopoldo. Los estereotipos estilo Dickens-es-muy-blando o Pérez-Galdós-es-muy-realista pesan como una losa y ponen anteojeras a los lectores de las sucesivas generaciones. Que Twain tiene sentido del humor es obvio: al fin y al cabo es un atributo de la inteligencia. Que es un escritor "humorista" me parece limitar muy seriamente su narrativa.

Pese a tu crítica, sigue sin tentarme mucho El príncipe y el mendigo. Será que soy historiador de formación y no me apetecen gran cosa las novelas históricas. Me tientan más sus cuentos, que tiene muchos y muy buenos. En fin. Lo dicho, buena reseña. Y léete Huckleberry Finn.

@Tharl hace 12 años

Hola!
Gracias a los dos por el comentario!

De Twain me desconcierta su opinión sobre la esclavitud. Según mi edición, en "Cabezahueca Wilson" toma la idea de "El Principe y el Mendigo" para defenderlo. En ella el realista personaje del esclavo convertido en amo no puede superar su herencia negra, y acaba convirtiéndose en un ladrón, libertino y asesino que vende a su madre a un tratante de esclavos para que no le delate. En mi edición citan de Twain esta parte del libro que podría ser la moraleja: “Es el negro que hay en ti, eso es. Treinta y nueva partes de ti son blancas y una negra. En esa pequeña parte está tu alma. No puedes desprenderte de ella.”
Lo iba a poner en la reseña, pero quise confirmarlo y navegando me encontré en múltiples sitios con que ese libro era una crítica a la esclavitud :S asique me quede con mis dudas y preferí no poner nada al respecto.

Huckleberry Finn tengo muchas ganas de leerlo, pero creo que antes tomaré a “Tom Sawyer” que es ahí donde presentan por primera ver al personaje, no? Además así compruebo si Hamlet tiene razón en su crítica y es verdad que me afecta haber crecido en gran parte junto a un ordenador. Aunque en verdad pertenezco a esa generación perdida de los 90 entre las peonzas y las consolas: No somos nativos tecnológicos por lo que nos cuesta cada vez más adaptarnos a las nuevas tecnologías y tampoco podemos agarrarnos ni sabríamos a los métodos tradicionales. La generación de la creatividad del copy/paste.

@marbe hace 12 años

Muy buena reseña Tharl.

Estoy de acuerdo contigo en que el libro es básicamente un libro de entretenimiento y aventuras muy bien llevada. Y aunque la "moraleja" se vea demasiado obvia me gusta leer este tipo de libros, que además de contarte una historia hace que se vaya un poco más lejos.

El de "Un Yanki..." no me gustó nada. Tom Sawyer me gustó más que Huck, puedes leer sin problemas el de Huck antes porque las historias no tienen nada que ver. Pero te recomiendo antes a Tom Sawyer. Ya nos contarás