EFECTOS DE LA COPA por

Portada de LA COPA DORADA

Ahora, pasados los días, los efectos de La Copa Dorada se tornan ambiguos.

Me complació la tarea de seguir las sinuosidades psicológicas de los personajes, el laberinto de puntos de vista, los indicios e intuiciones que parecen desplegarse en un tablero de ajedrez, cuyos movimientos de estrategia y cacería están marcados por inteligencias hostiles. No es menos mi admiración por el incisivo naturalismo del relato, de los diálogos, irónicos y puntillosos; como no es menor mi reparo (personal, obviamente) ante el poso de monotonía que aún paladeo, propio de un juego que se ha extendido demasiado, y en el que no germina algo más ambicioso que el perfecto funcionamiento de un mecanismo.

Comentaba con Faulkneriano (conocido usuario de esta página) el relativo desprecio que William Faulkner sentía por Henry James; y agregaría nombres como los de Juan Carlos Onetti y Cormac Mccarthy, otros ilustres antijamesianos. Es un desprecio que oscila entre la injusticia, la ingratitud (en el fondo de sus genealogías literarias siempre estará James), y una entendible crítica hacia ese "aislamiento" de su obra, no precisamente en referencia a sus temas (que no es nada malo), sino al de su empresa total, su poética, que estaba más preocupada por el plano de las técnicas y las morfologías narrativas, que en lograr imágenes arrebatadoras sobre la condición humana y su relación con la vida y la muerte. Es un defecto que se puede apreciar con más claridad en sus obras extensas, y La Copa Dorada es una de ellas.

Deberé aclarar que la existencia de ese “defecto” (ahora entre comillas) también depende mucho del tipo de lector; al menos yo me imagino que un tipo como Nabokov gustaría bastante de libros así, tan atentos al “detalle”.

Escrita hace 13 años · 0 votos · @ no lo ha votado ·

Comentarios

@Adieu_Philippine hace 13 años

No sé qué sucede, pero mi nick no aparece como autora de la reseña.