ASCO DE TIEMPOS

Portada del libro ASCO DE TIEMPOS

Autor
PAUL MICOU
ISBN/ASIN
9788401385032
Género
Narrativa
Editorial
PLAZA & JANÉS
Edición
1993
Páginas
272
Creada por
farceto

Sinopsis

Estamos en la Inglaterra de Margaret Thatcher, cuando los jóvenes profesionales urbanos no podían, no debían tener sentimientos. Dios mío ¡qué bonito fue mientras duró! Nada de odio: bastaba con la justa combinación de codicia y envidia para producir una cantidad de adrenalina satisfactoria. Y nada de amor, por supuesto, si se podía vivir estupendamente a base de soberbia, sexo y gimnasio. Pero llega la guerra del golfo y la crísis, y de la década de los ochenta queda la sensación de un tiempo podrido.
Lloyd—el protagonista de Asco de tiempos—se ha hecho muy rico respetando las normas de la época: compra y venta de inmuebles, chivatazos de recalificaciones, o ideas brillantemente fraudulentas como la fabricación de un bálsamo sexual de precio prohibitivo. Pero a Lloyd se le ocurre afeitarse en el servicio de un avión y sufre una descarga eléctrica; un contratiempo que le produce el síndrome de Tourraine, consistente en recuperar toda la memoria. Toda. Es decir, el latín, las matemáticas, las mil mejores poesías, varios pasajes de la biblia, los artículos consultados en bibliotecas, las alineaciones de los partidos de fútbol. O sea, "como si la memoria se le abriera de par en par igual que un inmenso archivador". Algo incontrolable, desmesurado, milagroso. Y con los recuerdos vienen los sentimientos. Por ejemplo, el amor. Ese amor anterior a los años 80, ese impulso no cotizable en bolsa, esa sustancia alucinógena que Margaret Thatcher había logrado eliminar de los corazones de sus agresivos polluelos.
Y con el amor, vuelve el odio. Lloyd ama a Nina y odia a Chad, el "intruso americano", confundiendo una cuestion de celos con un sentimiento muy británico: la admiración biliosa o desprecio deslumbrado por Estados Unidos. Paul Micou regresa a ese tema, tan agradecido en la tradición cómica, del enfrentamiento entre las dos naciones (Intercambios de David Lodge o algunos pasajes de Posesión de A. Byatt son buenos ejemplos recientes). Los ingleses están muy acomplejados de que los americanos no tengan complejos; les irrita su sencillez y les encoleriza que no se muestren agradecidos a Gran Bretaña por haberles traspasado la titularidad del imperio. "Estamos a merced de la degradante monocultura americana", se lamenta Lloyd, quien ahora—víctima de una memoria implacable—recuerda todo Shelley y todo Shakespeare. "Somos un país de recogepelotas de lujo" sentencia este londinense histriónico, excesivo, vulnerable, divertido cuando quiere y divertido a pesar suyo, que no ha tenido la suerte de que le sirva un mayordomo como Jeeves. Porque Woodehouse está detrás de Micou, como lo está el Evelyn Waugh anterior a Retorno a Brideshead en el rápido cambio de escenarios, en la viveza y en el ingenio de los diálogos, pero sin la mezcla de farsa y tragedia ni sin esa desesperación subyacente a la superficialidad de algunas conductas que caracterizaban el estilo del autor de Un puñado de polvo. Micou no sólo recurre a los autores cómicos de nuestro siglo; resulta muy interesante la recuperación de un personaje frecuente en la literatura inglesa del s. XVIII, el de la jovencita trastornada por la lectura de novelas románticas; Little Vic, la hermana de Lloyd tiene un antecedente muy claro en Lydia Languish, de Los rivales de R. B. Sheridan, escrita en 1775

5


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