LA REINA DE LOS CUATRO NOMBRES: OLIMPIA, MADRE DE ALEJANDRO MAGNO

Portada del libro LA REINA DE LOS CUATRO NOMBRES: OLIMPIA, MADRE DE ALEJANDRO MAGNO

Autor
JUAN CARLOS CHIRINOS
ISBN/ASIN
9788496511095
Género
Ensayo
Editorial
OBERON
Edición
2005
Páginas
228
Creada por
Hesslerimedes

Sinopsis

Si una quiere aprender algo durante un viaje, tiene que aprender a captar mensajes.
Fatema Mernissi
Si no existiera la imperfección, un defecto original en la base, ¿cómo se explicaría el impulso creador, el anhelo por satisfacerlo?
Carl Gustav Jung

Políxena, Mirtale, Olimpia y Estratonice: fueron los cuatro nombre de la madre de Alejandro Magno. Aunque sobre ella hay mucho escrito, como de pocas mujeres de la Antigüedad (sabemos de su devoción religiosa, de su obstinada persecución a los que intentaron con éxito acabar con su linaje), no nos es posible acercarnos a su figura histórica como lo podríamos hacer con su hijo o su marido: una mujer en el mundo helénico no formaba parte de los acontecimientos; los padecía, y pocas veces los protagonizaba en primera y única persona, salvo que tuvieran relación con algún hombre. La vida de Olimpia llama la atención, quizá injustamente, porque fue madre y esposa de los monarcas que cambiaron el mapa político de la Grecia del siglo IV a.C., no exclusivamente por ella. Por eso es necesario conocer qué pensaban y hacían los hombres a su alrededor para saber cómo pudo influir sobre ellos y, tangencialmente, hacernos una idea de su carácter: Cuando Alejandro toma el título de faraón, de gran rey de Persia o exige que se le trate como a un dios; cuando Filipo huye al creer verla con Zeus transformado en serpiente que se enreda entre las piernas; cuando, siendo ya una anciana sexagenaria, los soldados de Casandro se niegan a ejecutarla, están (de)mostrando indirectamente el gesto, la actitud y el pensamiento de esta mujer feroz y mística al mismo tiempo. La vida de la Olimpia, la «reina de los cuatro nombres» no es sino la manifestación de su deseo de pertenecer a algo trascendente que la hizo refugiarse en sus creencias y supersticiones para tocar, siquiera de manera tangencial, el trozo de infinito que le correspondía.
Ese infinito hoy la devuelve convertida en un centauro, mitad leyenda, mitad historia.

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