CALMA, MUCHA CALMA por Faulkneriano

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Tenía ganas de enfrentarme a un Dickens poco conocido, con el añadido de ser su última novela completa, y no he salido defraudado. Lo que sí aviso es que hay que tomárselo con calma: hay que escalar un pico narrativo de más de mil páginas, con docenas de personajes desarrollados y una trama argumental no por meditada menos compleja.

La sabiduría de Dickens para crear personajes memorables (atención a los apellidos, a sus tics, a sus caracterizaciones iniciales y a sus peculiares maneras de hablar) y su habilidad para encontrarlos y separarlos, de manera más o menos casual, en una ciudad de un millón de habitantes (¡ah, las dichosas casualidades!) son las mismas de sus obras mayores. Hay, eso sí, más amargura (las requisitorias contra la ley de pobres y las muertes, aquí especialmente crueles, de más de dos inocentes)y menos bondad. Las expectativas se cumplen, pero los personajes sufren mucho por el camino, y no salen del todo ilesos (lejos quedan los tiempos de Oliver Twist)Hay, quizá, menos unidad narrativa en las peripecias que en Casa desolada o Grandes esperanzas (de lejos, mis novelas favoritas de este autor) Extraña actualidad guardan algunos temas, como el poder destructor del dinero.

El comienzo es tan bueno que dan ganas de aplaudir: un barquero y su hija, como dos aves carroñeras, arrastrando de noche por el Támesis el cuerpo muerto de un ahogado (y luego dicen que Dickens es un tierno...) La verdad es que este hombre sabía cómo atrapar al lector por el cuello, aunque sus finales no siempre están a la altura (lo digo, sobre todo, por Historia de dos ciudades) Aquí el desarrollo sí lo está, con capítulos espléndidos, personajes bordados en su maldad e inusuales explosiones de violencia, aunque al lector moderno le puedan pesar las morosidades de una trama que dio para diecinueve entregas en los periódicos. Novela sombría, con poco margen para el amor, la amistad, la fidelidad y la esperanza... aunque no conviene nunca desesperar.

Para lectores sin prisas, dispuestos a someterse sin reservas a la magia de uno de los mayores embaucadores (en el buen sentido) de la historia de la literatura. Abstenerse listillos especializados en ponerle pegas a las casualidades, a los trucos narrativos de buena ley y a las licencia poéticas. Un poco de emoción nunca viene mal.

Escrita hace 13 años · 4.8 puntos con 4 votos · @Faulkneriano le ha puesto un 8 ·

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