Sinopsis
Me asalta la asociación por la semejanza entre la superficie del papel y la de la roca sobre cuya superficie unos seres humanos de hace siete mil años hicieron rayas y estrías, pero, sobre todo, por la identidad de los mensajes. «Estuvimos aquí, hicimos esto», nos dicen aquellos que cogieron un objeto punzante y marcaron la piedra. Y lo mismo nos dice Leopoldo María Panero: «Estoy aquí, condenado a la vida eterna, a vejez sin llanto». Lo único que cambia es que, ahora, las inscripciones son eso que llamamos poemas, y que ya no es posible trazarlas con la inocencia que, para bien y para mal, reinó en el corazón de los hombres que vivieron hace 7000 años. Del Prólogo, de Bernardo Atxaga.
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