Sinopsis
Reconocer el gran aporte de algunas mujeres excepcionales, que a partir de su vida y su obra han marcado la historia de este siglo, es un llamado a la unicidad de cada uno de nosotros, a la superación de sí. En efecto, al tiempo de la masificación sucede en la actualidad la preocupación por la singularidad. El genio femenino se inscribe en esta perspectiva: Después de Hannah Arendt: la vida, y antes de Colette: las palabras, he aquí Melanie Klein: la locura. Adorada hasta el fanatismo dogmático por sus discípulos, denostada por sus detractores, Melanie Klein (1882-1960) aparece como la más original innovadora del psicoanálisis. Mientras Freud centra la vida psíquica del sujeto en el complejo de castración y la función del padre, Melanie Klein -consciente de ello- apunta a la función maternal, ausente en la teoría del fundador. La madre, revelada de esta manera, está lejos de erigirse en objeto de culto, como lo pretenden muy fácilmente sus adversarios. En efecto, Melanie Klein fue la primera en pensar en el matricidio. Su obra abrió nuevos horizontes a la clínica de la psicosis y el autismo, al considerar al niño, habitado por fantasías tanto violentas como reparadoras, capaz desde su nacimiento de sostener una relación de objeto -el seno, la madre-. Por haber entendido la angustia, esa onda portadora de placer, con mayor claridad que nadie, y por haber elegido la transferencia y el imaginario como terrenos privilegiados de la experiencia analítica, Melanie Klein ha hecho del psicoanálisis un arte de pulir la capacidad de pensar. Su obra la sitúa así en el corazón de la humanidad pensante y de la crisis moderna de la cultura.
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