LA GUERRA DE LA COCHINCHINA

Autor

JUAN PERUCHO

ISBN/ASIN

840138071X

Género

Literatura contemporánea

Editorial

PLAZA & JANÉS

Edición

1986

Páginas

217

Creada por

Faulkneriano

Sinopsis

Dividida en cuatro partes bien diferenciadas, esta regocijante aventura novelesca comienza en 1858, cuando el abogado Alfredo Darnell, sobrino de Antonio de Montpalau —recuerden: el protagonista de Las historias naturales— debe abandonar Londres, donde estudia la legislación local. Su nueva misión consiste en organizar la búsqueda y captura de un pterodáctilo. La bestia prehistórica, traída a la capital por el profesor Challenger, ha dejado un rastro olfativo que conduce hasta el lago Ness. Encantador e inverosímil, el episodio encierra un homenaje de Perucho a la novela de la que, respetuosamente, toma prestado al viejo Challenger y a su endriago volador: El mundo perdido (1912), de Arthur Conan Doyle.

Cuando nuestro escritor traslada el relato a 1859, sabemos que Alfredo viaja a España para consolidar la expansión del imperio comercial Darnell & Simpson. Al poco de aceptar una comisión secreta, siete jorobados encapuchados le meten en un aprieto donde se hace sentir la trama de La torre de los siete jorobados (1924), de Emilio Carrere. A bordo del buque Victoria, Alfredo zarpa hacia Manila, donde se topa con otro personaje novelesco, el eficiente viajero Phileas Fogg. Camino del desenlace, el protagonista pone su inteligencia, que es mucha, al servicio del cuerpo expedicionario español que batalla en la Conchinchina.

Acá conviene un inciso, pues los dos párrafos anteriores son fatalmente esquemáticos, y hay que tomarlos con impulso de aproximación.

No es difícil comprender a qué se debe el deleite que suscita esta novela desde 1986. Ráfagas de alta cultura, vehículo incidental de juicios sobre el periodo evocado, se alternan con un misterio siempre a punto de revelarse y siempre huidizo. El ambiente, los personajes, las vicisitudes: todo viene a honrar la memoria de la mejor narración aventurera, solucionada con verdadero gusto. Decir que Verne, Chesterton y Stevenson asoman por estas páginas es algo que no precisa excesiva meditación. A partir de ese añejo prestigio, sólo añadiremos que Perucho obtiene un ritmo febril de un relato ecléctico, exuberante, susceptible de ser admirado en sus muy diversos estratos.